Restaurante Antonio (Zahara de los Atunes). Vistas, servicio y producto (y atún)
El atún es objeto de veneración en Cádiz. Y más aún en el área de Barbate, desde la playa de Zahora a la de Zahara, lindando ya con Tarifa. Uno recorre sus pedanías, sus calles, sus arenales y sus bares, y tiene la sospecha de que allí los niños aprenden el ronqueo antes que el abecedario y las tablas de multiplicar. Ningún lugar como aquel, cuyo origen está vinculado precisamente a su pesca, frente al mar donde se mantiene la almadraba como culto y arte suprema, para degustar el atún rojo salvaje. Y entre sus templos más destacados, sin duda, el restaurante Antonio.
Varado en la playa de Atlanterra, en primera línea, el «restaurante del mar», que así se promociona, ofrece buenas vistas, un servicio notable, diligente, atento, y un género de primera categoría. Sabores que no se lleva el viento. Poco más se puede pedir. Tal vez un precio menor, pero aquí el producto manda, y no hay nada que discutir. Se paga a gusto, y uno no se acuerda de la dolorosa, recuerda ese atún salvaje, esos langostinos de Sanlúcar y esas ortiguillas, las anémonas que despliegan hasta 150 tentáculos adheridas a las rocas marinas.
Es lo que comí, regado con Entrechuelos (11€), un chardonnay de Miguel Domecq fruto de vendimia seleccionada utilizando gas inerte; maceración prefermentativa a 8ºC, durante 24 horas (mosto y hollejos), en depósito inertizado con CO2, antes del prensado en frío; y fermentado con levaduras seleccionadas a 17ºC, durante 16 días. Sólo quedó en el tintero uno de sus grandes clásicos, las romanitas de cigala. Para otra ocasión.
Llegamos a Zahara desde Chiclana de la Frontera, dejando atrás Conil, Vejer y Barbate. En el trayecto observamos maniobras del ejército en la costa, pues cerca hay un centro de adiestramiento militar, y esos barcos los seguimos viendo por los ventanales del restaurante; la vegetación de las dunas, la arena, las sombrillas y el azul intenso del mar fundido con el del cielo en la evocadora línea del horizonte. Desde el mismo centro del comedor, donde se encontraba la mesa redonda donde fuimos acomodados y atendidos.
Nada más llegar, a modo de convite, nos sirvieron un pequeño plato con salpicón de atún y, mientras ojeábamos la carta, uno de los solícitos camareros insistió en recomendarnos el tartar de atún (19,90€). «Es la especialidad de la casa», repitió en varias ocasiones. Tantas, que me acordé de Alberto Chicote y de las indicaciones que hace a los hosteleros desesperados para que coloquen el plato que ese día les interesa. Pero el tartar me gusta, hice caso, pedí media ración (11,94€) y fue un acierto. El pescado se sirvió troceado menudamente y en un recipiente posado, a su vez, sobre hielo picado. Fino, tierno, sápido y de color intenso. Elegante. Sin el acompañamiento de huevas de salmón que se aprecia en la web del restaurante. Me gustó.
Y aún me gustó más el revuelto de ortigas y gambas (14€; 8,40€, media) que en boca dominaban, por un lado, la textura melosa de las ortiguillas (no crocantes, como acostumbran a presentarse rebozadas), que recordaba al apreciado erizo, y, por otra parte, su marcado sabor a mar. Fantástico.
Mi hija estaba de antojo y pedimos unos langostinos (90€/kg). De Sanlúcar de Barrameda. De muy buen tamaño, con cabezas grandes y deliciosas, y preparados a la plancha con un estupendo punto. Sobresalientes. ¿Lo mejor? Que aún restaba mucho por disfrutar.
Uno no se puede ir del Antonio sin jartarse de atún, el rey de Zahara, que en esta casa, fundada en los años ochenta por la familia Mota, preparan de más de 15 maneras diferentes; así que optamos por probar ventresca y morrillo, dos cortes excelentes, por grasos y sápidos. Ambos a la plancha. La ventresca (23,50€) se presenta en un gran filete, cual entrecot; asusta por el tamaño, pero resulta tierna, fácil de comer. Rica rica.
Y el cielo se toca con el morrillo (26,50€), esa parte del atún localizada en la parte superior de la cabeza, sobre la facera. Brutal. Poco hecha y con su grasa infiltrada, como en el jamón de ensueño. Hasta la guarnición templada servida al centro, a base de patata, judías y bacon, resultó deliciosa.
Sólo me importuna que me cobren 8,80€ en concepto de «pan» (2,20€, por persona), qué dislate, pero no se lo tendré en cuenta. Si vuelvo a caer por Zahara de los Atunes, no dudaré en comer unas tapas en La Taberna de El Campero, cambiaré de aires con las propuestas de El Trasteo y, ya fuera de la city, volveré a comer atún donde Antonio. Con el mar a mi alcance. Así lo recomiendo.
(el morrillo, la parte que prefiere Igor Cubillo)
Bahía de la Plata, Atlanterra; 11393 Zahara de los Atunes (Cádiz)
956 439 542
info@restauranteantoniozahara.com
Uno puede ir al Antonio a sentar sus posaderas en los agradables comedores, a ver al atún y al duque, como en tiempos de Alonso Pérez de Guzmán, duque de Medina-Sidonia. Pero también puede acomodarse cerca de la barra y disfrutar con su oferta de tapas y raciones. Más informal e incluso divertida.
Entre sus tapas más celebradas, Latapatún, ventresca de atún macerada en soja y presentada en una lata de conservas, junto a huevas de salmón; y Aurum 24k, un sugerente lingote de atún rojo, panceta ibérica, polvo de camarones, salsa de ajo negro, wasaby, curry, fumet de pescado, agar y oro alimentario.
Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Tras firmar durante 15 años en el diario El País, entre 1997 y el ERE de 2012, Igor Cubillo ha logrado reinventarse y en la actualidad dirige la web Lo que Coma Don Manuel y escribe de comida y más cuestiones en las publicaciones Guía Repsol, GastroActitud, Cocineros MX, 7 Caníbales, Gastronosfera y Kmon. Asimismo, vuelve a firmar en El País y es responsable de Comunicación de Ja! Bilbao, Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor. También ha dirigido todas las ediciones del foro BBVA Bilbao Food Capital y fue responsable de la programación gastronómica de Bay of Biscay Festival.
Vagabundo con cartel, se dobla pero no se rompe, hace las cosas innecesariamente bien y ya han transcurrido más de 30 años desde que empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para Ruta 66, Efe Eme, Ritmo & Blues, Harlem R&R ‘Zine, Bilbao Eskultural, Getxo A Mano (GEYC), DSS2016, Den Dena Magazine, euskadinet, ApuestasFree, eldiario.es, BI-FM y alguna otra trinchera. Además, durante dos años colaboró con un programa de Radio Euskadi.
Como los Gallo Corneja, Igor es de una familia con fundamento que no perdonaría la cena aunque sonaran las trompetas del juicio final, si es que no han sonado ya. Sostiene que la gastronomía es el nuevo rock and roll y, si depende de él, seguiréis teniendo noticias de este hombre al que le gusta ver llover, vestirse con traje oscuro y contar historias de comida, amor y muerte que nadie puede entender. Eso sí, dadle un coche mirando al sol, una guitarra y una canción, una cerveza y rock and roll, y no le veréis el pelo más por aquí.
Tiene perfil en Facebook, en LikedIn, en Twitter (@igorcubillo) y en Instagram (igor_cubillo), pero no hace #FollowBack ni #FF.
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