Zazpi (Donostia). Un barcito que da de comer estupendamente
Esto tenía apuntado en mi agenda reservada a restaurantes pendientes: «Donostia. Zazpi. Un barcito que da de comer estupendamente. Plato del día, medios platos…». El soplo me lo dio el ínclito Mikel Corcuera, fui a comprobarlo y sólo puedo estarle agradecido. El Zazpi es eso, un bar donde se come sorprendentemente bien, cuando se acude sin grandes pretensiones. Allí se cocina con buen gusto, se atina en los pescados y se cuida la presentación, tanto que uno incluso olvida la frialdad del local, en el plano estrictamente estético, un sindiós que mezcla, en blanco y más tonos pálidos, madera, mármol, escayola y carpintería metálica.
La primera vez cuesta imaginar lo que allí se ofrece: he comido bien a gusto su sopa de pescado; me ha parecido rebueno el arroz cremoso con hongos, realmente cremoso y con acertado punto de cocción; tampoco se le pasa el pescado, que escolta con piperrada y grandes piparrak; y algo menos me gustaron las chuletillas de cordero, pero acompañadas de patatas compensaban sobradamente el desembolso realizado. Porque, ¿saben?, estoy hablando de platos del día que se despachan a 7 euros, en pleno centro de la capital guipuzcoana. Han leído bien. Se preparan tres cada jornada (primero, pescado o carne) y se puede combinar dos medias raciones de sendas propuestas. Esta última fórmula es mi preferida; así he disfrutado sopa de pescado y lumpo, o arroz y chuletillas, en raciones más que suficientes para aplacar el apetito. Con una caña la cuenta sube a 9 euros, pero también se puede pedir agua de grifo, en coqueta jarra, y no se mueve del siete, el nombre de la casa (zazpi, en euskera). Si se prescinde de postre y café, claro, que vamos a la carrera.
De su barra también me gusta el pincho de erizo de mar (2,50 euros), algún día sucumbiré a la tentación y pediré oreja guisada (2,30) o cubo de panceta glaseada (2,70), y sólo he tachado de mi lista la tapa de arroz negro (2,50), pues me pareció deslavazado, demasiado dependiente del montón de allioli.
No quiero que se me olvide señalar que el trato es bueno, el servicio ayuda al cliente e incluso esboza sonrisas, algo extraordinario en la cuna de los hostieleros. Así, el Zazpi, donde oficia Paul Arrillaga, un cocinero curtido en Illarra, Mirador de Ulía, A Fuego Negro, Grupo Bokado y Okendo, se me antoja un lugar idóneo para comer algo rápido, a gusto, sin grandes pretensiones, de manera informal. No seré yo quien le ponga una pega.
(Igor Cubillo)
San Marcial 7; Donostia (Gipuzkoa)
943 50 67 67
Periodista especializado en música, ocio y cultura. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). En el medio de la vía, en el medio de la vida, si hay suerte, tal vez. Ha pasado la mayor parte de su existencia en el suroeste de Londres, donde hace más de 20 años empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para Harlem R&R ‘Zine, Ruta 66, El País, Bilbao Eskultural, Ritmo & Blues, Getxo A Mano (GEYC), Efe Eme, Den Dena Magazine, Kmon, euskadinet y alguna otra trinchera. Prefiere los caracoles a las ostras. Qué tío. Anda que…
Ah, tiene perfil en Facebook y en Twitter (@igorcubillo), pero no hace #FollowBack ni #FF. Se le resisten ciertas palabras y acciones con efe. Él sabrá por qué…
Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Tras firmar durante 15 años en el diario El País, entre 1997 y el ERE de 2012, Igor Cubillo ha logrado reinventarse y en la actualidad dirige la web Lo que Coma Don Manuel y escribe de comida y más cuestiones en las publicaciones Guía Repsol, GastroActitud, Cocineros MX, 7 Caníbales, Gastronosfera y Kmon. Asimismo, vuelve a firmar en El País y es responsable de Comunicación de Ja! Bilbao, Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor. También ha dirigido todas las ediciones del foro BBVA Bilbao Food Capital y fue responsable de la programación gastronómica de Bay of Biscay Festival.
Vagabundo con cartel, se dobla pero no se rompe, hace las cosas innecesariamente bien y ya han transcurrido más de 30 años desde que empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para Ruta 66, Efe Eme, Ritmo & Blues, Harlem R&R ‘Zine, Bilbao Eskultural, Getxo A Mano (GEYC), DSS2016, Den Dena Magazine, euskadinet, ApuestasFree, eldiario.es, BI-FM y alguna otra trinchera. Además, durante dos años colaboró con un programa de Radio Euskadi.
Como los Gallo Corneja, Igor es de una familia con fundamento que no perdonaría la cena aunque sonaran las trompetas del juicio final, si es que no han sonado ya. Sostiene que la gastronomía es el nuevo rock and roll y, si depende de él, seguiréis teniendo noticias de este hombre al que le gusta ver llover, vestirse con traje oscuro y contar historias de comida, amor y muerte que nadie puede entender. Eso sí, dadle un coche mirando al sol, una guitarra y una canción, una cerveza y rock and roll, y no le veréis el pelo más por aquí.
Tiene perfil en Facebook, en LikedIn, en Twitter (@igorcubillo) y en Instagram (igor_cubillo), pero no hace #FollowBack ni #FF.
Doy fe. La propuesta de menú, al menos, excelente.
Aupa Igor! Sigo pensando que algo hay entre tú y yo… jejeje… He pasado mil veces por delante de ese bar, de hecho mi novia trabajaba en la agencia de viajes que estaba antes en el local de al lado (ahora cerrada) y siempre me daba qué pensar, porque la verdad es que por fuera no parece nada «fancy» y no tiene el aspecto del típico bar modernista de esos que diseñan ahora con grandes cristaleras, madera de palets o de tronco recién cortado, etc. Por lo que me preguntaba si alguien entraría en ese bar alguna vez, como compadeciéndole.
Además hacia las 8 de la tarde, hora a la que iba a buscar a mi novia a la salida del trabajo, siempre estaba con la persiana medio cerrada. Eso también me hacía pensar que no le debia ir nada bien el negocio, ¿un bar en la capital del pintxo cerrando a las 8?
Pues resulta que ya eres el segundo que lo recomienda. Además debe ser el bar donde van a comer los hosteleros donostiarras así que pueden dar mal de comer.
Me lo apunto yo también para hacer una visita porque vaya pinta tienen los platillos.