Ur-Gatza (Bilbao). Algo tendrá el agua, cuando la bendicen
Podía haber escrito del restaurante Ur-Gatza hace mucho tiempo, tanto como dos años. Entonces acudí allí con uno de esos infames cupones de descuento y me puse de una mala leche del copón al comprobar que el ahorro prometido no era tal. De hecho, prácticamente, no había ninguna rebaja real; si acaso, te ‘invitaban’ a una copa de vino. Eso sí, valorada en casi 30 euros, me suena. Hice saber mi malestar al camarero, y éste despejó el balón como pudo. Dijo que no sabía si la responsabilidad era de su jefe o de la empresa de ofertas y, ¡fiu fiu!, procedió a servir el postre. Por eso me tiré varios meses sin repetir en el restaurante bilbaíno. Pero he vuelto y debo decir que la cocina de Igor Aguirre tiene algo. No en vano se curtió en Andra Mari (Galdakao), amplió miras en Mugaritz (Errenteria) y en 2002 fue señalado como campeón de España de jóvenes cocineros, junto a Eneko Atxa, patrón de Azurmendi. Algo tendrá el agua, cuando la bendicen. Digo.
De aquella primera experiencia recuerdo que salí con la sensación de que fue una comida anodina, desprovista de elementos memorables, ciertamente intrascendente; ojo, para estar valorada en casi 10.000 pesetas (otra pega de andar engañando con el valor real es ésa, el conducir a una visión equívoca de la relación calidad precio). Pero, a estas alturas, esa primera visita es un mal recuerdo, nada más. Ahora vuelvo cuando me apetece, sin la premura de tiempo de los cupones y comiendo lo que me da la gana. O, mejor dicho, lo que le apetece al chef de Urduliz, formado en la Escuela de Hostelería de Leioa. Porque la Academia Vasca de Gastronomía señala como especialidades arroz de senderuelas, rape en sopa de arroz y tempura de algas, y cochinillo crujiente con estofado de habas; y mi amigo el Gran Dakari me recomendó en su día la ensalada de bonito ahumado y el postre de cinco chocolates; pero lo cierto es que en la casa de Aguirre, activista slow food, ya no hay carta. Se ofrecen dos menús de 30,80€ (Hiri) y 45,10€ (Ur-Gatza), bodega aparte, y un tercero entre semana, una especie de menú del día que, por 19,25€ (Asteko, también sin bodega), incluye cuatro aperitivos/entrantes, un plato principal y postre. Ésta última es nuestra clara apuesta entresemana (el de 30,80 sólo le suma un plato), por esa fórmula opté en mi última visita, y comprobé que el paso de las semanas no afecta, prácticamente, a su composición. Echo en falta más renovación de platos, nuevas propuestas, aunque tampoco me extraña su cierto inmovilismo. Siempre a mediodía, y entresemana, en mi primera visita sólo fue ocupada mi mesa y otra; en mi segunda visita estuve solo, con mi acompañante; y en la tercera y, última, compartimos comedor cinco únicos comensales, repartidos en dos mesas.
Me detendré, precisamente, en esta ultima experiencia. Lo primero fue un gazpacho de remolacha que el chef recomienda beber a sorbos, sin cuchara, directamente de la taza. La ensalada líquida es gruesa, rica, se sirve bien fría y la envuelve un aroma grato e intenso. Buen arranque, incluso en días destemplados como estos; para calentar la tripa llegó acto seguido el pan de un pequeño productor de Zalla, al que dan la última cocción en el propio restaurante. De corteza gruesa, oscura y crujiente, sólo se echa en falta más miga para untar sin recato el chorretón de aceite de la ribera navarra que se verte, a cada comensal, en un pequeño cuenco.
El nivel subió con un salteado de hongos con emulsión de huevos encebollados, servido en copa de vermú y coronado por eneldo. Se utiliza caldo de carrillera para potenciar al hongo, pero lo que daba verdadera vida a la preparación era la riquísima emulsión, estupenda, que propiciaba el deseado contraste de texturas.
Luego llegó la pequeña ensalada marinada de atún rojo cortado a cuchillo, tres trozos de pescado sobre un sabroso tomate confitado, velouté de cucuma y lluvia de aceituna negra. Rica, oigan.
La cuarta propuesta volvió a ser una invitación a prescindir de los cubiertos. La tosta de pan de cristal con berenjena escalibada y roast beef, bien lustrosa, con la carne rojiza y brillante, y coronada por especia, se saboreaba mejor asida con la mano, como si fuera un pintxo.
Como plato principal se ofrecían dos opciones, una carne y un pescado. Éste era una propuesta habitual del local, merluza asada con tomate confitado y velouté de mar. Un plato sabroso, gracias a su acertado punto de cocción, pese a su delgadez. Todo sea dicho. Los carnívoros quizá prefieran la carrillera estofada con cremoso de patata, un plato que de tan extendido, y pese a su exquisitez, a lo mucho que me gusta, empieza a aburrirme. Se emplata junto a un leve puré y domina el plato con su tono oscuro y su brillantez.
Ninguna pega al postre, una rica combinación de sorbete de chocolate con galleta bretona, helado y kéfir. Y la cuenta ronda los 30 euros, por persona, sumados café y botella de Iñurrieta Cuatrocientos, un caldo navarro a base de cabernet sauvignon y merlot, uvas bien apreciadas por los franceses y cultivadas en este caso a 400 metros de altitud, que acompañó adecuadamente todo el menú.
En otras ocasiones hemos bebido allí Pies Negros, un vino de autor, de bodegas Artuke, que suma un 10% de graciano a la tempranillo; hemos catado sus croquetas de solomillo; el postre ha sido una combinación de chocolate, helado de naranja y espuma de cacao; y de carne hemos podido probar manitas de cerdo con vizcaína. Todo correcto, en un ambiente relajado, pese a lo pequeño que es el blanco y minimalista comedor, y bien atendidos en todo momento por un camarero que no escatima explicaciones, si se le solicitan. No diré que tendría que llenar a diario, pero tampoco comprendo que esté prácticamente vacío cada vez que traspaso su umbral. Igual afecta su no presencia en Internet (no encuentro ni web, ni TT, NI FB…), pero a ver si voy a ser yo el gafe…
(Igor Cubillo)
Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Tras firmar durante 15 años en el diario El País, entre 1997 y el ERE de 2012, Igor Cubillo ha logrado reinventarse y en la actualidad dirige la web Lo que Coma Don Manuel y escribe de comida y más cuestiones en las publicaciones Guía Repsol, GastroActitud, Cocineros MX, 7 Caníbales, Gastronosfera y Kmon. Asimismo, vuelve a firmar en El País y es responsable de Comunicación de Ja! Bilbao, Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor. También ha dirigido todas las ediciones del foro BBVA Bilbao Food Capital y fue responsable de la programación gastronómica de Bay of Biscay Festival.
Vagabundo con cartel, se dobla pero no se rompe, hace las cosas innecesariamente bien y ya han transcurrido más de 30 años desde que empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para Ruta 66, Efe Eme, Ritmo & Blues, Harlem R&R ‘Zine, Bilbao Eskultural, Getxo A Mano (GEYC), DSS2016, Den Dena Magazine, euskadinet, ApuestasFree, eldiario.es, BI-FM y alguna otra trinchera. Además, durante dos años colaboró con un programa de Radio Euskadi.
Como los Gallo Corneja, Igor es de una familia con fundamento que no perdonaría la cena aunque sonaran las trompetas del juicio final, si es que no han sonado ya. Sostiene que la gastronomía es el nuevo rock and roll y, si depende de él, seguiréis teniendo noticias de este hombre al que le gusta ver llover, vestirse con traje oscuro y contar historias de comida, amor y muerte que nadie puede entender. Eso sí, dadle un coche mirando al sol, una guitarra y una canción, una cerveza y rock and roll, y no le veréis el pelo más por aquí.
Tiene perfil en Facebook, en LikedIn, en Twitter (@igorcubillo) y en Instagram (igor_cubillo), pero no hace #FollowBack ni #FF.
Yo también fui ahí hace un par de años. Con un cupón de descuento. Con Pato, y luego subimos al festival BBK Live. Pasadas las horas pensé que no había estado la cosa muy bien y se me quitaron las ganas de escribir. Eso que Pato hizo fotos chulas. Aún las conservo. Recuerdo que arriba, en el festival BBK Live, hablamos con Igor y con Bego y a ella tampoco le había parecido ni bueno ni barato. A Bego le doy la razón. No sé si volver, el comedor me parece muy impersonal, las raciones escasas y el precio alto. Y no soy millonario. Ojalá.
Yo fui una vez, a probar el menú Hiri. Nos atendió (mesa de 4 amigotes) una camarera creo que argentina, que estaba entre ese puntito de «soysimpáticaperomesaleserborde» y directamente la bordería. De la comida no guardo ningún recuerdo en cuanto a sabores y calidad…en cuanto a cantidad y precio nos pareció caro. La ubicación no es la mejor y tampoco se dan bien a conocer…le auguro un futuro espeso.