The Loaf (Donostia). Mucho más que una panadería
«Han abierto una panadería en La Zurriola». Así me enteré de la existencia de The Loaf Bakery, un proyecto de divulgación de la cultura del buen pan puesto en marcha por Nacho Bueno, Xabier de la Maza y Andoni Munduate. La sombra de La Salsera es alargada. Y el chivatazo no me lo dio un especialista en pan, ni un doctor en masa madre ni el sobrino de Dan Lepard, me lo dio el cuñado (el mío, no el de Dan Lepard), pero podía haberlo hecho cualquier amigo donostiarra. ¿Por qué? Porque el nuevo local llevaba ya unos días llamando la atención de vecinos y paseantes con su obrador a la vista, a pie de acera, con sus hornos, su instrumental y sus currelas, amasando, formando y horneando, a dos pasos. El Gran Hermano panarra.
Efectivamente, sus responsables han invertido la disposición clásica del negocio: han situado el obrador a la vista de todos los viandantes, en una esquina acristalada entre la Avenida de Zurriola y la calle Miguel Imaz, y han enterrado el comedor, lo han ubicado en un espacio subterráneo y alargado donde se dispone una media docena de mesas. Privar de vistas a la clientela se puede interpretar como otra muestra de su amor por el pan, de la importancia que dan al mismo, a su honesta elaboración y al objetivo que persiguen: «que conozcamos el pan que consumimos todos los días y que éste sea de excelente calidad». Loable, aunque las razones de su distribución hayan podido ser otras; lo desconozco.
Pero The Loaf es mucho más que una panadería; cualquier aficionado a la gastronomía se sentirá cómodo en un espacio donde no sólo se cuida el pan, también el café y la cerveza. Ésta la compran a DouGall’s, exclusivamente, y es posible tomar medias pintas (280 ml, 2,50 euros), botellines de tercio (3 euros) y pintas (560 ml, 4 euros) de Leyenda, Raquera, 942, 942 IPA y Tres Mares. El café, por su parte, está a cargo de Javier García, hasta cinco veces Campeón de España de baristas; lo sirven, de primeras, sin azúcar ni cucharilla. La cultura del café precisa estos sacrificios. ¿Y el vino? Su carta evita limitarse a los cuatro riojas de saldo; allí puedes libar cava (Chenine brut), blancos (hondarribi zuri, godello, chardonnay, gewürztraminer), rosado (garnacha), tintos (nero d’avola con merlot, garnacha, tempranillo, graciano), dulce (palofino fino con Pedro Ximénez) y la limonada de Palacio de Canedo. Las copas, entre 1,80 y 3,50 euros; las botellas, entre 10 y 22,50.
En The Loaf uno puede simplemente tomarse un café o una cerveza al tiempo que compra el pan para casa o los dulces que preparen ese día (brownie, carrot cake, cookie, blondie, bizcocho, muffin…), sin más, pero también puede descender una estrecha y angosta escalera y ocupar el referido comedor. Allí, en el sótano, la carta es breve, pero suculenta, y cambia a diario, con lo cual incrementan los alicientes para volver cualquier otro día. Los capítulos de ensaladas (de calabacín con pipas y aliño de calabaza, 3,50 euros), sopas (crema de calabacín con crème fraiche, 3,50 euros) y postres (bizcocho de almendra y naranja con salsa de chocolate, 3,50 euros) suelo pasarlos por alto, pero sí me quedé con ganas de probar la ración de patatas fritas con salsa barbacoa y mahonesa (2,50 euros). Para picar me decanté por los aros de cebolla con mostaza de miel (2,50) y me alegro. Ellos, grandes, tiernos, sabrosos, vistosos. Ella, deliciosa, suave, bien agradable al paladar, gustosa; para untar los dedos. En cuanto a los sandwiches, responsabilidad de Michael Broadbent, yo me planté allí después del concierto de Sharon Jones & The Dap Kings en el Kursaal (a tiro de piedra) y pude escoger entre tres, todos a 6 euros: kimchi, ensalada de huevo, anchoas y kow choy (cebollino chino), en chapata; berenjena caponata con ricotta casero; cerdo asado con ensalada de col, pepino y salsa barbacoa, en bollo.
Tenía el día viajero y opté por el primero, tan internacional con sus evocaciones orientales, y me plantaron un bocadillo enorme, consistente, suculento y apetecible. Pese a la dificultad que entrañaba hincarle el diente, por voluminoso, y las posibilidades de mancharse, por jugoso y pringoso. Fue divertido, una servilleta no fue suficiente, los ingredientes estaban en su punto y la combinación, ajena a los tópicos bocadillistas, resultó atinada. Se me hizo un tanto pesada la digestión, sí, pero era de noche, allí había comida para dos y nunca se sabe cómo puede reaccionar el kimchi, exponente de la comida coreana, que no es otra cosa que col fermentada.
Señores y señoras, fermentado es sinónimo de bueno, y en The Loaf lo saben. Por eso ponen en un pedestal al pan, a la cerveza e incluso al kimchi. Además, es San Sebastián, una ciudad lastrada por los horarios franceses y los precios esotéricos, y ellos atienden nada menos que hasta las 23:00 horas y tienen precios más que razonables. Ya tengo otro sitio de cabecera cuando me encuentre en Gros, quiera algo informal, asequible y de calidad, y no me deje caer por la Bodega Donostiarra.
(Igor Cubillo)
Avenida Zurriola, 18; 20002 Donostia-San Sebastián (Gipuzkoa)
943 26 50 30
The Loaf Bakery es fruto de una larga historia de amor cuyo origen se remonta a 2009, cuando el bilbaíno Ibán Yarza impartió sus primeros cursos de pan en The Glutton Club. El siguiente paso fue la publicación, en 2011, de la edición en castellano del libro ‘Hecho a mano’, de Dan Lepard, en traducción de Yarza y bajo el sello Glutton Books. Y en 2012 abrieron durante tres meses The Loaf in-a-box, una panadería pop up, con la colaboración del propio Lepard.
Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Tras firmar durante 15 años en el diario El País, entre 1997 y el ERE de 2012, Igor Cubillo ha logrado reinventarse y en la actualidad dirige la web Lo que Coma Don Manuel y escribe de comida y más cuestiones en las publicaciones Guía Repsol, GastroActitud, Cocineros MX, 7 Caníbales, Gastronosfera y Kmon. Asimismo, vuelve a firmar en El País y es responsable de Comunicación de Ja! Bilbao, Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor. También ha dirigido todas las ediciones del foro BBVA Bilbao Food Capital y fue responsable de la programación gastronómica de Bay of Biscay Festival.
Vagabundo con cartel, se dobla pero no se rompe, hace las cosas innecesariamente bien y ya han transcurrido más de 30 años desde que empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para Ruta 66, Efe Eme, Ritmo & Blues, Harlem R&R ‘Zine, Bilbao Eskultural, Getxo A Mano (GEYC), DSS2016, Den Dena Magazine, euskadinet, ApuestasFree, eldiario.es, BI-FM y alguna otra trinchera. Además, durante dos años colaboró con un programa de Radio Euskadi.
Como los Gallo Corneja, Igor es de una familia con fundamento que no perdonaría la cena aunque sonaran las trompetas del juicio final, si es que no han sonado ya. Sostiene que la gastronomía es el nuevo rock and roll y, si depende de él, seguiréis teniendo noticias de este hombre al que le gusta ver llover, vestirse con traje oscuro y contar historias de comida, amor y muerte que nadie puede entender. Eso sí, dadle un coche mirando al sol, una guitarra y una canción, una cerveza y rock and roll, y no le veréis el pelo más por aquí.
Tiene perfil en Facebook, en LikedIn, en Twitter (@igorcubillo) y en Instagram (igor_cubillo), pero no hace #FollowBack ni #FF.
2 Comentarios
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soy fan 😀
Ya somos dos, Marta. Y seguro que alguno más.
La fermentación, la calidad y la originalidad me parecen tres apuestas que deberían ser caballo ganador.
Abrazo.