En el barrio de Benta Berri, pocos no han catado su carta de ensaladas, bocadillos, raciones y platillos de carne y pescado. Una oferta que Uve tilda de poco atractiva y sobrevalorada. Y ella sabe de lo que habla.
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El personal de Xibero se afana en preparar a la vista hamburguesas, sandwiches, ensaladas, revueltos, un montón de bocatas con buena pinta y platos combinados.
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(+79 rating, 18 votes)Cargando... La de cambios de decoración y de regencia que he vivido en el ahora denominado Mojo Club. Justo anteriormente se llamaba Noho y se trataba de un pub modernuqui que devastó toda la excelsa decoración del precedente Britannia, un pub inglés barroco copiado de uno isleño de verdad y que tenía una fastuosa cristalera en el techo, maderas cálidas por doquier, una luenga barra que se caga la perra y unos cómodos taburetes tipo trono (sentado en uno de ellos se durmió una noche mi amigo Gabi hablando con el camarero; Gabi, alias Cubatón, jo, jo, jo). En sus buenos tiempos, hace unos diez años, yo acudía al Britannia de mañana y tarde, y a veces de noche. Comía pinchos de bacalao al pil pil, tacos de bonito con vinagreta, bebía vino tinto en una cristalería del copón, y observaba a los burgueses, gente mayor la mayoría. Qué lujo accesible y diario. Lo malo es que ese negocio pretendía abarcar demasiado (desayunos, comidas y copas de noche, con todo lo de en medio, desde el aperitivo matutino a los cafés vespertinos) y no salió para adelante. Ahí hace una década curraban el roquero Jorge Clavo, que ahora toca la batería en Los Fastuosos de la Ribera, y la bacaladera Elisa, una beldad tipo Ava Gardner (pero mejor y más joven), que ahora sabe Dios dónde andará. Y pensando, remontándome en el tiempo, el Mojo antes se llamaba Donato. Joder, eso igual era hace un cuarto de siglo. El caso es que ahora suelo ir al nuevo Mojo Club. A tomar birras, a ver los partidos de Canal Plus (las pantallas de televisión con la nueva regencia son demasiado pequeñas, aviso) y a disfrutar sus burgers (¡sin cubiertos!). Pantalla enana y sin cubiertos, local con una decoración minimalista, esquinada e incómoda, y un horario reducido (tarde-noche; no abren los mediodías ni los findes), pero lo frecuento por la amplitud de sus espacios, la calidad de sus parroquianos (no chillan), su cerveza...
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¿Cuál es el secreto de la muy demandada tortilla de patata del Txuntxurro? «Yo le pongo más huevos», asegura el José Otero en entrevista fotocopiada y enmarcada en el bar.
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El Bully es uno de los lugares preferidos para improvisar un plato combinado. Se aparca en la puerta y cuenta con una amplia terraza de lo más agradable para las noches de verano.
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Aquí cuando uno dice «voy a comer en ‘el alemán», se refiere a que va a hacerlo en el restaurante Ein Prosit Bilbao, el regentado por Enrique y Alfredo Thate.
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El bar Getaria anuncia servicio ininterrumpido de cocina de 10 a 24 horas. Su barra expone sándwiches y pintxos varios, pero nosotros ponemos la mano en el fuego por sus tortillas de patatas.
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Esta vez el Frec Co fue un Fias Co. Por lo menos fue barato.
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