Sostiene Pereiria que, puesto a darse un homenaje, lo mejor es hacerlo a lo grande. Con estilo y confiando en aquellos que sabes que nunca te van a decepcionar. Por eso, Pereira sostiene que si le preguntan por un restaurante en Lisboa su primera opción, y no solo porque es periodista en ejercicio, es, de manera automática, el Clube de Jornalistas.
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Este local tiene oferta de raciones o ‘doses’ (calificada de ‘tasca espahola’), de pollos y tal, y de mariscos caros. Como reza su web, es un local para los madeirenses y los turistas; o sea, de fiar.
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A Óscar Cubillo todo le pareció muy bien en este restaurante marisqueira: comida, bebidas, precio, entorno, compañía, servicio, vistas y terraza.
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En Madeira se come bien y barato. Lo suscribe Óscar Cubillo, quien piensa volver a la isla, turística, atlántica y empinada, y repetir el menú de 12,80 euros de este restaurante.
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(+45 rating, 11 votes)Cargando...Algo le dijo cuando pasó la puerta que ése era su sitio. Los italianos, un grupo amplio y ruidoso, saludaban efusivamente a la cocinera, besaban y prometían próximas visitas. Un par de parejas ultimaban sus postres y, por un segundo, nos temimos que íbamos a ser expulsados del paraíso. Dos camareros vigilantes, cansados de servir a tantas mesas, tantos años, siguieron con la mirada nuestra entrada y, con un gesto cómplice, nos dejaron pasar y sentarnos en la mesa del fondo. Era tarde, muy tarde para los usos lusos, pero pronto para los que somos ibéricos del otro lado de la raya. Así que cuando pedimos la carta hubo impaciencia en el jefe de sala. Aquí se viene, si eres un turista, pensé que pensó, a comer arroz, el arroz del marisco. No estudies la carta que es corta, no me distraigas, no te disperses, que llevo en este restaurante treinta y ocho años, con sus mediodías y sus noches, sirviendo arroces. Que tengo muy vista a la gente como tú. En cuanto pedimos lo esperado, nos quitaron la carta de la mano, de manera abrupta, casi descortés. Pero la cortesía era dejarnos comer en solitario cuando se levantaron los últimos de la sala. En Portugal, el platillo de aperitivos que no son gratis y que sólo son cobrados si son consumidos, nos sirvió para entretener la espera. Un queso notable dos pâtés prescindibles. Y llegó rápida la cazuela a la mesa, tardó justo quince minutos desde que fue pedida. Los dos camareros, contemporáneos de Matusalén, se despojaron del mandil y nos abandonaron. Y nos quedamos. Dos comensales y una cocinera, y un local cerrado. Una prueba, una experiencia casi mística. El arroz, muy caldoso. En una ración para tres con hambre. Con un sabor marinero, con un toque picante, con el grano suelto y duro. El vino verde, mejorando otros vinos de antaño. Y el arroz abundante iba en buena compañía. Langostinos gordos y tersos. Centolla. Mejillones. Mucha cantidad. Y...
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Los barrios ocultos que no salen en las guías, los lugares que evitar, los monumentos que visitar y los mejores lugares para comer barato o lujoso en Lisboa.
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Fue un agradable almuerzo en Porto de Cascais. No maravilloso, pero bueno.
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(+40 rating, 8 votes)Cargando... Cascais es una ciudad muy bonita y muy británica. Desde las inmobiliarias hasta algunos pubs irlandeses, desde los parques hasta ciertos edificios. Hay muchísimos restoranes. Quitaría los italianos y dejaría algún indio y los locales, por supuesto; por ejemplo, los de pollo (frango) que no pruebo en estas merecidas vacaciones. También quitaría a los molestos músicos callejeros mendicantes (del Este, indígenas…) y dejaría, hum, a las matures burguesas rubias con melena y escote que se saben las reinas de la plaza y asen con donaire las copas de balón con líquido rojo. Estoy en la parte antigua, en la plaza de los pubs ingleses (John Bull, Chequer’s Bar, Duke), tomando un aperitivo en el corner español (La Bodeguita) mientras miro en derredor y decido dónde comer. Después entramos a una cervecería-marisquería que minutos antes me ha dado buen rollo nada más ver su carta de pescados. El relaciones públicas que pesca clientes en la calle no nos tiene que convencer, pone cara de sorpresa ante nuestra nula resistencia, y entramos. Uh, el local por dentro parece un comedero modestísimo: hay música, la tele emite algún partido de fútbol, las servilletas y el mantel son de papel, las mesas están muy juntas… Es tarde para almorzar y hay poca gente; o sea, que estamos cómodos. Susana pide una cerveza Superbock negra (1,75), de tercio, y yo me animo al vino: media botella de tinto Vinha do Monte (8 euros), Alentejo, 2011, 13,5º de alcohol, y de temperatura un poco caliente pero muy rico. Lo abre el amable y un poco tímido camarero. El corcho suena ‘plop’ y el caldo huele a fruto rojo. Hum… la cosa promete en su modestia. De entrante compartimos una morcilla asada (5 euros). Llega servida en trocitos, alternada con piña para desengrasar, en una presentación sencilla (pobre) y con mucho margen de beneficio (imagino). Es un condumio compacto, rústico, rudo y sápido (otro día pido pulpo, pienso). Me siento feliz, happy. Para los platos principales nos cambian...
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(+30 rating, 6 votes)Cargando... Tras patear Lisboa pasamos unos días en la playa de Carcavelos, en el corner oriental del municipio de Cascais. La Txurri se aburre y me quiere llevar a Sintra de excursión, pero me niego. No soy un turista. A mí me mola ir a sitios de playa y sólo pido un paseo marítimo con muchos bares con terrazas al océano. Ahí, en Carcavelos, no hay de esto y, sin embargo, no me aburro. Me relajo. Eso sí, me duermo superpronto y me despierto bastante tarde. Desde el primer día frecuentamos el que parece el mejor local del arenal, el restaurante Grande Onda, con su terraza a la playa que se estrecha con la marea alta. En la playa hay teens delgadas de patricia belleza y maneras hiperpijas, madres de tres hijos con los pechos operados (en Portugal no hacen top less, parece), la epidemia de rusos que lo invaden todo, tíos forjados en el gimnasio (algunos gays), muchos surferos y los policías a la sombra, claro. El Grande Onda es un garito playero con muchos camareros. Tiene un ambiente de día y otro de noche. La noche empieza a las ocho, cuando los precios suben (una botella de cerveza Superbock pasa de 2 a 2,5 euros) y cuando también sube el volumen de la música, con un DJ animando a la peña que consume en pie al aire libre, en medio del paseo, interrumpiendo a los paseantes. Nosotros solemos ir al mediodía. Una noche intentamos cenar, pero hay demasiado ruido y bullicio. La primera vez que nos sentamos probamos el arroz. Te lo preparan en unos 20 minutos y, mientras llega, probamos el queso curado (2,5) del aperitivo: marca ‘Montiqueijo’, cremoso, de pasta blanda, levemente ácido por el cuajo, sabroso y gozoso. Detrás de mí un tipo viril con novia come una hamburguesa de oferta (4,5) y me da envidia. Otro día. Barcos surcan el mar saliendo de la desembocadura del Tajo y más cerca pasean hembras en bikini (con...
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(+25 rating, 5 votes)Cargando... Seguimos callejeando por Lisboa. Esta vez paramos por el Barrio Alto, tan turístico y con muchas dinámicas cuadrillas juveniles guiris que se asoman al mirador de Gloria. Echo mano de la Guía Viva del Anaya Touring Club y de los restoranes recomendados en esa zona uno está cerrado, otro par parecen muy cutres, el más prometedor emana más tristeza desértica que melancolía fadista (el Pap’Açordá, que exhibe un apetitoso menú en su cristalera) y apuesto por el 1º de Maio, del que destaca la guía: «Decoración de las antiguas tascas. Su cocina es tradicional: pastel de bacalao, cerdo a la transmontana y pez espada con acorda. Cierra los fines de semana. Precio: 15-26 €». Hay gentecilla. El local tiene como dos alas y nos ubican al fondo de la más estrecha, justo entrando por la puerta. Me siento a gusto. De cara a la pared y de espaldas a la puerta (bah, en Portugal aún no estoy amenazado). Se oye tintineo, mejor digo ruido de platos. El local tiene azulejos y sobre nosotros hay un arco de ladrillos que se cae de viejo. Veo botellas expuestas en vitrinas y un espejo que no me refleja. El mantel es de tela, el sobremantel de papel y las servilletas de tela. Ojeamos la carta. La Su pregunta qué es el ossobuco (9,90) y le explican que es estofado. Es curioso cómo en Portugal cada uno habla en su idioma y nos entendemos todos. También hay pez espada grillado con patata y legumbres (9, 80) y yo me encelo con la perdiz de la carta, que se sirve también en media ración (10 euros media y 18 entera, evoco de memoria), y calculo que si me quedo con hambre la pediré después. Qué ingenuo: en Portugal te ponen papeo a tope, te cebas con un principal. Susana bebe con agua Luso (2 euros) y yo pido media botella de Terras de Sado (4,5 euros), tinto de Setúbal de 2010, astringente, superbueno en su...
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(+63 rating, 13 votes)Cargando... A lo tonto, en diez días en Portugal disfruto de lo que más de dos comidas: unos deliciosos huevos rotos de noche en la Taberna Ibérica, y un par de pastelitos de crema, sucedáneos de los célebres de Belén, que compro de tarde en el supermercado Pingo Doce. No voy a restoranes lujosos, pero sí a bastantes recomendados en guías de viajes. En uno de los que más fe he depositado es en el Martinho da Arcada, uno de los locales favoritos de Fernando Pessoa, el poeta lisboeta venerado en rincones, vericuetos, estatuas y carteles de la vieja capital imperial. Este negocio es añejo y está ubicado en un pórtico de un vértice de la amplia, turística e imperial Plaza del Comercio, abierta a la desembocadura del Tajo. Elijo almorzar ahí impelido por este texto de una Guía Viva del Anaya Touring Club que reza: «Famoso café y restaurante inaugurado en 1782. Frecuentado por Pessoa. Mantiene su estilo tradicional tanto en la carta como en el aspecto. Se aconseja la cataplana, un guiso a base de almejas. Precio 25 €». Al final, por un entrante, dos primeros, un quesito y media botella de vino blanco y una de agua acoquino 75,50 aurelios. Salgo un poco plof, pero así es la vida. El local se halla muy esquinado y preguntamos cómo se llega a un par de policías portugueses, expertos en maximizar la sombra. Llegamos y hay muchos comensales fuera, en el pórtico, y muchos menos dentro, en el fresco y blanco comedor que te retrotrae más de un siglo en el tiempo. Afuera, las mesas tienen servilletas de papel y se sufre el ruido del tráfico, el estrés de los buses, y cierto viento. Dentro reina el silencio, las servilletas son de tela y el servicio más distinguido y tranquilo. Nos sentamos en una mesa dedicada a otro artista: Júlio Pomar, un pintor cuya imagen preside nuestro hueco desde una foto. Hay más fotos de Pessoa y el salón es...
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(+40 rating, 8 votes)Cargando... La fascinación rocker: es que veo a un Elvis Presley de mentiras a la puerta de un local, y ya me paro y me intereso. Me trago el embeleco. No me importa. Me traslado a los 50. Lo mismo me sucede en Lisboa, trazando una curva cuesta arriba por la acera vespertina camino de la Avenida de la Libertad, creo que donde hace esquina la tienda de Cartier, pero no me hagan mucho caso. El caso es que, a mitad de la escalada, ahí se erige la figura tuperiana de Elvis Aaron Presley, cual portero con cuero negro, tupé y patillas. Reclama la atención a la entrada de una hamburguesería lusa y le apoyan en la acción un par de graciosas y naifs hamburguesas dobles. El local se llama Music Burguer Avenida (también usa los apelativos de American Roadside o American Music Burguer) y además expende comida mexicana, ensaladas, hot dogs, pizzas, batidos… La primera vez que me topo con el Elvis portero le tiro una foto con el móvil que me regaló Rocío. De noche volvemos para sentarnos a la fresca en su terraza, pues si entras en el local, amplio y frecuentado (familias, jóvenes, amigos, parejas…), la magia presleyana se diluye, entre brillos de espejos y aluminios inoxidables, debido a la música, ochentera y comercial cuando acudimos. El Music Burguer Avenida es una suerte de Hard Rock Cafe barriero y pertenece a una cadena lisboeta de tres negocios. El servicio es bueno, amable, rápido y mixto, la carta se presenta en un coqueto vinilo redondo, y es más barato el bebercio que el papeo, opino. La música puede ser mala, pero lo que mola es la decoración: Marilyn, coches de los 50, jukeboxes, camareras pin-ups… Lo típico. El típico reclamo. Elvis está vivo. (el rock and roll vive dentro de Óscar Cubillo) web de Music Burguer Avenida ver ubicación Rua Alexandre Herculano, 6 A; 1950-006 Lisboa (Portugal) 213 142 456 Óscar CubilloOtro más de los licenciados...
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