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Publicaciones por uve
Corro a la nevera y advierto frigorífico de estudiante y el congelador que hace eco. La moral también directamente al suelo. Así que busco en el teléfono… y marco… ring, ring. «Telemadre, buenas tardes. ¿En qué puedo ayudarle?»
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Obligatorio mejorar la imagen repostera. Sorprender al personal con postres vistosos y gustosos. Uve lo consigue con su tarta estrella en formato chic e individual.
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Lloraba aún Juana la Loca la muerte del hermoso Felipe cuando, un 18 de marzo, proclamó la facultad de la antaño “Villafranca” de celebrar cada miércoles su mercado tradicional. Hoy la Feria de Ordizia es referente gastronómico guipuzcoano.
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Además de la celebración familiar, la comida con la big family y los pinchos en la oficina, a Uve se le ocurrió aminorar el impacto de un año más en su ser convocando una cena de amigas.
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Tres establecimientos de San Sebastián, cada uno con una marca diferente de café, distintas comodidades y personal en proporción al tamaño de la barra. El quid de la cuestión está en “lo espiritual”.
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Fina bechamel con cebolla pochada, pimiento rojo y, por supuesto, mejillón cocido, bien picado, que se aprecie sutil, suave, sin tropezones. Del recetario materno, mi preferido.
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El Piper’s, más conocido como El Irlandés, expende cervezas de barril, pinchos variopintos, bocatas y vinos del gusto local, y mantiene un aplicado seguimiento deportivo a través de la televisión.
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Un portero de hockey recibe a cuantos deciden entrar en el Bully, café-bar situado sobre el campo de hockey hierba del Club Atlético San Sebastián.
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Tocaba cambio, sí señor. Llevaba ya demasiado tiempo este caserío con la misma carta, sin alterar una sola letra. Y es que dicho lugar, perdido en el monte, en el límite entre Usúrbil y San Sebastián, es el claro ejemplo de que el ‘boca-oreja’ funciona. Que yo sepa, no se ha prodigado demasiado en los mundos del marketing, ni ha hecho grandes inversiones para ver su nombre rubricado en la prensa local. Tampoco le ha hecho falta. Quien lo conoce lo hace por su cocina casera, sencilla pero bien preparada. Y una estupenda relación calidad/precio. De nombre difícil de pronunciar, y casi imposible de recordar, ha contado desde sus inicios con una clientela fiel, y para los que frecuentamos el restaurante desde hace muchos años era común coincidir con los mismos rostros cada viernes noche. Más conocido por su oferta en carnes, admito que tienen buena mano con los pescados. Tampoco despreciaré el cordero ni la menestra de verduras del tiempo. Y confieso que soy de siempre fan de la costilla a la brasa. Para mí, la preparan como nadie. Cortada muy fina, bien hecha, con su ajito crudo por encima… acompañada de ensalada de lechuga y cebolla de su huerta… bien aliñada… ¡ñam, ñam! Hace ya unos cuantos años, el comedor fue restaurado totalmente, impregnándolo de un estilo clásico pero más acogedor, sustituyendo el frío blanco de las paredes por un cálido amarillo que contrasta con la madera de las vigas. Posteriormente, acometieron la obra exterior, cubriendo una pequeña terraza y convirtiéndola en coqueto cenador muy agradable para los mediodías estivales, y perfecto para las cálidas noches que tanto escasean en el verano donostiarra. Pero la oferta culinaria seguía intacta. Que no, que si algo funciona, para qué cambiarlo. Como decía, tocaba cambio y ha llegado. Leve y sutil, sin perder su esencia. Desconozco las razones de tal exceso. Quizás la crisis ha hecho que esa clientela se viera tentada por ofertas diferentes, ocurre en todos los sectores; lo sabré yo. Puede ser...
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Kafe Bat ha colocado en su fachada un maniquí vestido de cocinero, con su gorro de chef, su pañuelo anudado al cuello y su bastón de mando. Todo en azul y blanco.
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Uve opina sobre dos conocidas referencias de la pastelería Casa Otaegui, con sede en la Parte Vieja donostiarra. El roscón de Reyes le decepcionó, pero juzga deliciosa su pantxineta.
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(+14 rating, 4 votes)Cargando... Sorprende que en una pequeña localidad de apenas 600 habitantes exista un bar-restaurante que ha sabido –y podido- adaptarse al paso del tiempo. A la cruda realidad, seamos sinceros. El bar-restaurante, o sidrería, como les gusta que se les llame, La Alegría (más conocido en la zona como “el bar de Nini”), está regentado por una familia que lleva en el negocio toda la vida. Y eso se nota. Ha pasado por todas las fases: bar de “jugar la partida”, de aperitivos, pub… y ahora, además, restaurante con todas las de la ley. Han montado una cocina digna de los mejores locales y pueden presumir de un producto de calidad, bien cocinado y de presentación más que aceptable. El comedor ha sido objeto de continuas mejoras. En un par de años han acristalado el techo del hermoso patio que era incapaz de albergar a nadie, teniendo en cuenta el clima extremo que se disfruta en tierras zamoranas. Así, se ha diseñado un salón de estilo rústico, bien organizado y limpio. Las mesas correctamente ubicadas, adornadas con mantelería a juego de las acolchadas sillas y todo acompañado por una iluminación adecuada que otorga al local un aspecto de lo más acogedor. Y ahora en invierno limitan el habitáculo con un nuevo cerramiento móvil, que la clientela es menor y el espacio a calentar demasiado grande. En la cocina, Nini, con toda su maestría y acompañada en el servicio al comensal por Raúl, que derrocha simpatía por los cuatro costados. Éste es además pareja de Bea, en la barra, de la que admiro su paciencia que, dicho sea de paso, con los lugareños hay que tenerla, y mucha. Y los tres forman un gran equipo que no tiene horario y trabaja sin parar. No disfrutan de descanso semanal; deberían planteárselo. En verano, hay que ver la cara de cansados que tienen… Y es que en la época estival, cuando el pueblo crece hasta los mil y pico habitantes y los forasteros ocupan sus...
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