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Contenidos Etiquetados "menú del día"
El Piper’s, más conocido como El Irlandés, expende cervezas de barril, pinchos variopintos, bocatas y vinos del gusto local, y mantiene un aplicado seguimiento deportivo a través de la televisión.
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Calidad, buena presencia y precio asequible hacen irresistible la oferta del asador 10, un restaurante donde coinciden a diario currantes y altos cargos del Gobierno.
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Ni lo descalificamos ni lo recomendamos, pero seguro que no volvemos a patear un kilómetro y medio para comer en La Reina del Arenal, en Opila, o como se llame.
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Lady My (Maiana Agorrody) firma esta singular intervención en la fachada del bar-restaurante Ambigú, de Bilbao.
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En Casa Cossío el menú del día es austero, casero, reconfortante y típico típico típico. No extrañaría comer algo parecido en alguna casa cercana, junto a la chimenea y los mayores de la casa. Qué gustazo.
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La Mary parece el restaurante pulcro y fashion pero informal que pondrían jóvenes y solteros, con muchos platos casi de batalla.
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Son muy demandados los bocatas de El Siete y su barra está bien surtida de pintxos, pero este restaurante de ‘la kutxi’ forma concretamente parte de nuestro Top Ten de menús del día asequibles en Gasteiz.
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Cuando se tercia, los menús diarios del Abaroa de Las Arenas son una primera opción por la calidad del condumio, el precio de la estancia y la buena educación de los parroquianos, generalmente burgueses y ocasionalmente menestrales.
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Donde realmente hay tortas para comer es en restaurantes modestos como Sangotardo, cuya comida es tildada recurrentemente de casera, lo que le convierte, al ser también asequible, en un santuario para aquellos que comen fuera de casa a diario.
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La de espía siempre ha sido una ocupación solitaria, pero en esta ocasión Igorr y Aitorsky se desplazaron juntos a Oñati. En coches separados, eso sí. Al menos uno de los dos debía sobrevivir, a cualquier precio, para contar aquí qué habían comido. En esta ocasión lo que les llevó a la villa que vio nacer a Ruper Ordorika no fue un asunto de faldas, sino una convención itinerante de seguidores del Rubin Kazan. Aitorsky montó en su Volga Siber, puso a todo volumen un disco de Mélnitsa y empezó a pensar en las piernas de Maria Yuryevna Sharapova. Casi se escacharra en un par de curvas (de la carretera), pero finalmente arribó a la localidad guipuzcoana seguido de cerca por el Ë-Mobile de Igorr, quien no se quitaba de la cabeza los movimientos del último duelo Anatoli Kárpov – Garry Kasparov, entre riffs y consignas anarquistas de Mongol Shuudan. Acabada la convención, ambos se dirigieron al centro del pueblo a pie, y pronto se toparon con un paisano a quien preguntaron, marcando las erres, claro, dónde podían comer. «Buff, ya es un poco tarde…», resopló el viandante. ¡¡Eran las 14.40 horas!! ¿Acaso había fallado el navegador y nuestros amigos se habían plantado en Francia? Igorr dudó, pero vio a lo lejos la bella silueta de la antigua universidad, inaugurada en 1548, y una señal de tráfico que indicaba la dirección a seguir para llegar al Santuario de Arantzazu, en cuyo friso talló Oteiza 14 (¡¡14!!) apóstoles, e insistió al lugareño, como en las novelas de Dostoievski. Éste (el escritor ruso no, el ciudadano guipuzcoano) terminó recomendándoles la cafetería Izarraitz, sin mucha convicción, como queriendo escurrir el bulto, perderles de vista. Y lo logró, pues nuestros protagonistas se dirigieron allí. Fue toda una experiencia, como sumergirse en ese universo chic y/o snob de casas de comidas escondidas, de apariencia clandestina, de esos comedores secretos instalados en comercios y locales imposibles (tintorerías…) de cuya existencia se tiene conocimiento por el boca a oído, o por...
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La cantidad es suficiente para recargar energías y la calidad la indicada para disfrutar del momento. Un valor seguro La Viña de San Francisco, una opción diferente en Bilbao la Vieja. Sin competencia.
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Es el Club Náutico de Vitoria un rincón ideal para huir del mundanal ruido en tardes soleadas, un magnífico mirador, un emplazamiento envidiable.
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