El restaurante mexicano y mestizo abierto por Bruno Oteiza en el barrio de Gros apenas lleva dos semanas abierto, y lo justo es colgarle entre interrogaciones los adjetivos triste, caro, escaso y decepcionante.
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Nos empezamos a quitar los abrigos y, casi antes de sentarnos, el camarero nos pregunta (más que nada por educación, porque se da por hecho que todos los que van a La Bola comen lo mismo) si queremos cocido para todos.
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Cuando uno pasea por Algorta, no extraña encontrarse en la pared de Ajuria Taberna un mural firmado por Bengoetxea que reproduce una escena portuaria.
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Es curiosa, o no tanto, la admiración de los maestros de la nueva cocina, los gurús de las emulsiones y las mezclas imposibles, por la sencillez. José Carlos Capel tuiteaba hace unos días lo siguiente: «@JCCapel: Detalle entrañable Arzak: me gusta cocina moderna pero nada comparable a mojar pan (lo dice mojando jugo chuletón)». Y mi última visita al Mirador de Ulía se cerró con una conversación en la que el cocinero Rubén Trincado nos recomendó con énfasis la tortilla del bar Begihaundi, de Pasai San Pedro (Arraunlari kalea, 36). Mostraba su estupefacción porque tal manjar pueda salir de la mera unión de patata y huevo. Y se rendía ante la pericia de la cocinera. Sin estrella, pero mayúscula, a su juicio. Si Rubén nos dice id, nosotros vamos, así que hace unos días nos montamos en el coche, nos confundimos de Pasajes y tomamos el bote de San Juan (Pasai Donibane) a San Pedro (70 céntimos) para hincar el diente a la susodicha tortilla. Llevábamos el estómago regular, merced a la ingesta de unas patatas fritas británicas, de packaging atractivo pero contenido asaz acartonado, y a la grasilla del foie a la plancha del donostiarra bar Alcalde. Y, la verdad, el austero pintxo del Begihaundi fue mano de santo. Siempre en formato de pequeño bocadillo, o pulga, allí se despacha una tortilla consistente, pero bien agradable en su paso por el paladar. Sápida, pese a no incluir cebolla (!!), mullida y con buen punto de sal. Buen complemento para el disco de nuestro admirado Ruper Ordorika que amenizó nuestra estancia. Los pescadores se acercaban a la corta barra (al fondo hay varias mesas) para comprar latas de cerveza, los habituales se despedían aio, guipuzcoano cerrado, en vez de agur… ¿Y el precio? Dos pintxos (formato bocadillo, ya se ha dicho) y un botellín de Estrella Galicia, 4,20€. Café solo, 1,15€. ¿Merece la pena desplazarse hasta Pasaia con la sola intención de comer la tortilla del Begihaundi? Si estás San Pedro, merece la pena desplazarse...
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En Orio Gastronomía Vasca estaba en Donosti, con sus barras y paredes de madera, una trainera gigante colgando del techo, vasos de txakoli, y una barra a reventar de suculentos pintxos.
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Aki, un lugar con comida de calidad por un precio normal, para disfrutar con el estómago. Para disfrutar con la vista os hará falta más de una botella de vino japonés o jarra de sake.
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Esta escena campestre, plasmada en 77 azulejos, decora la fachada de La Posada, justo junto a la entrada a esa la taberna-restaurante burgalesa, de ambientación taurina, que se dice especializada en carnes de buey y lechazo asado al horno.
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Junto a estos azulejos que decoraban la fachada de la taberna A Baiuca se han hecho fotos miles y miles y miles de turistas a su paso por el barrio lisboeta de la Alfama.
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La terracita se le suele llenar a Taberna Marinera Machichaco y el comedor inferior también. La barra se ve afanosa y concurrida y el comedor superior suele merecer ocupaciones cumpliditas.
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¿Algún emprendedor cree realmente que se pierde dinero por sacar un platito de cacahuetes o un montoncito de patatas fritas?
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