La Gresca (San Sebastián). Alejada de tópicos locales
Hace poco debuté en un bar de la calle Fermín Calbetón, bien acompañado, y mi partenaire le inquirió a la responsable de barra que me sacara su propuesta imprescindible, aquel bocado que no debería dejar de probar en dicho establecimiento. La amable camarera sugirió “sin duda” un ceviche y a mí se me calló el alma a los pies. ¿De verdad es ésa la preparación más representativa de un negocio de raciones y pintxos al momento radicado en el corazón de la parte vieja donostiarra? Cómo no lamentarlo yo que, como mi amigo Juanjo López (La Tasquita de Enfrente), me alineo con la consigna “menos ceviches, más escabeches”; yo que, en sonada comparecencia pública, regalé un titular al lamentar que en Bilbao sea más fácil encontrar y comer un ceviche que una porrusalda.
Tenía que contarlo, aunque fuera en estas líneas dedicadas a otro protagonista, a La Gresca, uno de esos locales comandados por una serie de jóvenes que, poco a poco, van configurando una oferta global con matices digamos alternativos, pasión por los vinos naturales, un mobiliario austero y ningún boato. Concretamente, fueron cuatro exalumnos del Basque Culinary Center (Maite, Nora, Didac y Daniel) quienes en julio de 2021 abrieron en el barrio de Gros este pequeño restaurante donde dan rienda suelta a una cocina desenfadada e indicada para la feliz compartición.
La carta es corta, lo cual facilita la elección, y se agradece la posibilidad de comer medias raciones, así como vinos por copas. Lástima que su a priori interesante bodega no incluya un solo espumoso según método champenoise, únicamente ancestrales, y una pena también el eau de croquet que te recibe y el hecho de que no haya aire acondicionado o éste permanezca apagado en agosto. Preferí comer en la calle, sobre la acera, sin mantel, con servilleta de papel y calzando la mesa con un kleenex usado.
La distancia de la bodega a La Gresca
En dicho escenario, y alternando tragos elaborados con distintas uvas (xarel-lo, macabeu, parellada, giro, syrah, garnacha, verdoncho) y a diferentes distancias (las referencias de la referida carta líquida se ordenan en función de “la distancia recorrida desde la bodega a La Gresca), trascurrió un estreno que arrancó con hummus de alubia, limón fermentado y talos fritos (11 €). Pelín grasa esa especie de totopos y algo plana esa crema; por algo el original se elaborará con el redondo y contundente garbanzo. Digo yo.
Fue mi elección en un breve apartado de “Snacks” completado con patatas bravas, piparras fritas y embutidos Maskarada, de exclusivo cerdo euskal txerri. Luego, tocó escoger entre los siete “Platos” principales. Salieron cuatro medias. Los puerros confitados (8,50 €) resultaron un tanto sosos, por falta de sazón, y del original aliño, que incluía vinagreta, lentejas y huevo cocido, sólo chirriaba el aporte de la frambuesa. El apartado salado mejoró definitivamente con dos preparaciones de pescado: bonito en tempura acompañado de cebolla al PX (11 €), nuevamente original, sabroso y con fritura bien ejecutada; y la singular fórmula de rape con mantequilla de pimentón y vainas (14 €), con el pescado desprovisto de su firmeza y vestido con un fondo picante.
Sin tacha también el rabo de ternera guisado (12 €), tierno, meloso, seductor y escoltado por ‘gajos’ de briñón glaseado. Y, de postre, una combinación de higos, menta y mascarpone de elaboración ‘casera’ (6 €) que resultó anodina quizá por una generalizada falta de dulzor. Y es que la carencia puntual de intensidades, de carácter, de un poquito de sal aquí y de más bixigarri allá, es la principal pega cuando La Gresca abandona por momentos el camino de la convicción.
Si mejoran las condiciones de confort en el interior (aromas, temperatura…), se antoja un buen lugar para esquivar penas entre amigos con su agradable servicio, su ausencia de ínfulas y su apuesta por la sencillez y una gastronomía que procura esquivar tópicos locales.
Bermingham, 23; 20001 Donostia – San Sebastián (Gipuzkoa)
+94 943 42 65 65
Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Tras firmar durante 15 años en el diario El País, entre 1997 y el ERE de 2012, Igor Cubillo ha logrado reinventarse y en la actualidad dirige la web Lo que Coma Don Manuel y escribe de comida y más cuestiones en las publicaciones Guía Repsol, GastroActitud, Cocineros MX, 7 Caníbales, Gastronosfera y Kmon. Asimismo, vuelve a firmar en El País y es responsable de Comunicación de Ja! Bilbao, Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor. También ha dirigido todas las ediciones del foro BBVA Bilbao Food Capital y fue responsable de la programación gastronómica de Bay of Biscay Festival.
Vagabundo con cartel, se dobla pero no se rompe, hace las cosas innecesariamente bien y ya han transcurrido más de 30 años desde que empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para Ruta 66, Efe Eme, Ritmo & Blues, Harlem R&R ‘Zine, Bilbao Eskultural, Getxo A Mano (GEYC), DSS2016, Den Dena Magazine, euskadinet, ApuestasFree, eldiario.es, BI-FM y alguna otra trinchera. Además, durante dos años colaboró con un programa de Radio Euskadi.
Como los Gallo Corneja, Igor es de una familia con fundamento que no perdonaría la cena aunque sonaran las trompetas del juicio final, si es que no han sonado ya. Sostiene que la gastronomía es el nuevo rock and roll y, si depende de él, seguiréis teniendo noticias de este hombre al que le gusta ver llover, vestirse con traje oscuro y contar historias de comida, amor y muerte que nadie puede entender. Eso sí, dadle un coche mirando al sol, una guitarra y una canción, una cerveza y rock and roll, y no le veréis el pelo más por aquí.
Tiene perfil en Facebook, en LikedIn, en Twitter (@igorcubillo) y en Instagram (igor_cubillo), pero no hace #FollowBack ni #FF.
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