Bodega Donostiarra (San Sebastián). A cualquier hora
A lo largo de mis frecuentes paseos por la capital guipuzcoana, he visto no menos de tres bares identificados como Bodega Donostiarra. Uno hace esquina en lo viejo, otro me lo topé en la calle Matia y el tercero se ubica en esa cuna de grandes hombres que es el barrio de Gros, a dos pasos del Kursaal y de La Zurriola. Y es este tercero el que me seduce, por lo que sirve y por su amplio horario, pues no cerrar cocina en una ciudad de hábitos afrancesados como Donostia, es una auténtica bendición. Caer en esa ciudad a las cinco de la tarde y no tener que resignarse a la ingesta de comida basura o de pintxos que llevan toda la jornada languideciendo, de charla con la clientela de las mil y una tascas, una verdadera satisfacción.
Queda dicho que los motores de Bodega Donostiarra rugen durante todo el día. De 9:30 horas a la medianoche, franja en la que uno puede solicitar cualquier plato de la carta; para comer in situ o para llevárselo a donde quiera, pues también atienden a los nómadas urbanos. Otro rasgo característico del lugar es ese algo atávico y satisfaciente del compartir mesas corridas, con quien sea que te toque. Aunque también existe la posibilidad de comer acodado en la barra o en las cuatro pequeñas mesas del fondo, que logran una atmósfera algo más ‘reservada’. Poco más.
Esas son algunas de las distinciones actuales de un local abierto, originalmente, en 1928 y que debe buena parte de su fama al tiempo en que fue regentado por Miguel Mendinueta y Pili Mintegi, quienes le imprimieron carácter y despacharon encurtidos, conservas y embutidos, a toda mecha y durante más de tres décadas, hasta finales de 2007. Los actuales gestores han limpiado su cara, pero han querido mantener esa esencia, y los llenos diarios dan fe de que la decisión ha sido acertada.
Así, al mostrador de este despacho de bebida y comida se acerca uno para disfrutar preparaciones sencillas, aquellas que retrotraen al referido tiempo en que muchos de los clientes de hoy acudían allí con sus padres. Entre sus pinchos es célebre el Indurain, que consta de cinco ingredientes, uno por cada Tour de Francia que ganó el ciclista de Villava: taco de atún, anchoa, guindillas, cebolleta y aceituna. Esa banderilla aglutina en un solo palillo todos los ingredientes de sus afamados «vinagres», una ración (8,10€, completa; 5,10€, media) a base de atún, piparrak, anchoa del Cantábrico, cebolleta y olivas. Otro must.
Esferificaciones y deconstrucciones, en otro tiempo, en otro lugar. Aquí entra mejor un mini completo, un pequeño bocadillo, una pulga, que encierra bonito, anchoas y guindillas. Otro homenaje a los sabores de antaño, a la austeridad y la armonía sin barroquismo, que, a la hora de pagar en euros (2,85€), evidencia eso de que los tiempos cambian que es una barbaridad.
Merece la pena probar la ensalada de «tomate del bueno», solo (7,75€; 4,75€) o acompañado de lascas de bonito, cebolleta y trozos de guindilla, y regado con aceite, para dar buena cuenta del pan (8,75€; 5,75€). Y también goza de gran predicamento la ensalada donostiarra (11,10€; 8,10€), a base de bonito, boquerones, sardinillas, anchoa, pulpo y piparrak.
La ensaladilla rusa es bien resultona, suave y agradable, y se despacha, empastada con mayonesa casera y tocada con anchoas, en platos de distinto tamaño, en formato pincho, media ración y ración (2,25€; 4,35€; 7,10€). Y, entre el resto de alternativas, nos seduce la posibilidad de probar en cualquier momento, sin ningún tipo de ceremonia, filetes de lengua de ternera en salsa (media, 3,90), rebozados y acompañados de guisantes; platos de callos y morros (7,95; 4,10); carne cocida con tomate (7,10; 4,10)… Guisos que son complemento perfecto para una copa de vino.
No todo es continuismo. Así, también hay quien acude atraído por el calor y el aroma de la brasa, aportación de la actual gerencia que permite ensartar trozos de entrecot (16,65€), de pollo (14,65) o de pulpo y langostinos (16,65), alternados con verdura, en solicitadas brochetas verticales. A la brasa, también se ofrece chuleta (35€/Kg.), solomillo (18,50€), merluza (14,95), parrillada de verdura (11,10), costilla de ternera (11,10) y huevos acompañados de virutas de jamón, patata y un pisto que nos recordó a la salsa para dipear (6,95).
Esta loa a mi punto de avituallamiento de referencia en Gros quedaría incompleta si no dijera que preparan, al momento, tortillas individuales (2€) y que en jornadas de labor también se puede cubrir el expediente con su plato del día (en mis últimas visitas, lubina a la brasa y ensalada de patata), por 9 euros, bebida y postre incluidos. Dicho lo cual, me imagino apurando el café y encaminando mis pasos hacia Sagüés, extremo de La Zurriola, arenal preferido por los surfistas; me siento en su murete, con los pies colgando sobre el mar, repaso con la mirada esa silueta de Donostia bañada por el mar y pido que los sueños se hagan realidad. En otro tiempo. En otro lugar.
(cada vez siente más, y piensa menos, iGOR cUBILLO)
Peña y Goñi, 13; 20002 Donostia (Gipuzkoa)
943 01 13 80
Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Tras firmar durante 15 años en el diario El País, entre 1997 y el ERE de 2012, Igor Cubillo ha logrado reinventarse y en la actualidad dirige la web Lo que Coma Don Manuel y escribe de comida y más cuestiones en las publicaciones Guía Repsol, GastroActitud, Cocineros MX, 7 Caníbales, Gastronosfera y Kmon. Asimismo, vuelve a firmar en El País y es responsable de Comunicación de Ja! Bilbao, Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor. También ha dirigido todas las ediciones del foro BBVA Bilbao Food Capital y fue responsable de la programación gastronómica de Bay of Biscay Festival.
Vagabundo con cartel, se dobla pero no se rompe, hace las cosas innecesariamente bien y ya han transcurrido más de 30 años desde que empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para Ruta 66, Efe Eme, Ritmo & Blues, Harlem R&R ‘Zine, Bilbao Eskultural, Getxo A Mano (GEYC), DSS2016, Den Dena Magazine, euskadinet, ApuestasFree, eldiario.es, BI-FM y alguna otra trinchera. Además, durante dos años colaboró con un programa de Radio Euskadi.
Como los Gallo Corneja, Igor es de una familia con fundamento que no perdonaría la cena aunque sonaran las trompetas del juicio final, si es que no han sonado ya. Sostiene que la gastronomía es el nuevo rock and roll y, si depende de él, seguiréis teniendo noticias de este hombre al que le gusta ver llover, vestirse con traje oscuro y contar historias de comida, amor y muerte que nadie puede entender. Eso sí, dadle un coche mirando al sol, una guitarra y una canción, una cerveza y rock and roll, y no le veréis el pelo más por aquí.
Tiene perfil en Facebook, en LikedIn, en Twitter (@igorcubillo) y en Instagram (igor_cubillo), pero no hace #FollowBack ni #FF.
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