«Hoy he comido en Toma y Daka, en plena Plaza Nueva de Bilbao (Bizkaia maitea). Lo he hecho junto a la barra, porque a algún empleado no le apetecía bajar las escaleras que conducen al atractivo y despoblado comedor subterráneo. Y he bebido Viña Pomal Selección del Enólogo Reserva 2014, porque al llevar camiseta de ‘Pulp Fiction’ el susodicho ha debido pensar que no podía pagar un espumoso más caro y atractivo, pues los había y no los ha señalado ni prescrito.

Después de mucha intrascendencia y mucha advertencia de proximidad que contemplo con escepticismo, puedo afirmar sin temor a equivocarme que lo mejor ha sido el postre, el hojaldre que he comido en Charamel, la pastelería internacional comandada por Nagore Ramos en el mismo Casco Viejo. Ahí lo dejo. Parece que hay poca novedad hostelera en el pulmón de las Siete Calles; si acaso, el mismo perro con distinto collar. Ay, Bilbao, cómo has cambiao…»

Publiqué estos dos inocentes párrafos iniciales en mi perfil personal de Facebook y la jauría de las RR.SS. recibió una semana después la orden de activarse, poner infructuosamente en duda mi profesionalidad y verter descalificaciones varias. Un ejercicio de patetismo patente habida cuenta de que los improperios corrían a cargo, entre otros amigos y empleados, de cocineros y asesores que trabajan para el mismo grupo y de la mujer que se presenta como encargada de personal de Hosteleros al Día, S.L., titular del fichero donde van a parar tus datos si haces una reserva en la web de Toma y Daka (y en la de Markina, La Olla, La Olla de la Plaza Nueva, Amaren, Víctor Montes, Zurekin, La Parada de Bilbao…). Todo muy cutre.

Matar al mensajero

Quizá viene a cuento decir aquello de que ladran luego cabalgamos, pero no deja de ser triste lamentar que el personal no distinga una opinión en Internet de una crítica gastronómica. Más cuando se trata de un simple relato de lo acontecido, al no haber juicio, valoración ni análisis severo en mis palabras. Si les parecen tan mal, lo que les irrita es su propio proceder, o más bien el hecho de que éste se dé a conocer. Preferirían silenciarlo, matar al mensajero, pero dudo que el acoso sea herramienta lícita para alcanzar objetivo alguno.

No cabe duda de que, sin mediar explicación, comimos junto a la barra y sus escasos clientes estando el comedor libre; es un hecho que el camarero no nos ofreció Ars Collecta 457 “porque cuesta 195 euros”, pues lo reconoció él mismo cuando nos íbamos; y resulta evidente que su gestión de este comentario personal, de este sucedido, ha sido impropia y faltona.

El bello y desaprovechado comedor de Toma y Daka (foto: Cuchillo)

Suscríbete al blog por correo electrónico

Introduce tu correo electrónico para suscribirte a este blog y recibir avisos de nuevas entradas.

Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Director de Suite, el único foro gastronómico sin cocineros de este país.

igorcubillo.com