Txuleta (Donostia). Disfrutar más allá de la txuleta
Había pasado en más de una ocasión por delante del bar restaurante Txuleta, pues su ubicación es privilegiada, en el corazón de Lo Viejo, a un paso de la calle 31 de Agosto, en la misma entrada de la plaza de La Trinidad, donde se celebran destacados conciertos durante el Jazzaldia donostiarra. Este mismo año, dentro de sólo dos semanas, actuarán allí Ellis Marsalis , Branford Marsalis, De Johnette, Steve Coleman & Five Elements, José James, Steps Ahead, Bobo Stenson y Diana Krall. Y aunque mi anhelo es retirarme a una choza con amplio y bien sonorizado porche donde, pasada la edad del rock and roll, poder escuchar mi no menos extensa colección de discos de jazz, la verdad es que no fue la música la que me llevó por primera vez al negocio comandado por Ander Esarte desde marzo de 2007; dada su doble condición de restaurante y bar de pintxos, mi tímido estreno allí fue acodado en su barra, recomendada por un amigo que me sugirió pedir crujiente de morcilla. Me debió gustar, pues repetí días después, y recientemente he terminado dos veces en su comedor acristalado, decorado con un mural de la bahía, pintado a mano por el artista Raúl Alonso, donde se aprecian el monte Ulía, la isla Santa Clara y los edificios alineados frente a La Concha. Eso sí, las dos me he empeñado en salir satisfecho sin probar sangrante la txuleta que le ha dado popularidad (no en vano, se impuso en dos ediciones del Concurso Nacional de Parrilla organizado en el marco del Congreso San Sebastián Gastronomika), y en ambas ocasiones lo he logrado. No es Esarte un cocinero que busque encasillarse, pese al nombre del negocio y al mucho juego que le da el producto en cuestión.
En mi penúltima visita la comanda se abrió con unas ricas croquetas de txuleta que comercializa Gesalaga, la fábrica de precocinados que está detrás del aparente éxito fulgurante de Croqueta Y Presumida. Siguió una ensalada que distribuía ventresca, cebolla y cuadraditos de piparra (aka guindilla) sobre una cama de pimiento rojo. Y el pulpo a la parrilla llegó acompañado de patata sin sal y cubierto por aceite, pimentón y escamas de sal; un toque gallego.
Se comían con facilidad los pimientos rellenos de txuleta, y encontré el foie con hongos y habitas demasiado embadurnado; si no hay otro remedio, mejor reducción de Jerez que de Módena para aderezar un plato que presenta un pedazo generoso de hígado sobre un buen puñado de habas y trozos de seta, terminados con perejil picado.
No me fui de allí sin comer más carne, eh. Evité la txuleta, pero hinqué el diente a un rico entrecot que se presenta ya cortado en láminas, bajo una buena cantidad de ajo y acompañado de patata panadera. Leche frita con helado puso el punto final a una jamada que me permitió comprobar su destreza a la hora de despachar cocina tradicional vasca, condicionada por la temporada y sin excesivas complicaciones. “Sin sofisticaciones”, como ellos mismos proclaman. Ni falta que hacen.
La última vez, en cambio, quise probar la novedad que Ander, cocinero forjado en los fogones de Zapatari, Arzak, Akelarre, Hotel Aránzazu, La Rampa, Castillo de Monjardín y Txistu, incorporó a su carta hace unos meses: entrecot de atún. Hubo un tiempo, no muy lejano, en que éste no era muy bien visto en el País Vasco; todas las amatxus insistían en decir que lo realmente bueno era nuestro bonito del norte, ideal para criar chicarrones (del norte, claro) fornidos y sanotes. En su ideario gastronómico, el atún se situaba en categoría inferior, pero mucho han cambiado las cosas en los últimos años. De tanto ir a Euskádiz, hemos aprendido a valorar sus artes de pesca, con la almadraba por bandera, y nos empieza a resultar familiar el despiece del túnido, el sonido del ronqueo, con su sucesión de atractivos nombres antaño desconocidos: morrillo, tarantelo, mormo, contramormo, descargamento, espineta…
Esa sentada más reciente, mucho más frugal, volví a beber Heras Cordón, el rioja (tempranillo, graciano y mazuelo) recomendado por la casa, y comencé con unos espárragos a la parrilla que explotaban la armonía entre el sabor del fruto, el aceite y la sal. Siguió con el referido entrecot de atún, acompañado de pimiento verde, que realmente encaja con todo; tomate asado, que le va de maravilla al pescado; y ajo, que realmente parece estar de más. Mucho más graso y sabroso el de mi partenaire que el mío, pese a la apariencia, lo cual lleva a pensar que podría tratarse de dos cortes distintos (entre los más de 20 que tiene el pez), o que incluso dentro de una misma pieza caben diferencias significativas. Qué más quieren que les diga al respecto, cuando entrar en comparaciones con las excelencias probadas en Antonio (Zahara de los Atunes) y El Campero (Barbate) sólo estropearía el relato. Uno acude al Txuleta y se ahorra el viaje y el alojamiento a 1.000 kilómetros de distancia, y puede poner punto final con la correspondiente torrija de Semana Santa. Cómo pasa el tiempo.
(Igor Cubillo)
Restaurante Txuleta
txuletarestaurante.com
31 de Agosto, 40 (Plaza de La Trinidad); Donostia – San Sebastián
943 44 10 07
Mi empeño en las dos visitas al restaurante Txuleta, en plena parte vieja de San Sebastián, ha sido no comer la txuleta de viejo que tan bien preparan allí, buscar alternativas a lo obvio. Por esas cosas le da a uno con la edad. No obstante, tomé buena nota de las indicaciones que en el mismo comedor se exhiben para preparar en condiciones esa delicia: “Dejar madurar la carne de 25 a 30 días en la cámara, cortar el txuleton y dejarlo a temperatura ambiente cuatro horas”. En cuanto al género, se puede adquirir en el propio bar, donde una cámara frigorífica, bajo jamones de Hinojales (Huelva) con la etiqueta Esarte Select, exhibe piezas de carne envasada al vacío, jamón ensobrado y latas de conserva (paté, mejillones…). Hala, id prendiendo la llama…
Periodista especializado en música, ocio y cultura, incluida la gastronomía. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). En el medio de la vía, en el medio de la vida, si hay suerte, tal vez. Hace las cosas innecesariamente bien y, puestos a hablar, colabora con Radio Euskadi (‘La Ruta Slow’), dirige Lo Que Coma Don Manuel, aún escribe de música en Kmon y la buena gente de eldiario.es cuenta con sus textos coquinarios en distintas ediciones locales.
Vagabundo con cartel, ha pasado la mayor parte de su existencia en el suroeste de Londres, donde hace más de 20 años empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para El País, Ruta 66, Efe Eme, Ritmo & Blues, Harlem R&R ‘Zine, Bilbao Eskultural, Getxo A Mano (GEYC), Den Dena Magazine, euskadinet y alguna otra trinchera.
Como los Gallo Corneja, es de una familia con fundamento que no perdonaría la cena aunque sonaran las trompetas del juicio final, si es que no han sonado ya.
Ah, tiene perfil en Facebook y en Twitter (@igorcubillo), pero no hace #FollowBack ni #FF. Se le resisten ciertas palabras y acciones con efe. Él sabrá por qué…
Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Tras firmar durante 15 años en el diario El País, entre 1997 y el ERE de 2012, Igor Cubillo ha logrado reinventarse y en la actualidad dirige la web Lo que Coma Don Manuel y escribe de comida y más cuestiones en las publicaciones Guía Repsol, GastroActitud, Cocineros MX, 7 Caníbales, Gastronosfera y Kmon. Asimismo, vuelve a firmar en El País y es responsable de Comunicación de Ja! Bilbao, Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor. También ha dirigido todas las ediciones del foro BBVA Bilbao Food Capital y fue responsable de la programación gastronómica de Bay of Biscay Festival.
Vagabundo con cartel, se dobla pero no se rompe, hace las cosas innecesariamente bien y ya han transcurrido más de 30 años desde que empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para Ruta 66, Efe Eme, Ritmo & Blues, Harlem R&R ‘Zine, Bilbao Eskultural, Getxo A Mano (GEYC), DSS2016, Den Dena Magazine, euskadinet, ApuestasFree, eldiario.es, BI-FM y alguna otra trinchera. Además, durante dos años colaboró con un programa de Radio Euskadi.
Como los Gallo Corneja, Igor es de una familia con fundamento que no perdonaría la cena aunque sonaran las trompetas del juicio final, si es que no han sonado ya. Sostiene que la gastronomía es el nuevo rock and roll y, si depende de él, seguiréis teniendo noticias de este hombre al que le gusta ver llover, vestirse con traje oscuro y contar historias de comida, amor y muerte que nadie puede entender. Eso sí, dadle un coche mirando al sol, una guitarra y una canción, una cerveza y rock and roll, y no le veréis el pelo más por aquí.
Tiene perfil en Facebook, en LikedIn, en Twitter (@igorcubillo) y en Instagram (igor_cubillo), pero no hace #FollowBack ni #FF.
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