A Fuego Negro (Donostia). Mola el concepto
Como diría el genial Manuel Manquiña, discutamos el concepto con el fin de discutirlo. ¿A qué viene acordarse de ‘Airbag‘ a estas alturas de la película? A lo siguiente: me gusta, mucho además, el concepto de A Fuego Negro, un ejercicio de osadía en una ciudad tan conservadora como Donostia; pero lamento, también, lo cara que me sale cada visita. Lo digo tranquilo, pues intuyo que a sus responsables no les pillará por sorpresa, ya que en sus propios vídeos promocionales echan a un cliente del local por responder «poquísimo y pequeñísimo», a la pregunta ¿cómo se come aquí? Además, sus precios hay que contextualizarlos en una ciudad, y en una zona de dicha ciudad, donde aún no ha explotado la burbuja. Dicho lo cual, me quedaré con el concepto.
A Fuego Negro es un despacho de tapas de autor donde refulgen la imaginación, el ánimo provocador y la incuestionable creatividad de Edorta Lamo, un evadido de las Bellas Artes y del teatro que dice encontrar inspiración en recuerdos, viajes, productos, técnica y música. Él, enfant terrible de la cocina en miniatura, regenta, junto a su hermana Amaia García, una tasca alternativa que podría ser no más un reducto del underground de no ser porque acostumbra a estar de bote en bote.
Sigamos con los piropos: lo cierto es que es un lugar diferente, cuenta con una oferta diferenciada, y la conjunción de buen gusto musical y originalidad de sus creaciones le hacen merecedor de una visita. Sin lugar a dudas. La diferencia es un valor a reivindicar en este mundo plano, estandarizado, atestado de gente cortada por el mismo patrón, sin inquietudes ni curiosidad; y ellos cuentan con ella. La estética está lograda y su gusto por la música negra es patente (hasta han tuneado el logotipo del sello Stax, para convertirlo en Gildax), lo que convierte el suyo en un espacio atractivo. No obstante, uno no va a un bar de pintxos para dejarse ver, para practicar el postureo. Al menos, no debería ser así. Pero, oh, además de imagen, aquí hay muchas cosas recomendables que llevarse a la boca. Al tiempo.
Uno entra en A Fuego Negro y, aunque se agradece que dispongan de alguna cerveza artesana (caso de la local Gross), es complicado dar con un vino a precio razonable, lo que es un gran handicap, un inconveniente de aúpa. En el caso de los «vinos muy personales y con mucha personalidad», y en el de los «klasikorros». El PVP de algunas copas bordea lo esotérico, que diría aquel. Entre los más baratos, Mysti, syrah de Montsant, a 2,60 euros. Y, aun así, es fácil dejarse atrapar, entrar en el juego que propone el cocinero, al leer en pizarras los originales nombres de las tapas: Navaja con sangre, Conejo conajo, Endibia kotxina, Ballesta al cesto, Mocete llorando… Tiene su punto.
Al fondo del local hay habilitado un pequeño comedor donde los precios incluso se incrementan y se ofrecen, también, menús degustación por 35 y 50 euros. Demasié. Lo más habitual, en un lugar tan informal, es hacerse un hueco en su barra, sus taburetes o sus mesas, para dar cuenta de un picoteo a capricho. Sin las ataduras de las fórmulas ya preconcebidas, ni la obligación de afrontar tamaño desembolso, y comiendo lo que realmente apetece.
Para empezar, se puede optar por unos kits de picoteo (8,50 euros) que combinan anchoas, ajos, tomatitos asados, salmón, queso Idiazabal, manzana verde… Yo en una ocasión pedí un combinado de bonito, cebolla roja y piparras (guindillas); la vajilla resultó tan coqueta como incómoda e inapropiada, pues a falta de una base sólida volcó con las pinchadas y se derramó parte del aceite, y el precio me pareció desproporcionado. O la cantidad escasa. Tanto monta, monta tanto.
Es muy divertida la presentación del conejo conajo (3,90), servido en cuenco coronado con una imagen del célebre logo diseñado por Art Paul para Playboy, realizada con leche infusionada en ajo. Es la nota ‘picante’ de una reinvención del tradicional conejo al ajillo. ¿En qué consiste ésta? El animal lo deshuesan, le ponen un majado, lo meten en un molde y lo cuecen a baja temperatura, resultando unos dados de conejo deshuesado que posteriormente saltean con ajos encurtidos y mini zanahorias. Se baña todo en un jugo reducido de conejo y se corona con el guiño a las chicas de Hugh Hefner.
Seso y pensamientos (3,50) resulta una acertada combinación de sesos de cordero, asados y glaseados con mantequilla, y flores; un juego de palabras que, acompañado con puré de nabo, resulta sabroso y bello, atractivo en el plano estético.
Entre los clásicos del local figuran las aceitunas rellenas de vermouth, reinterpretación del clásico aperitivo que, como sucede en el Baret de Miquel Ruiz, es reducido e invertido; es la esencia del vermú la que se introduce gelificada en el interior de la aceituna. Lamentablemente, sólo se despachan por docenas, a nada menos que 6,50 euros; en coquetos estuches de huevos de codorniz, eso sí. Un entretenimiento más atractivo por el apartado visual, y el concepto en sí, que por otra cosa.
Otro clásico son las llamadas black rabas (6,50), un aperitivo a base de txipiriones en su tinta. El guiso se tritura, para obtener una masa que posteriormente es congelada en moldes a modo de pequeñas rosquillas (como si fueran Filipinos) que, finalmente, se fríen en tempura y se ensartan de cinco en cinco en un tenedor clavado en taco de madera.
En mis incursiones también he probado el bakailu enkarbonao (3,90), bacalao tiznado de negro y acompañado de falsas pepitas de pimiento, al que tildaré de bueno. Al comer el sabroso arroz de algas y aceitunas (3,50) he cerrado los ojos, apretando con fuerza, y he fantaseado con la idea de estar en Aponiente con mi chica. Y me ha parecido una timada el revival de gamba, huevo y mayonesa (3,85), la clásica banderilla, aunque se comiera también el palillo. Igual que considero cara (3,90) la pequeña navaja que, ya troceada, se acompaña con alga codium y sangrecilla de cordero.
Más. No me han dicho gran cosa la caja de porrupatatathai (3,75), que su amigo David de Jorge presentó como «gure etxeko noodles»; ni la endibia tintada de rojo con migas de leche (3,50). He encontrado demasiado sencilla la ensalada de espinacas, pulpo y aceituna negra (4,10), donde la escasez de molusco se suplía con láminas de champiñón. Y más me ha gustado la muy demandada Makcobe with txips (3,90), hamburguesa con su carne poco hecha y sus rodajas de plátano, a modo de acompañamiento. Muy txik, las txips.
Como se puede ver, realmente merece la pena dejarse caer por ahí y sorprenderse. De vez en cuando. Aunque sólo sea alguna vez, pues superado el referido factor sorpresa, el lugar pierde parte de su atractivo, como esos espectáculos de magia de los que ya conocemos los trucos, tras haberlos visto en más de una ocasión. Aunque, insisto, considero injusto no recomendar una propuesta gastronómica tan divertida, bien pensada y hasta cierto punto incluso transgresora como la de A Fuego Negro, pues me gusta (el concepto, recuerden), pero entiendo que no es un garito al que acudiría a diario. O sí (qué lío), será por dinero…
(dedica estas líneas a los labios ausentes y a los grandes bluseros, Igor Cubillo)
A Fuego Negro
31 de agosto, 31; Donostia – San Sebastián (Gipuzkoa)
650 135 373
info@afuegonegro.com
El precio, es mal. Siendo objetivos, así valorarían la oferta de A Fuego Negro los críticos de la Guía Pirelli que aparecen en su hilarante vídeo promocional. [youtube=http://www.youtube.com/watch?v=AnrgWUN1vdM&w=520&rel=0]
Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Tras firmar durante 15 años en el diario El País, entre 1997 y el ERE de 2012, Igor Cubillo ha logrado reinventarse y en la actualidad dirige la web Lo que Coma Don Manuel y escribe de comida y más cuestiones en las publicaciones Guía Repsol, GastroActitud, Cocineros MX, 7 Caníbales, Gastronosfera y Kmon. Asimismo, vuelve a firmar en El País y es responsable de Comunicación de Ja! Bilbao, Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor. También ha dirigido todas las ediciones del foro BBVA Bilbao Food Capital y fue responsable de la programación gastronómica de Bay of Biscay Festival.
Vagabundo con cartel, se dobla pero no se rompe, hace las cosas innecesariamente bien y ya han transcurrido más de 30 años desde que empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para Ruta 66, Efe Eme, Ritmo & Blues, Harlem R&R ‘Zine, Bilbao Eskultural, Getxo A Mano (GEYC), DSS2016, Den Dena Magazine, euskadinet, ApuestasFree, eldiario.es, BI-FM y alguna otra trinchera. Además, durante dos años colaboró con un programa de Radio Euskadi.
Como los Gallo Corneja, Igor es de una familia con fundamento que no perdonaría la cena aunque sonaran las trompetas del juicio final, si es que no han sonado ya. Sostiene que la gastronomía es el nuevo rock and roll y, si depende de él, seguiréis teniendo noticias de este hombre al que le gusta ver llover, vestirse con traje oscuro y contar historias de comida, amor y muerte que nadie puede entender. Eso sí, dadle un coche mirando al sol, una guitarra y una canción, una cerveza y rock and roll, y no le veréis el pelo más por aquí.
Tiene perfil en Facebook, en LikedIn, en Twitter (@igorcubillo) y en Instagram (igor_cubillo), pero no hace #FollowBack ni #FF.
3 Comentarios
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Kaixo,
sobre todo calidad, y si concepto acompaña, mejor. Se quedaron en 5° de bellas artes de la UPV: demasiada palabrería, por que el bacalao (!el sagrado bacalao!), estaba revenío. Y no una, si no dos.
Ya no vuelvo.
Estimada Ana, lamento tus experiencias en A Fuego Negro.
Desde luego, la calidad es lo primero a tener en cuenta, siempre.
Gracias por compartirlo con LQCDM.
Un saludo.
Siempre he creído que es de necios confundir calidad con precio. Pero coincido con la apreciación sobre el «concepto» porque de buenos conceptos no se vive ni se come. Un ejemplo: hamburguesa de ternera asturiana, de pintxo pote, el jueves en Posada de Llanes, Asturias, con quinto de cerveza Mahou, por dos euros. Le preguntamos al barero si con ese precio ganaba y nos dijo que sí, pero poco, y que servía de enganche para que acudieran clientes otros días.
MacKobe en el Afuegonegro una hamburguesita de Wagyu, una raza bovina originaria de la ciudad japonesa de Kobe con sus bueyes alimentados con cerveza y masajeados diariamente con sake templado, 3 euros con sesenta céntimos.
En cata a ciegas, de una carne y de la otra más de uno no sabría cual es el buey VIP y cual el paisano. Así que, como trato de valorizar mi dinero, me gusta el concepto pero consumo en otro lado. Y tan amigos, sin acritud. Yo, en el vídeo, sería el tipo al que echan del bar.