Taberna Alameda (Hondarribia). Picoteo mestizo bien pensado y ejecutado
Una oferta, para comer bien y rápido, a la altura de sus más de 75 años de historia, y tres generaciones, dispensando en restaurante Alameda «cocina del Bidasoa».
leer másUna oferta, para comer bien y rápido, a la altura de sus más de 75 años de historia, y tres generaciones, dispensando en restaurante Alameda «cocina del Bidasoa».
leer másUbicado en un callejón del Centro Histórico de Málaga, este taller y despacho de productos artesanos de lo más diverso completa su oferta con un acogedor espacio gastronómico donde probar especialidades locales. ¿Qué tal lomo de orza con pajarete?
leer másEste restaurante se empeña en desmentir que para comer algo decente haya que llevar un mínimo de 40 euros en el bolsillo. Se reafirma como una buena opción para citas informales, sin grandes dispendios ni pretensiones gastronómicas.
leer másConservas Chanquete merece un aplauso por permitir que pases por un gastrónomo de relumbrón con sólo abrir una de sus latas. Ésta ensambla las esencias de pochas, mejillones y esa suerte de verdura marina que es el alga wakame.
leer másXukela, una taberna ilustrada, en pleno Casco Viejo de Bilbao, donde los pinchos de cresta de gallo son un sabroso reto para la clientela. Se los recomendamos.
leer másUna pieza repostera delicada, con las almendras picadas en estado óptimo y un interior espectacular, rebosante de una crema pastelera cuyo sabor se realza al calentar previamente la tarta en un horno. Así es la panxineta de Otaegui, una delicia.
leer másSu aspecto es poco refinado, nada pijo, pues los descomunales milhojas se presentan desprovistos de ñoñerías, pero plenos de aroma y sabor. De un espectacular gusto a mantequilla que armoniza a la perfección con la rica y abundante crema pastelera que se coloca entre las planchas de crujiente hojaldre. Contundente y tentadora.
leer másLa tortilla del bar Néstor es estupenda, ciertamente. Poco cuajada en su interior, como mandan los cánones, y con un bonito dorado en su cobertura, cofre de huevo que envuelve y abriga ese jugoso corazón donde se funden patata, cebolla pochada y algo de pimiento verde.
leer másEl pastel vasco de Hawaii es consistente, pero no atiborra, está relleno de rica crema pastelera y la masa cuenta con un agradable punto terroso. Un pastel de grato aroma, textura atractiva y con sabores bien armonizados, con ninguno asaltando el paladar de modo desaforado.
leer más(+15 rating, 3 votes)Cargando... Seguro que Iparralde, el País Vasco francés, esconde multitud de secretos culinarios, una gastronomía propia digna de admiración que cuenta con puntales como la axoa. Pero lo cierto es que la gente acude allí y, por no complicarse, o por no hacer excesivo gasto, se pone morada a moules frites (pequeños mejillones que sirven en grandes fuentes y cazuelas, acompañados de distintas salsas y patatas fritas), sándwiches, crepés y gaufres. Yo no soy menos; lo mismo disfruto con unas ostras (supuestamente) de Arcachon, que con un sándwich americain o uno de los referidos gofres. Eso sí, cuando me apetece dulce, mi instinto no ofrece alternativa, tras mucha prueba-error, se empeña en conducirme a Sokoa, un precioso barrio fortaleza de Ciboure (Ziburu), la localidad vascofrancesa donde nació el célebre compositor Maurice Ravel. Allí, a la entrada de su puerto, se alinean una serie de restaurantes donde el plato estrella parece ser la «merluza a la española» (40€, aprox., 2 pax.); las casas con contraventanas de colores señalan el recorrido hasta el lugar donde se erige imponente la torre que corona el fuerte del siglo XVII; un rompeolas invita al paseo (cuando la marea no bate con fiereza -un espectáculo habitual-); las barcas de colores amarradas transmiten paz; y la pequeña playa no está exenta de atractivo. ¿Y el dulce? En Toccatutti. En ese austero local, con pinta de simple heladería, junto a la rampa del puerto, despachan copas de helado, paninis, beignets, bebidas frías, calientes y, además, los mejores crepes y gaufres de la zona. No sé si el sujeto le echa más o mejores huevos, mejor harina, mantequilla… Pero están rebuenos. Destacan por su adecuado punto de cocción y por su grato sabor, que permite disfrutarlos simplemente «sucrées» (con fina capa de azúcar glas). Algo tan simple como excepcional, cuando la competencia se empeña en servirlos demasiado crudos (¿hay prisa?) y/o insípidos (¿tan complicada es la receta?). Por si fuera poco, condimentan un par de ellos con ron St. James...
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