Gusta Kai Eder por la tranquilidad del local, sus ventanales con vistas a la ría y a la playa, y los precios de sus menús.
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Hogaño el negocio del Bibi se divide en tres campos: hostal, el bar y el restaurante. Desde la acera las cristaleras del comedor suelen mostrar un interior a menudo lleno. Sí, el Bibi y el glamour son antagónicos, aunque hay que reconocerle cierto carisma.
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Escribo esto mientras recuerdo lo mal que comí recientemente en el Restaurante Chino Mandarín, en Plentzia.
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Calamares en su tinta, por Román Gutiez (Recetas para una cuarentena #17)
Ibidem (Castillo Siete Villas). La fantasía low cost de Rubén Abascal
Herriko Taberna de Ubide. Puente con Italia y Canarias
La precariedad del periodismo y la vacuidad del influencer
Bizkarra lanza trufas de sidra, txakoli y licores vascos
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