La Rampa (Donostia). De pescados y eufemismos
Recientemente he participado en algún concurso gastronómico en el cual se tildaban de “aceptables” propuestas a las que se otorgaba 0 ó 1 punto, una puntuación garrafal que siempre ha correspondido al Suspenso, al Insuficiente, al Muy deficiente. La jugada consistía en limitar la tabla de clasificaciones a Excelente, Notable, Bueno y Aceptable, por aquello de no herir sensibilidades. Casualmente, ojeando la web de la Asociación Vasca de Gastronomía observo que se señala La Rampa, el restaurante ubicado en el puerto de San Sebastián, como representante de la “cocina marinera”, aunque se precisa que ofrece “un producto de mercado aceptable”. Supongo que se trata de un eufemismo similar al utilizado por mis amigos del campeonato citado, porque ni el material es de presumir ni su ejecución es capaz de mejorar tal percepción. Una botella de Cepas Viejas (D.O. Bierzo) fue lo único verdaderamente positivo de una cena celebrada el pasado mes de noviembre que consistió en tres decepciones.
Restaurante junto al Aquarium de San Sebastián
Empecé con pulpo a la gallega (16,50€) desleído, de textura poco atractiva, falto de todo; reblandecido, el cefalópodo tenía incluso un gusto no excesivamente agradable. Y seguí con unas sardinas (13,20€) a las cuales, de partida, les faltaba lustre; la sardina es el mar, brilla, su coraza plateada le otorga un atractivo notable, y aquí era oscura. Además, en cuanto el camarero puso la cuchara de servir encima del género éste se hundió, quedando en evidencia su falta de firmeza. Tampoco estaban especialmente ricas, no desprendían sensación de frescor, pese a que el camarero me había adelantado que estaban “muy buenas”. Menudo prescriptor. Parecían el típico plato que a él le subrayan en el comandero para ser despachado con urgencia.
Terminé con un trozo de mero a la parrilla (26,40€) cobrado a precio de operación especial de bombero. Efectivamente, este teleósteo tampoco podía presumir de una textura apropiada; más bien blando, le faltaba firmeza como al resto de lo que pedí esa noche. Para colmo, en la fuente ocupaba mucho más espacio la guarnición a base de patata, tomate y cebolla muy poco hecha, prácticamente cruda y picante.
Pienso, luego existo
Llegué a pensar que se podía haber destinado toda esa proteína a la elaboración de procesados e incluso barajé la posibilidad de titular esta crónica “Pienso, luego existo”, alimentando un juego de palabras, pero finalmente he recordado el eufemismo y no he podido evitarlo.
Lo decía la pasada semana Juan José Millás, durante la promoción de su última novela, ‘Que nadie duerma’ (Alfaguara): “Creemos que vivimos en la realidad, pero esto que estamos viviendo no puede ser la realidad. Hay muchos escritores que buscan la puerta que conduce a lo fantástico. Yo busco la puerta que conduce a la realidad porque en lo fantástico ya estamos, en lo fantástico malo, en el delirio malo”. Yo hago propia la reflexión cuando recuerdo mi visita a La Rampa, el negocio que encabeza en Tripadvisor el listado de “restaurantes de mariscos” de Donostia. Después de sentarme en su comedor, sólo puedo atribuirlo a una confusión mental caracterizada por alucinaciones, reiteración de pensamientos absurdos e incoherencia.
(Igor Cubillo)
c/ Muelle, 26-27 bajo; 20003 Donostia – San Sebastián (Gipuzkoa)
+34 943 421 652
Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Tras firmar durante 15 años en el diario El País, entre 1997 y el ERE de 2012, Igor Cubillo ha logrado reinventarse y en la actualidad dirige la web Lo que Coma Don Manuel y escribe de comida y más cuestiones en las publicaciones Guía Repsol, GastroActitud, Cocineros MX, 7 Caníbales, Gastronosfera y Kmon. Asimismo, vuelve a firmar en El País y es responsable de Comunicación de Ja! Bilbao, Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor. También ha dirigido todas las ediciones del foro BBVA Bilbao Food Capital y fue responsable de la programación gastronómica de Bay of Biscay Festival.
Vagabundo con cartel, se dobla pero no se rompe, hace las cosas innecesariamente bien y ya han transcurrido más de 30 años desde que empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para Ruta 66, Efe Eme, Ritmo & Blues, Harlem R&R ‘Zine, Bilbao Eskultural, Getxo A Mano (GEYC), DSS2016, Den Dena Magazine, euskadinet, ApuestasFree, eldiario.es, BI-FM y alguna otra trinchera. Además, durante dos años colaboró con un programa de Radio Euskadi.
Como los Gallo Corneja, Igor es de una familia con fundamento que no perdonaría la cena aunque sonaran las trompetas del juicio final, si es que no han sonado ya. Sostiene que la gastronomía es el nuevo rock and roll y, si depende de él, seguiréis teniendo noticias de este hombre al que le gusta ver llover, vestirse con traje oscuro y contar historias de comida, amor y muerte que nadie puede entender. Eso sí, dadle un coche mirando al sol, una guitarra y una canción, una cerveza y rock and roll, y no le veréis el pelo más por aquí.
Tiene perfil en Facebook, en LikedIn, en Twitter (@igorcubillo) y en Instagram (igor_cubillo), pero no hace #FollowBack ni #FF.
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