Urrutxuko Erretegia (Muxika). Generoso, rico y económico
Si un día de labor decides perderte por los montes que resguardan la entrada a la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, si andas de paso por el cambio de rasante del barrio de Urrutxua y, más aún, si haces el correspondiente stop en la encrucijada que señala 30 kilómetros a Bilbao, 14 a Durango, 11 a Gernika, 7 a Munitibar, 5 a Zugastieta y otros tantos a Mendata, merece la pena traspasar el umbral de Urrutxuko Erretegia. Lugareños y currelas, muchos entrados en años y vascoparlantes, y más gente sin impostura volverán la cabeza para ver quién deja entrar la corriente. Toma asiento, conversa y disfruta de la sencillez, eso tan complicado de encontrar. Vivimos tiempos de hueco barroquismo, también en gastronomía.
El negocio cuenta con dos grandes comedores aparte, pero, sin que sirva de precedente, prefiero ponerme cómodo en una de las cinco mesas que se ubican frente a la barra del bar, en un espacio recogido, pelín ruidoso y junto al fuego bajo, con la calidez que aporta una gran chimenea junto a la cual se apila la leña, bajo la televisión prendida. Media decena de mesas vestidas con mantel y servilletas de tela, de cuadros verdes y blancos, aunque parapetados por un segundo lienzo de papel. Manda narices que haya que subir al monte para encontrar un menú del día con mantelería de tela…
Ya acomodado, pondrán sobre la mesa una gran jarra con agua del grifo, también un cesto con pan y te cantarán lo que hay, una relación de platos sencillos, exponentes de la cocina tradicional vasca, de etxekoandre, servida en raciones generosas, a cambio de 10€. El pasado miércoles había, de primero, alubias rojas, sopa de pesado, ensaladilla rusa, ensalada mixta. De segundo, filete, merluza rebozada, callos, pimientos rellenos de rape. De postre, arroz con leche, flan, yogur, fruta, milhojas, tarta de manzana.
Pese a encontrarme en pleno monte, en las faldas del Oiz, no escogí ensalada, opté por sopa de pescado, uno de esos indicadores clásicos de la calidad de una cocina. Me sacaron un perolo, lo dejaron junto a mí, para que repitiera las veces que quisiera, y así hice. Siete u ocho cazos, un par de buenos platos, dragando bien el fondo, para extraer pequeños trozos de pescado y cuatro chirlitas. Suficientes tropiezos para hacer más sustancioso un caldo ya de por si muy gustoso, y sembrado de hebras. La
sopa me satisfizo, me gustó mucho su sabor y su regusto levemente picante, derivado de la pimienta, y tuve oportunidad de comer unas pocas alubias. Mi partenaire pidió eso y le pusieron también un buen bol frente a ella. Alubias para repetir, con caldo cremoso y, a modo de sacramentos, un chorizo sin mucha gracia (desnaturalizado, de tan desengrasado que estaba), una pequeña morcilla y varios trozos de tocino. También gustaron las judías; llegaron un tanto sosas, pero eso es pecado venial; tiene fácil arreglo, pues basta pedir un salero y aportar su alegría, e imagino que, vista la avanzada edad de varios comensales, la apuesta es cuidar a la clientela, que aún debe aguantar varios años al pie del cañón.
Los segundos platos cumplieron. Estaban ricos los dos trozos de merluza, aunque yo hubiera puesto más celo en la tarea de desespinar, y les acompañaba un pimientito rojo y una rueda de limón. Los callos tampoco defraudaron, aunque no eran los mejores que yo haya comido, estaban pelín tiesos y, desprovistos de tropiezos, hubieran agradecido un poco de bixigorri, de picantito.
Aquí reparé en que habíamos bebido media botella de Castillo de Arteaga (Bodegas Irazabal), el vino de mesa que llegó acompañado de otra botella, ésta de gaseosa, que no tocamos. Y aún di algún sorbo más con el postre. El milhojas que pedí tenía el hojaldre apelmazado, estaba seco, no estaba a la altura de tan soberbia joya repostera, aunque le saqué provecho con el café a 1 euro. Y frente a mí disfrutaban con la tarta de manzana, rústica y riquísima, compuesta por abundante crema, confitura y almendras tostadas fileteadas que le daban un agradecido toque crocante.
Con todo, salimos con la satisfacción de comer bien, en cantidad, sin rastro de postureo (sólo yo sacaba fotos a la comida, imagínense qué paraíso) y dando vueltas a qué mal y qué caro comemos tantas veces en la ciudad. Así que, ya sabes, si decides perderte por los montes que resguardan la entrada a la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, si andas de paso por el cambio de rasante…
(le encanta comer bien y barato, a Igor Cubillo)
Urrutxua auzoa, 23; 48392 Muxika (Bizkaia)
94 625 45 26
Periodista especializado en música, ocio y cultura. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). En el medio de la vía, en el medio de la vida, si hay suerte, tal vez. Ha pasado la mayor parte de su existencia en el suroeste de Londres, donde hace más de 20 años empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para Harlem R&R ‘Zine, Ruta 66, El País, Bilbao Eskultural, Ritmo & Blues, Getxo A Mano (GEYC), Efe Eme, Den Dena Magazine, Kmon, euskadinet y alguna otra trinchera. Prefiere los caracoles a las ostras. Qué tío. Anda que…
Ah, tiene perfil en Facebook y en Twitter (@igorcubillo), pero no hace #FollowBack ni #FF. Se le resisten ciertas palabras y acciones con efe. Él sabrá por qué…
Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Tras firmar durante 15 años en el diario El País, entre 1997 y el ERE de 2012, Igor Cubillo ha logrado reinventarse y en la actualidad dirige la web Lo que Coma Don Manuel y escribe de comida y más cuestiones en las publicaciones Guía Repsol, GastroActitud, Cocineros MX, 7 Caníbales, Gastronosfera y Kmon. Asimismo, vuelve a firmar en El País y es responsable de Comunicación de Ja! Bilbao, Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor. También ha dirigido todas las ediciones del foro BBVA Bilbao Food Capital y fue responsable de la programación gastronómica de Bay of Biscay Festival.
Vagabundo con cartel, se dobla pero no se rompe, hace las cosas innecesariamente bien y ya han transcurrido más de 30 años desde que empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para Ruta 66, Efe Eme, Ritmo & Blues, Harlem R&R ‘Zine, Bilbao Eskultural, Getxo A Mano (GEYC), DSS2016, Den Dena Magazine, euskadinet, ApuestasFree, eldiario.es, BI-FM y alguna otra trinchera. Además, durante dos años colaboró con un programa de Radio Euskadi.
Como los Gallo Corneja, Igor es de una familia con fundamento que no perdonaría la cena aunque sonaran las trompetas del juicio final, si es que no han sonado ya. Sostiene que la gastronomía es el nuevo rock and roll y, si depende de él, seguiréis teniendo noticias de este hombre al que le gusta ver llover, vestirse con traje oscuro y contar historias de comida, amor y muerte que nadie puede entender. Eso sí, dadle un coche mirando al sol, una guitarra y una canción, una cerveza y rock and roll, y no le veréis el pelo más por aquí.
Tiene perfil en Facebook, en LikedIn, en Twitter (@igorcubillo) y en Instagram (igor_cubillo), pero no hace #FollowBack ni #FF.
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