Karabeleko. Reinserción y buenos alimentos
Los recovecos de la mente humana son insondables, tan inescrutables como los caminos de Diosh, así que no me pregunten por qué sucedió. No vaya a liarme aún más. El caso es que la pasada semana tuve conocimiento, tras comparecencia parlamentaria de Robert Goodwill, Secretario de Estado para la Inmigración, de que las autoridades británicas van a levantar un muro de cuatro metros de altura (y un kilómetro de longitud) en Calais, Francia. Imaginen para qué: impedir con hormigón resbaladizo que inmigrantes y refugiados accedan al puerto de la ciudad tomada en 1347 por Eduardo III de Inglaterra, no vayan a terminar con sus huesos en la Gran Bretaña. El caso es que primero lo escuché en la radio matinal (luego lo leí en la prensa digital) y automáticamente me dije: “pues que las flores las compren, al menos, en Karabeleko”. Un simple paño no sirve para limpiar conciencias, pero ayuda a mirar para otro lado sin que te reconozcan. Y siempre se podrá alegar una finalidad social para mitigar el daño moral y maquillar la imagen pública.
Lo digo a cuento de que Karabeleko es una finca experimental de agricultura ecológica asentada en Hernani, en la húmeda ribera del río Urumea, un huerto terapéutico que persigue la rehabilitación psicosocial y la reinserción de personas en riesgo de exclusión social (presidiarios, afectados por enfermedad mental…). Para ello cuenta con dos hectáreas y media de terreno en exterior, otros 1.200 metros cuadrados de invernadero y destina 640 más a tienda. Entre 30 y 35 personas acuden regularmente a trabajar allí (existe incluso lista de espera) y su vocación es la autosuficiencia, apoyada en tres pilares: ingresos que procura el grupo de consumo existente; ventas a restaurantes (Botanika Kafe, Kokotxa, Aitzgorri, Casa Urola, Ezkurra, Te Done, Ni Neu…); y la referida ‘ecotienda’, donde despachan plantel hortícola, plantas culinarias, ornamentales y aromáticas, hortalizas, semillas, frutales, abonos, insumos y herramientas.
Este texto y las imágenes que lo acompañan pretenden, no más, constituir un sonoro aplauso a una asociación sin ánimo de lucro que compagina producción de hortalizas con labor experimental, ofrece cursos de agricultura ecológica y desde hace un año ha abierto sus puertas a visitas guiadas («no queremos que sea un gueto»). Cualquiera que se apunte puede ver con sus propios ojos la gran variedad de productos que cultivan, muchos exóticos plantados con intención de observar su adaptación al suelo y el clima autóctonos; una forma de promover la diversidad varietal mermada en las últimas décadas. En sus instalaciones uno camina entre shisho, ruibarbo, pepino armenio, pepino blanco parisino, perifollo, albahaca genovesa, berenjena gabón, capuchinas, pimientos y calabazas de Gernika, tomates, puerros, brotes, flores silvestres…
“Analizamos el comportamiento de las diferentes especies y variedades hortícolas y de otros productos para poder asesorar a los productores ecológicos de la vertiente cantábrica”, aseguran sus impulsores, que también trabajan para recuperar variedades tradicionales. Un tema: la caracterización de los distintos tipos de compost. Una cuestión: ¿es viable el cultivo de crucíferas entre febrero y junio en la cornisa cantábrica?
Karabeleko se creó en 2014 a partir de la unión de esfuerzos de Agifes (Asociación Guipuzcoana de Familiares y Personas con Enfermedad Mental), Blasenea (empresa familiar de viveros ecológicos) y Kimu Bat (jardinería y paisajismo). Echando un ojo a su actividad y a sus redes de contactos aparecen también los nombres de, por ejemplo, Biolur (Asociación para el Fomento de la Agricultura Ecológica en Gipuzkoa), Eneek (Consejo de Agricultura y Alimentación Ecológica de Euskadi) y Aranzadi, Sociedad de Ciencias con la que diseña un proyecto de pozo de control de anfibios. Cuánta buena gente junta, ¿verdad? Como en La Jungla de Calais.
(Igor Cubillo)
Karabeleko
karabeleko.org
Portu Auzoa, 34; 20120 Hernani (Gipuzkoa)
943 55 75 24
info@karabeleko.org
Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Tras firmar durante 15 años en el diario El País, entre 1997 y el ERE de 2012, Igor Cubillo ha logrado reinventarse y en la actualidad dirige la web Lo que Coma Don Manuel y escribe de comida y más cuestiones en las publicaciones Guía Repsol, GastroActitud, Cocineros MX, 7 Caníbales, Gastronosfera y Kmon. Asimismo, vuelve a firmar en El País y es responsable de Comunicación de Ja! Bilbao, Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor. También ha dirigido todas las ediciones del foro BBVA Bilbao Food Capital y fue responsable de la programación gastronómica de Bay of Biscay Festival.
Vagabundo con cartel, se dobla pero no se rompe, hace las cosas innecesariamente bien y ya han transcurrido más de 30 años desde que empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para Ruta 66, Efe Eme, Ritmo & Blues, Harlem R&R ‘Zine, Bilbao Eskultural, Getxo A Mano (GEYC), DSS2016, Den Dena Magazine, euskadinet, ApuestasFree, eldiario.es, BI-FM y alguna otra trinchera. Además, durante dos años colaboró con un programa de Radio Euskadi.
Como los Gallo Corneja, Igor es de una familia con fundamento que no perdonaría la cena aunque sonaran las trompetas del juicio final, si es que no han sonado ya. Sostiene que la gastronomía es el nuevo rock and roll y, si depende de él, seguiréis teniendo noticias de este hombre al que le gusta ver llover, vestirse con traje oscuro y contar historias de comida, amor y muerte que nadie puede entender. Eso sí, dadle un coche mirando al sol, una guitarra y una canción, una cerveza y rock and roll, y no le veréis el pelo más por aquí.
Tiene perfil en Facebook, en LikedIn, en Twitter (@igorcubillo) y en Instagram (igor_cubillo), pero no hace #FollowBack ni #FF.
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