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Contenidos Etiquetados "Real Madrid"
Mezcla de casino y de hamburguesería yanqui años 50 en un edificio racionalista con lámparas, espejos, vidrieras y metacrilatos, tonos grises y rojos, blancos y negros, sofás… ¡hasta una torre para un pinchadiscos! Así es el bar del restaurante El Frontón.
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(+79 rating, 18 votes)Cargando... La de cambios de decoración y de regencia que he vivido en el ahora denominado Mojo Club. Justo anteriormente se llamaba Noho y se trataba de un pub modernuqui que devastó toda la excelsa decoración del precedente Britannia, un pub inglés barroco copiado de uno isleño de verdad y que tenía una fastuosa cristalera en el techo, maderas cálidas por doquier, una luenga barra que se caga la perra y unos cómodos taburetes tipo trono (sentado en uno de ellos se durmió una noche mi amigo Gabi hablando con el camarero; Gabi, alias Cubatón, jo, jo, jo). En sus buenos tiempos, hace unos diez años, yo acudía al Britannia de mañana y tarde, y a veces de noche. Comía pinchos de bacalao al pil pil, tacos de bonito con vinagreta, bebía vino tinto en una cristalería del copón, y observaba a los burgueses, gente mayor la mayoría. Qué lujo accesible y diario. Lo malo es que ese negocio pretendía abarcar demasiado (desayunos, comidas y copas de noche, con todo lo de en medio, desde el aperitivo matutino a los cafés vespertinos) y no salió para adelante. Ahí hace una década curraban el roquero Jorge Clavo, que ahora toca la batería en Los Fastuosos de la Ribera, y la bacaladera Elisa, una beldad tipo Ava Gardner (pero mejor y más joven), que ahora sabe Dios dónde andará. Y pensando, remontándome en el tiempo, el Mojo antes se llamaba Donato. Joder, eso igual era hace un cuarto de siglo. El caso es que ahora suelo ir al nuevo Mojo Club. A tomar birras, a ver los partidos de Canal Plus (las pantallas de televisión con la nueva regencia son demasiado pequeñas, aviso) y a disfrutar sus burgers (¡sin cubiertos!). Pantalla enana y sin cubiertos, local con una decoración minimalista, esquinada e incómoda, y un horario reducido (tarde-noche; no abren los mediodías ni los findes), pero lo frecuento por la amplitud de sus espacios, la calidad de sus parroquianos (no chillan), su cerveza...
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Hostería San Emeterio tiene árboles, parque infantil, terracitas para el bar y las comidas, salón de estar de madera y con butacones, un barito sin pinchos llamado El Gorrión, la recepción del hotelito, su amplísimo comedor y un molesto futbolín.
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(+40 rating, 8 votes)Cargando... Me río yo de la tentación de Cristo, y de los juegos que protagonizaron Marlon Brando y Maria Schneider en su último tango en París, cuando llego a casa con apetito, un punto de ansiedad y sin gana alguna de cocinar. Entonces entro en la cocina, agarro la barra de pan y veo cómo merman la barra de chorizo picante, la de salchichón ibérico, el espetec, la sobrasada y la pieza de queso de oveja de mis amores. A veces entran remordimientos de conciencia, cuando se acaba el pan, sumas las calorías ingeridas y tal, pero ya no hay nada que hacer. Después de todo, para qué nos vamos a engañar, mayor es el problema cuando resulta que llegas a casa con apetito, un punto de ansiedad, sin gana alguna de cocinar… y no encuentras queso, ni embutido, ni pan en tu despensa. Horreur! Pues bien, cuando estoy en Donostia el asunto es menos dramático pues, si no es muy tarde, siempre puedo acudir a Via Fora, un local amplio aunque desangelado, sin atractivo estético, donde tengo eso, precisamente: pan, embutido y queso. El negocio se promociona como restaurante de cocina catalana, se ubica cerca del parque Cristina Enea, aunque lejos de las postales de la ciudad, entre las vías del tren y el cauce del Urumea, y presume en Twitter de preparar «los mejores arroces de la ciudad». Porque sí, por encargo cocina arroces (tot pelat, negro, con verduras, con conejo), más caros que en Levante (es lo que tiene esta ciudad). Me han hablado mejor de su fideuá. Y, a veces, hasta se lían la manta a la cabeza y organizan calçotadas. Pero yo acudo allí siempre a por lo dicho: pan, embutido y queso. Sin pretensión alguna. De modo informal. En busca, simplemente, de comida modesta, picoteo, precios asumibles y el pasar un buen rato con los amigos. Yo lo pasé con mis apreciados Oier y Edurne en mi última visita. Comimos, bebimos, charlamos, reímos… y todo...
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En Migaea, excelentemente atendidos, gozamos del menú, con vajilla colocada con guantes blancos , buena cristalería y la decantación atenta y constante del agua y el tinto.
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Es posible comer algo diferente si se acude a La Viuda Rica, donde la tradición gastronómica se aborda sin nostalgia, cortapisas ni inmovilismo. Donde se ofrece una carta moderna, algo atrevida y surtida también de pescados que dicen traer de Huelva.
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