Gorliz, una historia que contar y continuar
Bravo, reconfortante, evocador. Imposible imaginar Gorliz sin el mar que baña su litoral, besa su playa y azota sus acantilados. Su azul tiñe el horizonte de pescadores y paseantes, de vecinos, turistas y mareantes, e invita a tender aparejos sobre el agua helada para pescar la luna llena, sola, en la red plateada. Alberti no hubiera estado huérfano de inspiración aquí, como no lo están cuantos dibujan palabras, como hacía Rafael, en sus Encuentros Poéticos y Musicales.
Libre, caprichoso, refrescante. El aire pasea a sus anchas entre calles, callejas y rocas del cretácico medio-inferior, con una antigüedad de 100 millones de años. Convertido en viento, brinda compañía, peina cabelleras, salta la isla Billao y juguetea por las ruinas del fortín de Azkorriaga. Insustituible, da tregua en verano y templa en invierno.
Recia, cambiante, fértil. El azul del mar se funde con el verdor de los campos y la tierra se levanta, mira al cielo para dibujar la silueta del monte Ermua. Desde las alturas se divisan eucaliptales, encinares, robledales y pinares, también dunas e incluso algún viñedo. Vuela el avión roquero, inverna la lavandera pía, brinca la ardilla, se esconde la lagartija. Pasa la vida, esa que levantas sobre tus hombros.
Indomable, cálido, necesario. El mismo fuego que crea brasas a orillas del mar para deleite de los sentidos, borbotea en el astro rey y mira con especial cariño a Cabo Villano, convirtiendo ésta en la localidad vizcaína con más horas de sol. En objeto de deseo.
Gorliz, qué ver
La naturaleza ha sido por tanto generosa con Gorliz, y sus gentes han hecho el resto. Detalles como el referido a la insolación habrán supuesto una tentación a la hora de volcar recursos y entregarse al turismo de sombrilla, arena, chancleta y marmitako, pero la creatividad y el entusiasmo del gorliztarra superan la perogrullada y su imaginación ha compuesto una oferta de ocio y esparcimiento que rehuye tópicos y satisface a propios y extraños. Esos cuatro elementos que afloran en el arranque de este prólogo (mar, aire, tierra, fuego), unidos al ingenio humano moldean una serie de atractivos que, por supuesto, no pasa de puntillas por lo culinario.
Gorliz se escribe con G de Gastronomía y, como buenos vascos, sus moradores gustan de comer, forma parte de su cultura y son conscientes de que sentarse a la mesa trasciende el mero acto de alimentarse. Tal inclinación y deleite se plasman en actividades como el concurso anual de alubias, el célebre Octubre Gastronómico o las Jornadas Micológicas que animan el mismo otoño. ¿Aprieta la sed? Bebamos, pues, que a falta de vino buena es la birra, como acreditan la Muestra y la Feria de la Cerveza Artesanal, y también la veintena de variedades que prácticamente ha elaborado Tito Blas beneficiándose de las bondades del microclima local.
La bahía de Gorliz
Qué decir de su bella bahía, compartida con la vecina Plentzia, marco ideal para la contemplación, el paseo y la actividad física. Es el habitual punto de encuentro para senderistas y también para practicantes de marcha nórdica, triatlón, bodyboard y canicross. De ahí, a un paso de barbacoas y del antiguo Sanatorio Marino, surge el paseo al moderno faro y su blanca torre de 21 metros de altura, situada a su vez sobre un acantilado de otros 165 metros, lo que convierte a su linterna acristalada en la más elevada de la cornisa cantábrica. Y no son pocos los curiosos que buscan bunkers que resisten el paso del tiempo, guardando mil y una historias de temores y heroicidades, de pequeños sueños y grandes ausencias. Hasta un cañón de los años cuarenta del S.XX resiste en pie. ¡Bum!
Con tamaña riqueza, los emprendedores se las ingenian para aprovechar los recursos orográficos y paisajísticos del lugar y no faltan empresas de turismo activo, deporte y aventura planteando retos. ¿Te atreves a disfrutar con el coasteering? Combina senderismo, trepadas, saltos al agua, buceo y natación por acantilados y playas. ¿O prefieres hacer snorkel en la Cala de los Contrabandista, tras llegar a ella en piragua?
Cualquiera es buena excusa para conocer una historia que hay que contar y continuar, y de la que tú puedes ser protagonista. Basta con venir y vivir. Vive Gorliz.
(lo cuenta, Igor Cubillo)
PD: ‘Gorliz, una historia que contar y continuar’ no se trata de un publirreportaje, sino del prólogo del e–book interactivo que recopila artículos y vídeos de los blogueros que en octubre de 2017 participaron en distintas actividades del fin de semana gastronómico Dastatu Gorliz.
Periodista especializado en gastronomía y música. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Manager del foro BBVA Bilbao Food Capital, director de la weg Lo Que Coma Don Manuel, responsable de programación gastronómica de Mundaka Festival y responsable de Comunicación en Ja! Bilbao. Aún escribe de música en Kmon y de comida en 7 Caníbales, Gastronosfera, BiFM y Guía Repsol, y la buena gente de eldiario.es cuenta con sus textos coquinarios en distintas ediciones.
Vagabundo con cartel, se dobla pero no se rompe, hace las cosas innecesariamente bien y ha pasado la mayor parte de su existencia en el suroeste de Londres, donde hace casi 30 años empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para El País, Ruta 66, Efe Eme, Ritmo & Blues, Harlem R&R ‘Zine, Bilbao Eskultural, Getxo A Mano (GEYC), DSS2016, Den Dena Magazine, euskadinet, ApuestasFree y alguna otra trinchera.
Como los Gallo Corneja, es de una familia con fundamento que no perdonaría la cena aunque sonaran las trompetas del juicio final, si es que no han sonado ya. Y si es por él, seguiréis teniendo noticias de este hombre al que le gusta ver llover, vestirse con traje oscuro y contar historias de comida, amor y muerte que nadie puede entender. Eso sí, dadle un coche mirando al sol, una guitarra y una canción, una cerveza y rock and roll, y no le veréis el pelo más por aquí.
Ah, tiene perfil en Facebook, en Twitter (@igorcubillo) y en Instagram (igor_cubillo), pero no hace #FollowBack ni #FF. Se le resisten ciertas palabras y acciones con efe. Él sabrá por qué…
Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Tras firmar durante 15 años en el diario El País, entre 1997 y el ERE de 2012, Igor Cubillo ha logrado reinventarse y en la actualidad dirige la web Lo que Coma Don Manuel y escribe de comida y más cuestiones en las publicaciones Guía Repsol, GastroActitud, Cocineros MX, 7 Caníbales, Gastronosfera y Kmon. Asimismo, vuelve a firmar en El País y es responsable de Comunicación de Ja! Bilbao, Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor. También ha dirigido todas las ediciones del foro BBVA Bilbao Food Capital y fue responsable de la programación gastronómica de Bay of Biscay Festival.
Vagabundo con cartel, se dobla pero no se rompe, hace las cosas innecesariamente bien y ya han transcurrido más de 30 años desde que empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para Ruta 66, Efe Eme, Ritmo & Blues, Harlem R&R ‘Zine, Bilbao Eskultural, Getxo A Mano (GEYC), DSS2016, Den Dena Magazine, euskadinet, ApuestasFree, eldiario.es, BI-FM y alguna otra trinchera. Además, durante dos años colaboró con un programa de Radio Euskadi.
Como los Gallo Corneja, Igor es de una familia con fundamento que no perdonaría la cena aunque sonaran las trompetas del juicio final, si es que no han sonado ya. Sostiene que la gastronomía es el nuevo rock and roll y, si depende de él, seguiréis teniendo noticias de este hombre al que le gusta ver llover, vestirse con traje oscuro y contar historias de comida, amor y muerte que nadie puede entender. Eso sí, dadle un coche mirando al sol, una guitarra y una canción, una cerveza y rock and roll, y no le veréis el pelo más por aquí.
Tiene perfil en Facebook, en LikedIn, en Twitter (@igorcubillo) y en Instagram (igor_cubillo), pero no hace #FollowBack ni #FF.
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