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Contenidos Etiquetados "Restaurante"
Zaldiaran, restorán donde no existe el concepto de insipidez. Te puede gustar más o menos cada plato, pero todos conllevan su elaboración, su montaje, su colorido, su conjunción o contraste, su esmero y su sabor, que es lo más importante.
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La de espía siempre ha sido una ocupación solitaria, pero en esta ocasión Igorr y Aitorsky se desplazaron juntos a Oñati. En coches separados, eso sí. Al menos uno de los dos debía sobrevivir, a cualquier precio, para contar aquí qué habían comido. En esta ocasión lo que les llevó a la villa que vio nacer a Ruper Ordorika no fue un asunto de faldas, sino una convención itinerante de seguidores del Rubin Kazan. Aitorsky montó en su Volga Siber, puso a todo volumen un disco de Mélnitsa y empezó a pensar en las piernas de Maria Yuryevna Sharapova. Casi se escacharra en un par de curvas (de la carretera), pero finalmente arribó a la localidad guipuzcoana seguido de cerca por el Ë-Mobile de Igorr, quien no se quitaba de la cabeza los movimientos del último duelo Anatoli Kárpov – Garry Kasparov, entre riffs y consignas anarquistas de Mongol Shuudan. Acabada la convención, ambos se dirigieron al centro del pueblo a pie, y pronto se toparon con un paisano a quien preguntaron, marcando las erres, claro, dónde podían comer. «Buff, ya es un poco tarde…», resopló el viandante. ¡¡Eran las 14.40 horas!! ¿Acaso había fallado el navegador y nuestros amigos se habían plantado en Francia? Igorr dudó, pero vio a lo lejos la bella silueta de la antigua universidad, inaugurada en 1548, y una señal de tráfico que indicaba la dirección a seguir para llegar al Santuario de Arantzazu, en cuyo friso talló Oteiza 14 (¡¡14!!) apóstoles, e insistió al lugareño, como en las novelas de Dostoievski. Éste (el escritor ruso no, el ciudadano guipuzcoano) terminó recomendándoles la cafetería Izarraitz, sin mucha convicción, como queriendo escurrir el bulto, perderles de vista. Y lo logró, pues nuestros protagonistas se dirigieron allí. Fue toda una experiencia, como sumergirse en ese universo chic y/o snob de casas de comidas escondidas, de apariencia clandestina, de esos comedores secretos instalados en comercios y locales imposibles (tintorerías…) de cuya existencia se tiene conocimiento por el boca a oído, o por...
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El restaurante mexicano Cielito Lindo, ubicado en Nerja, permite retratarse en su puerta cual Emiliano Zapata, con gran sombrero y escopetón en la mano.
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La cantidad es suficiente para recargar energías y la calidad la indicada para disfrutar del momento. Un valor seguro La Viña de San Francisco, una opción diferente en Bilbao la Vieja. Sin competencia.
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KATE ZAHARRA. COMER MUY BIEN POR UN PRECIO RAZONABLE El Kate es conocido por su futbolística clientela, por sus vistas espectaculares y por sus abultadas facturas, pero si conoces sus entresijos se puede comer muy bien por un precio razonable. Cuando llegas se ofrecen a llevarte a su bodega, rústica y preciosa, donde se degustan ibéricos, anchoas y demás entrantes fríos de gran calidad pero excesivo precio. Yo, por ejemplo, no bajo hace años. Prefiero sentarme directamente en la mesa y que Patrick me cante sus mariscos (muy buenos y caritos) y variados entrantes calientes y trabajados. No suelo perdonar sus verduras (calabacín, pimiento verde, alcachofa, menestra…), elaboradas y trabajadas con esmero, que hacen del Kate un lugar diferente. A mediodía, entre semana, suele haber garbanzos con bogavante o alubias con cigalas que se han convertido en imprescindibles por su calidad y precio (a 12 euros una ración a compartir). Su gran variedad de segundos nunca falla. Siempre afinados, destacan sus albóndigas de solomillo, por diferentes, y su besugo, pero no descarto nada, porque todo (lo que he probado) está rico. Luego, no soy muy de postres pero mis compañeros nunca pusieron pega, que yo recuerde. Su carta de vinos es enorme, variada y pelín carita, pero el rollo es mirar el precio y elegir. También he de reconocer que para mí y algún amigo de gustos caros y buen background culinario el Kate es, por variedad y calidad, el mejor restaurante del Gran Bilbao. (Soul Food) KATE ZAHARRA. UN RESTAURANTE CARO Vaya, nuestro amigo Soul Food ha querido estrenarse en Don Manuel asumiendo el reto de escribir un texto en el que revelaría cómo comer ‘barato’ en el Kate Zaharra (por 60 euros vamos), y ha terminado alabando el besugo, el pescado más caro entre los pescados caros, y escribiendo las palabras “abultadas facturas”, “caritos”, «excesivo precio» y “pelín carita” en solo dos párrafos. Sin quererlo, ha terminado dándome la razón cuando le digo que es un restaurante caro. Sin entrar a juzgar si es bueno,...
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La terracita se le suele llenar a Taberna Marinera Machichaco y el comedor inferior también. La barra se ve afanosa y concurrida y el comedor superior suele merecer ocupaciones cumpliditas.
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Imagina que invitas a tu pareja a papear y sales del encuentro vacío y te siente estafado. Es lo que nos acaeció al que suscribe y a su esposa en el restaurante Rimbombín.
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Taberna Santi, Un bareto que hace esquina, pone fútbol en la tele y se llena de adolescentes filobakalas que comen bokatas y de familias aburridas que ignoran a sus niños molestos y chillones.
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Otra vez salimos del asador Hondartzape pensando que qué caro, que cuánta cantidad y que qué rico.
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La experiencia sensitiva en el restaurante Azurmendi, la inmersión en el universo de aromas, sabores, texturas y paisajes que propone el cocinero vizcaíno Eneko Atxa, resulta realmente satisfactoria. Un auténtico placer.
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Vanessa y Enrique regentan en Castañares de Rioja El Real de Siota, un hotelito rural en una antigua casa-palacio del S.XVIII.
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Maruja, el local, es antañón y elegante. Muy recogido. Tiene paredes empapeladas, cuadros, techo de madera, grandes espejos, alacenas, cortinas, lámparas colgantes… Pinta antigua, como la de su web.
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