Tedone (Donostia). Decepción en el restaurante vegetariano
Había escuchado que Tedone era el mejor restaurante vegetariano de la capital guipuzcoana, y tenía ganas de probarlo. Se esconde al final de la calle Corta, en el prieto plano de Gros, algo alejado de los focos de atracción turística de la ciudad, y luce un aspecto austero, al borde del descuido; desde la misma fachada, adornada con su cartel de Mahou, dos taburetes, un tonel para que se acoden los fumadores, una mesa plegable plegada y apoyada contra la pared, y un panel con nueve papeles que anuncian la oferta del local. El interior es también sobrio, y algo oscuro, pero, por algún motivo, esa penuria estética, esa rara sostenibilidad basada en la ausencia de adornos superfluos, la asocio a la cultura vegetariana. Ninguna pega, por ese aspecto. De hecho, según leo en Internet, hay quien califica el espacio de romántico, indicado para parejas in love. Sobre gustos, ya saben, no hay nada escrito.
El camarero lucía una imagen que no desentonaría con la de los miembros de Doctor Deseo. Y, hablando de música, me gusta que en los restaurante suene de la buena. De fondo, sin molestar, interrumpir ni despistar. Y en Tedone me encantó, pese a los problemas de reproducción: Wilco, Lou Reed… Pero cuando la música es lo mejor de la velada, tenemos un problema. En este caso, un chasco verde.
Pronto sonreí con una anotación de la carta: «Carne, ecológica o no, según existencias». Pero menos gracia me hizo el arroz rojo integral, con verduras y tofu (‘queso’ de soja) a la plancha, era vistoso y abundante, pero estaba muy (muy) salado. Mucho. Y lo dice alguien contrariado por la tendencia actual a cocinar soso. La mitad quedó en el plato y nadie preguntó el motivo. Hubiera agradecido un «¿qué tal estaba al arroz?», como se inquirió a un orondo caballero que ocupaba mesa anexa y había rebañado el plato, el tío. Viva la hipertensión arterial. El otro primero que tuve oportunidad de probar fue cereales integrales con ensalada de germinados y vinagreta de sésamo. De nuevo hay que aplaudir la presentación, la presencia, pero resulta que los lingotes de cous-cous y compañía eran bien sosos, sin alma. Y tampoco ayudaba el montón de lechuga, zanahoria en juliana, maíz dulce…
La comida continuó con hamburguesas de seitán (preparado alimenticio a base de gluten de trigo) artesanal, con verduras y brotes de soja. Tenían un sabor grato, pese a su sequedad, pero se lo debían al rebozado. Y lo mejor fue la ventresca de atún con tomate seco y coulis de pimienta verde. Es muy complicado estropear una ventresca, a no ser que se cometa la torpeza de resecarla. No fue el caso, pero se presentó en un charco de aceite que hacía perder efectividad al clásico acompañamiento de cebolla confitada y patata panadera. ¿Y el tomate? ¿Y el coulis?
La impresión, a esas alturas de la comida, ya era poco (nada) positiva, y no mejoró con los postres; ni con un flojísimo y desleído yogur artesano, ni con la inexpresiva tarta de zanahoria. Basta cruzar el Urumea y acercarse a Koh Tao o Botanika Kafe para comer una mejor.
Un buen día lo tiene cualquiera, sí (¿o era al revés?), pero hay que exigir mucho más a un vegetariano, a la comida vegetariana, si queremos combatir los no pocos sambenitos que le cuelgan, los prejuicios que lastran su demanda. Que si aburrida, que si insípida… Y sí, fue un menú del día por el que pagamos únicamente 32,50 euros (dos personas, incluida botella de Uxue -garnacha de Navarra- y dos cafés), pero es que si llegan a aplicarnos los precios de la carta (entre 10 y 12 euros cada plato), hubiera habido un problema de orden público. Y no es plan.
(le gusta la comida vegetariana, a Igor Cubillo)
Corta, 10; 20001 Donostia-San Sebastián (Gipuzkoa)
943 27 35 61
Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Tras firmar durante 15 años en el diario El País, entre 1997 y el ERE de 2012, Igor Cubillo ha logrado reinventarse y en la actualidad dirige la web Lo que Coma Don Manuel y escribe de comida y más cuestiones en las publicaciones Guía Repsol, GastroActitud, Cocineros MX, 7 Caníbales, Gastronosfera y Kmon. Asimismo, vuelve a firmar en El País y es responsable de Comunicación de Ja! Bilbao, Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor. También ha dirigido todas las ediciones del foro BBVA Bilbao Food Capital y fue responsable de la programación gastronómica de Bay of Biscay Festival.
Vagabundo con cartel, se dobla pero no se rompe, hace las cosas innecesariamente bien y ya han transcurrido más de 30 años desde que empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para Ruta 66, Efe Eme, Ritmo & Blues, Harlem R&R ‘Zine, Bilbao Eskultural, Getxo A Mano (GEYC), DSS2016, Den Dena Magazine, euskadinet, ApuestasFree, eldiario.es, BI-FM y alguna otra trinchera. Además, durante dos años colaboró con un programa de Radio Euskadi.
Como los Gallo Corneja, Igor es de una familia con fundamento que no perdonaría la cena aunque sonaran las trompetas del juicio final, si es que no han sonado ya. Sostiene que la gastronomía es el nuevo rock and roll y, si depende de él, seguiréis teniendo noticias de este hombre al que le gusta ver llover, vestirse con traje oscuro y contar historias de comida, amor y muerte que nadie puede entender. Eso sí, dadle un coche mirando al sol, una guitarra y una canción, una cerveza y rock and roll, y no le veréis el pelo más por aquí.
Tiene perfil en Facebook, en LikedIn, en Twitter (@igorcubillo) y en Instagram (igor_cubillo), pero no hace #FollowBack ni #FF.
Yo estuve una vez hace como tres años y me pareció de lo peor que he probado en Donosti. Por no hablar del trato recibido. Como ha pasado tiempo, no lo tomaré como referencia, pero imagínate mi mala impresión, que he ido una vez y juré no volver.
Mi decepción también ha sido profunda, Jarvisey. Tampoco volveré.
Y, sí, también lo cuento entre los lugares donde peor he comido en Donostia. Con el picoteo del Buenavista, las baratijas del 100 Montaditos, el nefasto servicio de Kok, el pavoroso (y carísimo) codillo del Duit…
Luego, veo el chaparrón de «Excelente» que le otorgan en TripAdvisor, y ratifico mi pérdida de fe en el ser humano.
En fin.
Abrazo.
Jjajajaja yo tb la pierdo a diario. El duit.. ese gran lugar al que se va a comer salchichas malas… Yo solo tengo buen recuerdo porque una vez fui a una fiesta postboda y le dieron nuestro catering a los de la otra boda que tb lo había reservado para lo mismo. Muy grandes.
Sinceramente, desconozco el atractivo del Duit. A mis críos les castigaron sin hamburguesa. Pedimos cuatro cosas y olvidaron dos!!!
Desastre.
Merci, María. Lo tengo apuntado en mi lista de pendientes. El vegano de mi querida calle Trueba.
Estuve mirando su menú antes de ir a Tedone. 13 euros cuesta, copa de vino incluida (preferiría botella…). ¿Qué hubiera elegido? Verduras al pesto con macarrones; farinata (tarta italiana de garbanzo y vendura); y crema catalana.
¿Hubiera acertado?
Un saludo.
¿pescado en un vegetariano? ¿carne según el día? ¿me he perdido algo? Yo es que en el universo verano-vegetariano no lo entiendo: los que no comen nada nada de procedencia animal, los que se permiten lácteos, los que a veces, un poco de jamón, otros que nada que sobre salga de la tierra (vamos, patatas y espárragos blancos mayormente…) en fin. El amor es de lo más relativo, hay quien encuentra el paraíso in love en antros de cualquier especie. Fijate, a mi J me conquistó en el Bluesville #notedigomas
B.
Ya te digo, Blackie. Me lo ha comentado más gente. ¿Atún en un vegetariano? ¡¿¡Carne!?!
Tal vez debería ser presentado como restaurante especializado en comida vegetariana, como hace el notable Pastor del Gorbea. O quizá lo mejor sea atender a la descripción de su facebook, donde se presentan como «restaurante biológico». No sé, así tampoco entiendo nada, la verdad…
En cuanto al amor: ah, el amor… Declararé mi amor al arte y cantaré a la insatisfacción. Enfocaré la vida como mi admirado Lapido, con el fracaso como punto de partida y el amor como dogma de fe.
Chimpón.
Igor, prueba otro día el Landare! yo salí contenta y sin dejarme un riñón. También en Donosti.
abrazo!