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Publicaciones por oscarcubillo
(+53 rating, 11 votes)Cargando... Lisboa en verano es luminosa, calurosa y olorosa. Huele a sardinas asadas, sobre todo. A veces también, en algunos montones de polvo urbano que se acumulan en las esquinas más vetustas y descuidadas de las aceras, atufa a detritus. Las mujeres de ahí son muy hembras y se ven muchos negros de las colonias. Lisboa, capital imperial: imperial llaman a las cañas de cerveza servidas a presión. El turismo está en alza y, gracias a los líos de los moros y los árabes, hay visitantes de aluvión ajenos a la amenazas del rescate económico del gobierno portugués. Estas vacaciones leo en un periódico luso que los guiris (igual que yo ahí), sobre todo, acuden por la buena comida, el buen vino y la simpatía de la gente. Vaya: en España se come mejor, el vino luso parece potable (pero en bares todos a precios superiores a los de España y, generalmente, servidos en peor cristalería) y el paisanaje portugués es probable que sea más humano. No obstante, si puede, el comerciante portugués de a pie se salta el 23 % de IVA en las facturas. Las facturas de los restoranes y tascas aparecen y desaparecen como en juegos de manos; las reclamas a los camareros y se hacen los despistados, te las escriben a mano en papeles sin rigor legal y, a veces, te llevas algunas notas y, cuando luego te fijas, se indica ‘este documento no sirve de factura’. Ja, ja. ¿Hablamos de la curva de Laffer? ¿Recordamos que a más impuestos más fraude, más economía sumergida? Bah, ahora no, pero señalemos que a menudo a los hosteleros lusos se les rompe el datófono, el ‘multibanco’, y no puedes pagar con la Visa. Je, je… En el primer día en Lisboa acudimos a cenar al restaurante Río Coura, garito sito en la cuesta entre la catedral y el castillo, en el barrio de Alfama, donde conseguí mi pulsera de la suerte. El Río Coura me lo ha recomendado...
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Había mucha peña con pinta de currela en La Venta de Castañeda. Y varios comensales solos. Menos mi esposa y una tipa con pinta de turista, todos los clientes eran varones. Y sonaba música hortera.
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La chica de La Dársena cantó ‘La Traviata’: la chica cantó ‘La Traviata’: «El menú es el mismo todos los días. No lo colgamos por eso. Además, si lo anunciásemos, esto se pondría a tope cada día. Y preferimos dar carta».
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El Moby Dick no es ningún chiringuito, aunque sólo abra en verano y exhiba decoración marinera: remos, un timón, campanas, fanales, salvavidas, ojos de buey…
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(+50 rating, 10 votes)Cargando... En agosto de 2012 ya destacamos en este blog el económico menú del Bar Parrilla Restaurante JJ, titulándolo como la mejor oferta diaria entre la profusa competencia restauradora de la localidad llanisca. Y así siguen sus rectores, en la cima, sin perder comba con un menú de 10 euros excelentemente servido, muy bien presentado, notablemente cocinado, regularmente variado, más barato que los de la competencia e inmediatamente disfrutable. Lo acompaña un vino de mesa potable, aunque mejorable, pero éste no es suficiente pero para su propuesta. A la Parrilla JJ le va tan bien el negocio que ha cambiado a mejor: abajo, en la planta baja, se ha ampliado el espacio del bar de decoración metálica y moderna, y hasta el primer piso, alejado de la barra, se ha trasladado el comedor para ejercicio de los camareros, que suben y bajan los platos por la escalera. La oferta del JJ es tan competitiva que La Txurri siempre desea comer ahí, imagínense. Como cierran los martes, algún día podemos ir a otro lado. La última vez que pernoctamos en Llanes entramos en el JJ, subimos su escalera por primera vez y con diligencia nos atendieron en el comedor. Era lunes y había bastante gente, desde turistas guiris hasta parejas, desde jubilados españoles hasta currelas locales. Bebimos con agua Solán de Cabras y tinto Viña Coyanza, de León, de mesa, violáceo y fresquito, que entraba sin raspar. De primero ese día había paella y fideua que no vimos en ninguna otra mesa, porque casi todo el mundo pedía lo mismo que nosotros: Susana una ensaladilla rusa con ingredientes en trozos gruesos y poca mayonesa, lo cual ella solventó a su gusto con chorritos de vinagre; y yo un pote asturiano colosal, suave y suculento. Abandonaron en la mesa el perol y me serví varias veces hasta no dejar más que un trocito de patata. Gocé con cada sabrosa legumbre, el tocino estaba bien y no era mucho, el chorizo resultaba aparente, la...
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(+49 rating, 12 votes)Cargando... Cuando se publicó el molón post de la sidrería El Bodegón, esa tan exitosa y populosa de Llanes, recibí un mail del amigo Jonbi recomendando: «Si estás por ahí no dudes en ir a Puertas de Vidiago, pegando a Llanes, a cuatro kilómetros, y comer en Casa Poli». En cuanto lo recordé le hice caso, claro, y visitamos Casa Poli a la ida y a la vuelta de nuestra última incursión llanisca. Cuando se c oncluya ese tramo de autovía no sabemos qué sucederá con la empresa restauradora, pues ahora está pegada a la carretera general, de obligado tránsito, tras un paso a nivel y en el centro del pueblo. Parece que todo el pueblo le pertenece, con su parking privado incluido. Tiene también una página web mala. La parroquia acude al Casa Poli en procesión, más los fines de semana y no digamos cuando hace buen tiempo. El edificio es una antigua cuadra remozada y ahora acoge un bar, cuatro comedores rústicos y en verano el patio hace las veces de quinto figón. Y me gusta ir a sus ‘retretes’, pues me recuerdan a los de los bares que poblaron mi infancia rural. La pega es que en Casa Poli no reservan. Es un negocio similar (barra, comedores, venta de productos locales) al no lejano en la distancia Casa Cofiño. Bueno, ellos no reservan y yo no dejo propina. (Al escribir estas líneas telefoneé y me dijeron que sólo reservan para la 1.30, y que entre semana no suele haber problema.) El caso es que fuimos a Casa Poli un domingo, a la ida hacia Poniente, y el encargado nos advirtió que no reservaban y que nos diéramos prisa si queríamos ver la aldea pues sólo tenía una ‘mesina’ libre para dos. Je, je… Así que nos quedamos sin rechistar y acabamos tan a gusto del ágape que decidimos repetir comida dos días después, a la vuelta hacia Levante. Casa Poli se define como preservadora de la cocina asturiana...
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Laguardia es mi pueblo vasco favorito. Es amurallado y medieval, y está dotado con numerosos bares y restaurantes. Estos son sobre todo turísticos y suelen servir menús diarios de batalla a precio oneroso, pues te cobran 15 aurelios como si te hicieran un favor. En estas propuestas turísticas abundan las patatas a la riojana y el cordero, con resultados culinarios irregulares. A Laguardia voy siempre que puedo y un día que mi esposa rechazó comer el menú del excepcional y extramuros Restaurante Amelibia (a 16,50), buscando una alternativa, nos topamos con el menú del Restaurante Cueva La Muralla, tasca de la que recordé algún escrito positivo en El Correo. Ese día, miércoles, había cordero y menestra, y barrunté que el vino no estaría mal. Debido al artículo mentado supuse que si no entraba ese día lo haría en una ocasión futura, así que, pensando ‘no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy’, cruzamos su bar en sombras, corto y cañí. Nos acomodamos en su comedor, de diseño pasado de moda y con una mesa reservada para ‘los padres’(imaginé que sería la familia, pero se trataba de dos curas que suelen almorzar ahí), y con las otras mesas repartidas entre habituales locales y turistas de paso que suelen llenar el figón y acostumbran a visitar el comedor de abajo, el de la bodega, el del calado, más atractivo. Bueno, pues ahí fuimos el menda lerenda y La Txurri (alias Mister No), nos sentamos y nos tomaron nota con bastante desparpajo y confianza (la camarera pensaría que éramos turistas de paso y después nos veía y nos saludaba y nos hablaba por las noches en los bares de Laguardia). La espera en La Muralla la amenicé libando el vino Vallobera de año, una buena marca del pueblo que en la barra de esa tabernita sirven por copas a un euro cada una. En el menú diario de entrante inesperado había ensalada, un fijo bien aliñado según Susana, con dos trozos de buen tomate y mucho verde....
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Nos agrada el restaurante Amelibia por su amable servicio, por la claridad y serenidad que se respira en su comedor, por sus vistas, por sus mesas separadas, por su clientela fiel y desapercibida, por su comida, por su bodega, por su modernidad… Por su atmósfera más que ambiente.
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En Migaea, excelentemente atendidos, gozamos del menú, con vajilla colocada con guantes blancos , buena cristalería y la decantación atenta y constante del agua y el tinto.
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El servicio fue ceremonial en restaurante Zortziko. Nos dirigieron al comedor principal y versallesco y nos ubicaron en la mejor mesa, esquinada, con vistas a todo el salón, de techos altos y decoración hiperclásica: lámpara de araña, mesas redondas, sillas Luis XVI, chimenea…
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Una visita al prestigioso Restaurante Aretxondo, de aire arquitectónico vasco, gastronomía tradicional, amplio local con mesas separadas, clientela que no chilla, vistas estupendas a los montes verdes, aparcamiento con numerosas plazas, bar y terracita…
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El lunes había muchos turistas y muchos vascos en Casa Pancho, pues esta tasca es hito obligado de esas manadas de profanos que miran curiosos a sus paredes, carteles y tal.
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