Mesón El Centro (Puerto de Vega). Pescado, marisco y R&R de Mary
Un beso robado. La resurrección de Johnny Cash. Aquel último tren al ritmo de ‘Moon river’. Salvo la maleta en la puerta, un diagnóstico indigesto y visitas no programadas al camposanto, lo inesperado tiene siempre un gusto especial, aporta dulzor a tus labios, suena mejor y añade atractivo al recorrido que nos resta. Quizá por eso, precisamente, salí con especial sabor de boca de Mesón El Centro, porque dos horas antes no sabía de su existencia. De hecho, no tenía la menor idea de dónde iba a comer.
Les cuento que esa mañana, en realidad, me desperté en Ribadeo con idea de comer en La Solana, anotado en mi listado de misiones pendientes como lugar idóneo para “comer un buen pescado (estupendo pulpo)”, pero mientras desayunaba manifiestamente mal en un bar del pueblo, al tiempo que echaba un ojo al noticiario televisivo y el otro al diario de papel, decidí invertir la hora del vermú en recorrer tres pueblos que El Viajero Fisgón señalaba entre los más bellos de Asturias. A saber: Luarca, Puerto de Vega y Tapia de Casariego. Los cuatro (contando Ribadeo) se alinean a lo largo de 50 kilómetros, pensé verlos al tiempo que hacía el camino de regreso hacia Galicia y se me hizo tarde ya en Luarca, primera escala, reviviendo en su puerto costumbres e historias de arponeros astures, dura raza, señora del océano, domadora el viento y de la ola, rival del ballenato entre la espuma. Rumbo a Puerto de Vega (municipio de Navia), llamada a La Solana, comedor lleno: “Lo siento, estamos completos”. Sglubs. Cartelón de ensalada de cecina, arroz con bogavante y tarta de manzana en La Marina, todo por 25 euros, cualquiera se atreve. Sglubs, sglubs. Dos telefonazos urgentes, a Eufrasio Sánchez y Carmen Ordiz, y respuesta unánime: Mesón El Centro.
Dirigimos allí nuestros pasos y, sí, su pequeño comedor también estaba a rebosar, pero José Ramón Pérez, alias Mon, nos dijo que, si no teníamos prisa y no nos importaba ocupar una mesa alta, comeríamos. Dicho y hecho. Un trago en la barra, para hacer tiempo, y al rato estaba aupado a un taburete leyendo una frase de Ferran Adrià: “No se trata de ser mejor que otra persona, se trata de ser mejor de lo que eras tú mismo el día anterior”. Atinado aforismo que hace suyo la cocinera María Antonia Fernández, o simplemente Mary, artífice de una cocina sin barroquismos que respeta la tradición pero elude la monotonía añadiendo un plus, su toque personal, rock and roll lo llama ella.
“Cantábrico, Cantábrico, Cantábrico y más Cantábrico. O sea, producto con un punto de rebeldía, de ganas de darle un poco la vuelta a la cosa respetando siempre la tradición. Ésta es lo más importante, todo tiene que llevar su fondo, pero es una cocina súper sencilla, súper fácil y súper divertida”, ratifica Mary cuando le pregunto por la propuesta de un negocio especializado en pescados y mariscos. Tiene un cachopo, solomillo y tataki de ternera, “porque tienes que tener carne”, pero que nadie piense que allí se va a comer cordero y cochinillo, aunque se llame “mesón”.
“Quiero que la gente sepa a qué sabe la cocina de mamá, la cocina de antes, porque hay críos que conocen a qué sabe el tomate Solís, pero no a qué sabe una salsa de tomate de verdad. Ésa es la idea”, señala Mary mientras Mon, su pareja, descorcha una botella de Gramona La Cuvee Reserva 2014 (21€). Él “juega mucho con los vinos” y ella reescribe a diario la carta, pues depende de lo que haya en la lonja y en la huerta en cada momento. Guisantes, fabas, huevos ecológicos… y siempre marisco que “habla asturiano o gallego”.
Mucho ha cambiado la cosa en los 23 años que lleva Mary cocinando en este antiguo centro social. Primero no se atrevía más que con patatas bravas, chipirones, tortilla o croquetas de jamón pero, de tanto salir, fijarse y aprender, de tanto procurar mejorar día a día, ha puesto el negocio patas arriba, ha replanteado por completo la oferta, se centra en la despensa marina y hace gala de atrevimiento. Baja mucho al sur, por ejemplo, y ha intentado acercar su gastronomía al norte: cebiche de atún sobre un salmorejo de manzana con aire de sidra. ¿Fusión? Se ruboriza y dice: “a ver, yo no soy gran cocinera, soy una manipuladora de alimentos”. Y bien que los manipula. Y los cocina.
Carta de Mesón El Centro
A mi paso por El Centro pedí media ración de tentadoras y gratas croquetas de cigala y albariño (4€), y gustaron las zamburiñas (12€), de buen tamaño y sabrosas. Bien también los lomos de bocarte con tomatitos desecados (15€), produciendo contraste entre su dulzor y la agradable acidez del vinagre. Y encontré sobresalientes los salmonetes en tempura (20€), perfectos de punto, bien ricos, perfectamente desespinados y presentados de manera original, con los lomos convenientemente separados (apto para señoritos) y acompañados por un cuenco de fresa y canónigo que ayudaba a limpiar.
Me quedé con ganas de pedir rape a la plancha con crema de carabineros, y más cuando vi asomar el cabezón del crustáceo en una mesa aledaña, y mi partenaire tenía antojo de sargo (40€/kg.), que resultó prieto y satisfactorio, bien ejecutado a la plancha, hasta la guarnición decía cómeme. El fin de fiesta llegó con una torrija con crema de leche (4,50€).
Un acierto y una suerte el ir a parar a Mesón del Centro, la casa de Mon, discreto y eficaz él, y de Mary, locuaz, nerviosa, hacendosa, dicharachera y buena cocinera. Otra vez la serendipia, que no me abandona.
(Igor Cubillo)
Plaza Cupido, s/n; 33790 Puerto de Vega (Asturias)
985 64 85 67
Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Tras firmar durante 15 años en el diario El País, entre 1997 y el ERE de 2012, Igor Cubillo ha logrado reinventarse y en la actualidad dirige la web Lo que Coma Don Manuel y escribe de comida y más cuestiones en las publicaciones Guía Repsol, GastroActitud, Cocineros MX, 7 Caníbales, Gastronosfera y Kmon. Asimismo, vuelve a firmar en El País y es responsable de Comunicación de Ja! Bilbao, Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor. También ha dirigido todas las ediciones del foro BBVA Bilbao Food Capital y fue responsable de la programación gastronómica de Bay of Biscay Festival.
Vagabundo con cartel, se dobla pero no se rompe, hace las cosas innecesariamente bien y ya han transcurrido más de 30 años desde que empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para Ruta 66, Efe Eme, Ritmo & Blues, Harlem R&R ‘Zine, Bilbao Eskultural, Getxo A Mano (GEYC), DSS2016, Den Dena Magazine, euskadinet, ApuestasFree, eldiario.es, BI-FM y alguna otra trinchera. Además, durante dos años colaboró con un programa de Radio Euskadi.
Como los Gallo Corneja, Igor es de una familia con fundamento que no perdonaría la cena aunque sonaran las trompetas del juicio final, si es que no han sonado ya. Sostiene que la gastronomía es el nuevo rock and roll y, si depende de él, seguiréis teniendo noticias de este hombre al que le gusta ver llover, vestirse con traje oscuro y contar historias de comida, amor y muerte que nadie puede entender. Eso sí, dadle un coche mirando al sol, una guitarra y una canción, una cerveza y rock and roll, y no le veréis el pelo más por aquí.
Tiene perfil en Facebook, en LikedIn, en Twitter (@igorcubillo) y en Instagram (igor_cubillo), pero no hace #FollowBack ni #FF.
Leo a unos chalados que Satanás puede tentarnos para que pequemos, pero no puede obligarnos a pecar. Así que la familia Thate, capaz de hacernos caer una y otra vez en la tentación de la carne, le lleva ventaja al del rabo y los cuernos. Cómo resistirse en EIN PROSIT BILBAO a probar la tabla Bolueta, a base de speck (bacon) y schinkenspeck (jamón) secados y ahumados en la misma capital de la galaxia. Qué curioso el gusto de la salchicha bauernbratwurst, más cerca del chorizo criollo que de la frankfurt, servida con patata alavesa plancheada. De poste, solomillo de cerdo relleno con champis y salsa cazadora (jägersosse). Todo regado con cerveza bock de Löwenbräu, que armoniza rebién con las elaboraciones de Hermann, que tan bien cocina Alfredo.
Si comer es un placer y el placer es un pecado, pequemos y no nos arrepintamoa. Prost!
Prost!
Cuando faltan pocos días para que abra sus puertas el prometedor Eneko Bilbao en lo alto del Palacio Euskalduna, a buen seguro próximo referente de la capital de la galaxia, el domingo volví al parque de atracciones del enorme Eneko Atxa en Larrabetzu (Bizkaia maitea). Regresé al restaurante Azurmendi y nuevamente disfruté como un chiquillo con las emociones que brinda un menú impecable donde se unen técnica, producto y sabor, mucho sabor. Erizo, bogavante, castañeta, ostra, salmonete, guisante lágrima… Poca broma.
Instalaciones que dejan boquiabierto a cualquiera, un ‘paseillo’ que no cansa (picnic en jardín de haikus, visita a cocina, más tragos y bocados en el invernadero…), servicio eficaz, cariñosa bienvenida de Urko Mugartegui (exCenador de Amós) y notable selección de vinos a cargo del simpar Felipe Barbancho, luz y alegría para cualquier sala. Lo tiene tiene todo Azurmendi, pujanza, juego, bodega y gozadera, una suerte para Euskadi.