Un paseo gastronómico por Almería. Sus tapas, sus restaurantes, sus platos típicos y su materia prima
Almería ha sido elegida este año Capital Española de la Gastronomía, distinción que supone un reclamo y una oportunidad para conocer los productos y la cocina de ciertas zonas que, como en el caso que nos ocupa, no son tan conocidas a priori por su gastronomía. Como el resto de Andalucía, Almería tiene una variedad de tapas impresionante, sobre todo de pescado, pero quizá lo que más llama la atención es su materia prima. En cuanto a productos agroalimentarios, es una de las despensas de Europa con esos gigantescos invernaderos que, por cierto, se ven desde el espacio. El llamado “mar de plástico”, que se confunde con el mar de Alborán, va de la montaña hasta la costa en muchísimas zonas de la provincia, como El Ejido.
Las cosechas son notables, en parte por la cantidad de días de sol y en parte por la innovación agroalimentaria orientada a mejorar los cultivos bajo esos invernaderos, que es puntera en el mundo; no es casualidad que esta industria se conozca como el Silicon Valley almeriense. Esto hace que se obtengan unos productos agrícolas, verduras y frutas, de primera calidad que llegan a la mesa casi tan frescos como cuando se recogen. Es el caso de los famosos tomates raf, los pimientos o las berenjenas, de las que esta tierra es primer exportador mundial. Pero, además, las variedades dentro de cada verdura son innumerables, como en el caso de los tomates: cherry, raf, en rama… Si atendemos a los pescados, en la lonja de Almería se pescan jureles, potas, pulpos, gambas rojas (uno de los manjares de la gastronomía almeriense), besugo o el famoso gallo Pedro, uno de los platos más típicos de la cocina local, que se suele hacer frito.
Así, la cercanía del mar y del monte, con todos esos productos tan sanos y ricos que van prácticamente directos a los fogones, hace de la almeriense una cocina donde la materia prima es esencial, quizás más que la elaboración en sí. A esto se añade la variedad de aceites de oliva virgen extra (AOVE) de excelente calidad, como el de Castillo de Tabernas, una almazara situada en pleno desierto de Tabernas que posee una acidez muy baja (0,1%).
Con todo ello, comer aquí significa alimentarse sano, una dieta mediterránea, equilibrada con mucho pescado, verduras y aceite de oliva. De hecho, un empeño de la Capital Gastronómica es enseñar a comer de manera saludable a niños y adultos. Salud y cocina deben ir siempre unidas. Su apuesta por la materia prima autóctona se aprecia en la sede gastronómica instalada en pleno centro neurálgico de la ciudad, donde se celebran continuamente presentaciones de productos almerienses como aceites de oliva, vinos, panes y dulces (mantecados…), a través de los cuales se potencian diferentes zonas. Es el caso de la Alpujarra almeriense, poco conocida en comparación con la granadina, donde llaman la atención bodegas como la de Cristina Galvache y sus vinos de altura (cultivados a más de 1.100 metros) o panes genuinamente auténticos como los de Panadería Padules. En la sede también podemos asistir a showcookings y jornadas de maridajes varios, o participar en Rutas de Tapas.
De tapeo por Almería
Porque ir de tapas por el centro es otro de los atractivos de Almería, ir de local en local es divertido y permite probar un sinfín de comidas diferentes. El chérigan, rodaja de pan tostado con ajoblanco, tomate o alioli con atún o tortilla, es una de las más famosas; o las tapitas de bacalao con fritadilla (pisto), excelentes las de laa Peña Flamenca El Morato. También las patatas a lo pobre (sencilla pero sabrosísima tapa de patatas con huevo frito) que hay que probar en El Quinto Toro, un restaurante muy típico, dedicado al mundo taurino, donde preparan también ricas migas con sémola y boquerones fritos, un remojón de San Antón (especie de ensalada con patatas, tomate, atún y pimiento) muy aceptable y diferentes arroces (el equivalente a lo que llamamos paella en otras zonas de España), como el típico arroz con pulpo.
Siguiendo la ruta de tapas, no está mal elegir Casa Puga, una bodega fundada en 1870, la más antigua de Almería, donde nos sorprenderemos por su marco tan clásico y la cantidad de gente que se agolpa en la barra. Callejeando llegamos a otra bodega famosa, Las Botas, donde, aunque sea “facilón”, podemos decir que nos pondremos las botas comiendo más tapas de embutidos, morcilla de almendra, ensaladas y sobre todo, un ajoblanco riquísimo.
El ajoblanco
Casi no hay comida en Almería sin ajoblanco. Los almerienses lo añaden a muchos platos o lo comen simplemente con pan. Merece la pena comentarlo. Es una salsa densita que se puede elaborar en batidora o en plan tradicional, si tenemos paciencia, con mortero. Tiene almendras, ajos, sal, miga de pan, aceite de oliva y vinagre, todo triturado hasta que se haga una pasta. Pero, ¡cuidado!, el ajoblanco almeriense es espesito y no tiene nada que ver con el que se toma en sopa en otras zonas, acompañado de uvas o bolitas de melón.
La ruta puede continuar por las callejuelas del centro. Una buena idea es terminarla con un lugar mítico en la ciudad, una empresa familiar fundada en 1888, la pastelería y cafetería La Dulce Alianza, bonito nombre para un sitio acogedor donde probar dulces de todo tipo.
De mesa y mantel
Si lo que queremos es comer de mesa y mantel, no solo de tapas, si buscamos una comida más elaborada, también es posible encontrarla en Almería, aunque quizás no sea lo más genuino… En el restaurante Catamarán, en el Club Náutico de Almería y con consecuentes vistas al mar, la cocina es más tradicional. Tienen productos de calidad como el tomate raf servido con ventresca y hay un esfuerzo notable. El problema es que no siempre alcanzan un nivel alto en la preparación de los platos, como sucede con el gallo Pedro en tempura, donde el punto de fritura es exagerado. En Casa Sevilla, uno de los comedores más frecuentados por los locales, también podemos comer platos tradicionales como la presa ibérica, el calamar hecho con aceite de oliva y ajitos y, cómo no, un ajoblanco muy bien elaborado.
La cocina almeriense tiene platos de origen antiguo como el ravigote de zaramandoña, ensalada típica de Tabernas, en pleno desierto. De origen mozárabe, y en la línea de los remojones (ensaladas andaluzas de pescado y naranjas), lleva huevo cocido, tomate, pimiento deshidratado, cebolla asada, aceitunas, naranja y aceite de Módena. En Las Eras, donde su propietario Antonio Gázquez, intenta recuperar, desde hace ya años, las raíces de la comida autóctona, se sirve con arenque marinado en AOVE. El bacalao con fritadilla (ésta sabrosísima) y la olla de trigo, con garbanzos, morcilla y verduritas sobre espinazo de cerdo (demasiado copiosa con tantos ingredientes juntos), son otros platos típicos del lugar. El postre también tiene reminiscencias árabes; se trata de las talvinas, una especie de natilla con garrapiñada, fécula de maíz y miel, bien elaborada, pero apta sobre todo para paladares a los que les guste mucho el dulce.
Del mar a la montaña, productos de primera calidad, tapitas y mucha alegría, la gastronomía almeriense vive ahora su momento para hacerse visible. Almería vale una visita de descubrimiento culinario.
(Carmen Pineda)
Cuando un día, hace tiempo ya (más de lo que querría), decidí empezar a escribir, lo hice siguiendo mi primera pasión, el cine. Sin embargo, poco a poco descubrí también otros amores que compatibilicé, como el turismo, los viajes y, muy recientemente, la gastronomía. Comer es algo que nos gusta a todos, pero si encima te puedes deleitar aún más escribiendo de ello, es lo máximo. Disfruto descubriendo cosas nuevas, recetas, productos, historias sobre por qué comemos esto o lo otro. Todo un mundo del que intento impregnarme con paciencia, humildad y mucha ilusión.
no entiendo nada