Casa Nicolás (Tolosa). Donde se reverencia a la chuleta
Es fantástica la gastronomía. Todo lo que produce placer e invita a pecar, sin contravenir la propia voluntad, acostumbra a serlo. Dicho lo cual, habrá que precisar, advertir e incluso protestar porque hoy día también hay mucha tontería alrededor de ella. Mucha vaguedad, mucho alcahuete, mucho bloguero, mucha vanidad, muchos intereses, mucha endogamia, mucho tarambana, mucha gente que no distingue un besugo de una dorada, mucho reality show, muchos sueños rotos, mucho iluso. Tanto, que el mismísimo Ferran Adrià ha tenido que mediar para aportar un poco de cordura al recordar que «la cocina es un oficio durísimo» en el que todo no es tan bonito como lo pintan, «ni se gana tanto dinero».
Por supuesto, el mundillo de la carne no es una excepción en dicha perversión. Detrás de la txuleta hay mucho correveidile que, con la autoridad que otorgan la Wikipedia y tres búsquedas en Google, ensalza como el no va más las cintas de los bueyes del Esla, los fichajes de José Gordón para El Capricho, el wagyu, el kobe… Sin olvidar la tan socorrida raza rubia gallega, de la cual se envían regularmente dosis seminales a países como Polonia, Lituania, México y Uruguay; por su sabrosura, sí, y por su alta capacidad de crecimiento, también. Y, claro, es tendencia afirmar que la carne de buey es siempre mejor que la de vaca. Siempre. Dónde va a parar.
Luego resulta que vas a Casa Nicolás y levitas un poco, arañas el mismo cielo y ves tres o cuatro galaxias al llevarte a la boca una vaca danesa. Toma ya. Ni buey, ni japonés, ni gallego. Mucho listo es lo que hay.
Ésa es una de las conclusiones que saqué tras mi última visita a ese tempo tolosarra (aka tolosano) donde se rinde culto a la chuleta. La carne seleccionada para la ocasión, con abundante grasa infiltrada, lucía más bella que el más fotogénico corte de ternera de Hida; su sabor era magnífico; su textura estupenda, bien tierna, desprovista de toda ternilla, como ya adelantaba su marmoleo o marmoleado; y el punto de cocción excelente. No en vano, Pedro Ruiz lleva treinta años seleccionando escrupulosamente el género, a simple vista, y comandando esa parrilla donde no más se arriman chuletas. Desde el retiro de su padre, Nicolás Ruiz, quien inauguró el restaurante a principios de los años sesenta, junto a su esposa, Pepita Elizondo, y tras abandonar el bar Montetxe. Hasta que tome definitivamente el timón su hijo, el afable Xabier Ruiz, quien ya asume con éxito cuotas de protagonismo.
La experiencia y la especialización han convertido a Casa Nicolás en un lugar de obligada peregrinación donde el género se mira con lupa, ya se ha dicho, y se presenta de modo singular. Las piezas se meten en la parrilla bien reducidas, recortadas grasa y el mismo hueso, para evitar llamaradas y molestas humaredas. Y a la hora de emplatar no se laminan, se dividen según el número de comensales que hay; un trozo, perfectamente cocinado, para cada uno. Un acierto.
La chuleta (53,90-60,50€/kg.) es, por tanto, la verdadera estrella de la casa, el principal motivo por el que uno atraviesa el umbral de ese lustroso asador, totalmente reformado hace tres años. Por eso la carta es reducidísima y sólo ofrece la posibilidad de comer antes cuatro entrantes bien sencillos: unas anchoas en salazón (8,25€) que dicen «cómeme»; rico lomo de Jabugo (7,70€) con un toque ahumado de lo más atractivo; espárragos de la localidad navarra de Sartaguda (13,20€); y un bacalao fresco (15,40€), sobre cebolla y pimiento verde del piquillo, que está bien bueno. De acompañamiento, ensalada verde (2,20€) y unos pimientos rojos del piquillo confitados (6,60€) la mar de buenos. A modo de cierre, cinco postres entre los cuales destaca la tarta de queso (7,70€).
No hace falta más. A Casa Nicolás se va a comer chuleta y, a ser posible, con la cabeza cubierta por un sombrero, para quitárselo, con reverencia, cuando Pedro o Xabier arrimen a la mesa el esperado corte de vaca vieja, que habrá pasado hasta media hora inclinado sobre una suave brasa.
(se quita la txapela ante la carne de Casa Nicolás, Igor Cubillo)
web de Asador Casa Nicolás
Avenida Zumalacárregi 7; 20400 Tolosa (Gipuzkoa)
943 65 47 59
Latitud: 43.135318 / Longitud: -2.073447
«Desde su comienzo, Nicolás (Ruiz) estableció unos conceptos de calidad que hoy en día Pedro sigue llevando a rajatabla. Tal es el nivel de exigencia que en caso de no encontrar una carne que satisfaga su criterio el restaurante optará por no abrir».
Eso se señala en la página web de Casa Nicolás y, por lo visto, no se trata de un farol. Ya permaneció cerrado alguna noche el pasado mes de agosto. No se andan con chiquitas, los Ruiz.
Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Tras firmar durante 15 años en el diario El País, entre 1997 y el ERE de 2012, Igor Cubillo ha logrado reinventarse y en la actualidad dirige la web Lo que Coma Don Manuel y escribe de comida y más cuestiones en las publicaciones Guía Repsol, GastroActitud, Cocineros MX, 7 Caníbales, Gastronosfera y Kmon. Asimismo, vuelve a firmar en El País y es responsable de Comunicación de Ja! Bilbao, Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor. También ha dirigido todas las ediciones del foro BBVA Bilbao Food Capital y fue responsable de la programación gastronómica de Bay of Biscay Festival.
Vagabundo con cartel, se dobla pero no se rompe, hace las cosas innecesariamente bien y ya han transcurrido más de 30 años desde que empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para Ruta 66, Efe Eme, Ritmo & Blues, Harlem R&R ‘Zine, Bilbao Eskultural, Getxo A Mano (GEYC), DSS2016, Den Dena Magazine, euskadinet, ApuestasFree, eldiario.es, BI-FM y alguna otra trinchera. Además, durante dos años colaboró con un programa de Radio Euskadi.
Como los Gallo Corneja, Igor es de una familia con fundamento que no perdonaría la cena aunque sonaran las trompetas del juicio final, si es que no han sonado ya. Sostiene que la gastronomía es el nuevo rock and roll y, si depende de él, seguiréis teniendo noticias de este hombre al que le gusta ver llover, vestirse con traje oscuro y contar historias de comida, amor y muerte que nadie puede entender. Eso sí, dadle un coche mirando al sol, una guitarra y una canción, una cerveza y rock and roll, y no le veréis el pelo más por aquí.
Tiene perfil en Facebook, en LikedIn, en Twitter (@igorcubillo) y en Instagram (igor_cubillo), pero no hace #FollowBack ni #FF.
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