‘The trip’. Una película gastronómica y muy inglesa
En la película ‘The trip’ un mujeriego Coogan, actor de relativo éxito, es fichado por el diario londinense The Observer para hacer un reportaje sobre seis restaurantes ingleses.
leer másEn la película ‘The trip’ un mujeriego Coogan, actor de relativo éxito, es fichado por el diario londinense The Observer para hacer un reportaje sobre seis restaurantes ingleses.
leer más(+37 rating, 12 votes)Cargando... Hace ya tiempo que nos hemos convertido en habituales de este nuevo bar-restaurante de El Antiguo donostiarra. Pero, por hache o por be, no encontraba el momento para hacerle su merecido homenaje público, como salvavidas de nuestros hambrientos estómagos a 5 minutos de casa. Todo comenzó como lo hacen las historias de amor: de un vistazo rápido. Pasamos por delante de su llamativa puerta, cuando paseábamos, y la duda se cernió sobre nosotros: «este sitio… ¿no era antes diferente? Parece que ha cambiado… A ver, a ver la carta…» (qué peligro tiene eso). De ahí al boca a boca de la gente, que parecía más avispada que nosotros y ya lo había probado: «Pues está muy bien, muy agradable». Entonces llegó un día, no recuerdo muy bien cuál, pero era un domingo, a la hora de comer, que por un azar del destino decidimos adentrarnos a esa cueva con aspecto tropical de la que tan bien habíamos oído hablar. Empezamos por lo fácil, el aperitivo. Cañas bien echadas (milagro), camareras amables (milagro dos), y pintxos ricos (menos milagro, pero se agradece). Según pasaban los minutos, nuestra curiosidad iba en aumento y decidimos preguntar si había mesa para comer. ¡Bingo! Tuvimos suerte y allá que fuimos, con el cuchillo y tenedor en ristre, para hacer gala de nuestro curtido arte en cortar y masticar. La oferta gastronómica es perfecta para lo que suele ser esta bendita ciudad. Rica, sencilla y muy muy muy asequible. Me dejo un muy por el camino. Su carta es simple, se pueden tomar raciones, pintxos y platos, y combinar todos, para crear tu comida o cena particular. También hay una solución llamada «Pintxo pack» (8 euros), que incluye tres pintxos salados y uno de postre, que, si la combinas con alguna ración, te apaña la comida. La merluza (tanto el cogote como la merluza al horno) son un absoluto imprescindible, así como la ensalada de ventresca y el revuelto de hongos (en temporada). La tortilla de patatas...
leer másLa tortilla del bar Néstor es estupenda, ciertamente. Poco cuajada en su interior, como mandan los cánones, y con un bonito dorado en su cobertura, cofre de huevo que envuelve y abriga ese jugoso corazón donde se funden patata, cebolla pochada y algo de pimiento verde.
leer másBotanika Kafe se trata de un espacio acogedor que cuenta con un solicitado mirador, que puede hacer las veces de reservado, y una cuidada terraza que es una gozada en verano.
leer másA Fuego Negro es un despacho de tapas de autor donde refulgen la imaginación, el ánimo provocador y la incuestionable creatividad de Edorta Lamo, un evadido de las Bellas Artes y del teatro que dice encontrar inspiración en recuerdos, viajes, productos, técnica y música.
leer másUna imagen de Eva Garcés da la bienvenida a quien acude a La Cuchara de San Telmo.
leer másCasi escondido, tiene su barra completamente despoblada. Ni un plato de gildas. La Cuchara de San Telmo es el nombre de ese templo, auténtica referencia en ese mundillo de la cocina en miniatura.
leer más(+59 rating, 12 votes)Cargando... Déjenme comenzar esta pieza con un alegato en defensa de la hamburguesa: señores, señoras, la hamburguesa es un invento cojonudo estupendo. ¿Qué puede haber de malo en unir una buena pieza de carne picada de calidad, algo de salsa sabrosa y un puñado de vegetales y hortalizas frescas? A ver, se me ocurre que uno de los inconvenientes puede ser la dificultad para comerla; imagino la torre original desparramada, con rodajas de tomate, hojas de lechuga y ruedas de cebolla bien pochada desparramadas por el plato. Lo acepto, es una posibilidad, pero eso ya lo tuvo en cuenta hace más de un siglo Charles Nagreen (o quien fuera su inventor, pues su ‘paternidad’ es muy discutible y discutida), quien resolvió meter todo entre dos panes. Genial. La solución permite disfrutar todos los sabores al tiempo, aporta movilidad al bocadillo (a su consumo) e incluso incrementa la satisfacción. Un buen pan aporta aroma, tacto crocante y sabor. Lo dicho, la hamburguesa es un invento cojonudo fantástico y la mala fama asociada, producto de los desmanes de las multinacionales del fast food, es injusta. Es como decir que los croissants son una porquería, porque los que hace el panadero de mi barrio son una masa gomosa y pringosa. Dicho lo cual, entenderán que me gusta comer buenas hamburguesas. En Getxo busco las del Gure Etxea, de las que hablé en su día, y las del Carpanta, de las que un día hablaré. Y en Donostia me gustan las de Va Bene. Es bien sabido, deje constancia de ello en una reseña de cierto calado en la que Iker dejó el siguiente comentario: «Va Bene está genial, ahora le ha salido una dura pero que muy dura competencia, Holly Burger, en la misma parte vieja y con patatas fritas caseras!!!!!». Tentador. Había que ir. Y fui. Acudí de noche y comprobé de primera mano que un mar de espejos aturde al neófito cuando avanza por el amplio comedor, y facilita sobremanera la tarea del espía, que puede aprovechar sus cruces y ángulos para desempeñar...
leer másRestaurante Igeldo, restaurante Mariñela; tanto monta, monta tanto. Ambos negocios comparten espacio en el puerto donostiarra, sus toldos conviven, uno junto al otro, en el mismo soportal, a la altura del número 15 del antiguo muelle de pescadores. Uno llama para reservar mesa al Mariñela, le sientan en el Igeldo, le alcanzan una carta del Mariñela y (tachán) el ticket lo encabeza el nombre «Rte. Igeldo Jatetxea». Es uno solo, vamos, y vive ajeno a la monumental crisis que azota al ciudadano peninsular desde hace, al menos, un lustro. La burbuja inmobiliaria ya estalló, afortunadamente, y ahora son los hosteleros quienes se las tienen que ingeniar para seguir ganando dinero pese a que éste escasea en los bolsillos de sus vecinos. La burbuja gastronómica también se desinfla y hasta los chefs más reputados diversifican y se embarcan en aventuras prêt-à-porter como gastrobares, despachos de tapas de autor, cursos y talleres… El único lugar de este planeta ajeno a tal realidad parece ser San Sebastián, donde aún hoy es posible pagar 40€ por tres anillas de calamar rebozadas, un puñado de ensalada, una docena de sardinas y arroz con leche. El turista accidental y el flujo constante de franceses con renta per cápita superior mantienen intacta la burbuja donostiarra, donde siguen empeñados en cobrarnos por encima de sus calidades, y de sus capacidades. Y, dado que hace años que borramos las fronteras, parece que al ciudadano no le queda otra que resignarse al atropello. ¿Les parece una exageración el caso de las sardinas a 40€? Pues está basado en hechos reales, concretamente en una cena celebrada allí, en el restaurante Igeldo – Mariñela, a principios de agosto. Tres parejas pedimos una ración de calamares, cinco de ensalada mixta, seis docenas de sardinas, cinco postres y algo de beber, y la cuenta ascendió nada menos que a 240,90 euros. Aurrera mutilak, aurrera Gipuzkoa… A ver, a mi plin, que soy de Bilbao, y a mi amigo Oier también (dejó 5€ de propina, aunque la factura ya incluía 7,04€...
leer más(+40 rating, 8 votes)Cargando... Me río yo de la tentación de Cristo, y de los juegos que protagonizaron Marlon Brando y Maria Schneider en su último tango en París, cuando llego a casa con apetito, un punto de ansiedad y sin gana alguna de cocinar. Entonces entro en la cocina, agarro la barra de pan y veo cómo merman la barra de chorizo picante, la de salchichón ibérico, el espetec, la sobrasada y la pieza de queso de oveja de mis amores. A veces entran remordimientos de conciencia, cuando se acaba el pan, sumas las calorías ingeridas y tal, pero ya no hay nada que hacer. Después de todo, para qué nos vamos a engañar, mayor es el problema cuando resulta que llegas a casa con apetito, un punto de ansiedad, sin gana alguna de cocinar… y no encuentras queso, ni embutido, ni pan en tu despensa. Horreur! Pues bien, cuando estoy en Donostia el asunto es menos dramático pues, si no es muy tarde, siempre puedo acudir a Via Fora, un local amplio aunque desangelado, sin atractivo estético, donde tengo eso, precisamente: pan, embutido y queso. El negocio se promociona como restaurante de cocina catalana, se ubica cerca del parque Cristina Enea, aunque lejos de las postales de la ciudad, entre las vías del tren y el cauce del Urumea, y presume en Twitter de preparar «los mejores arroces de la ciudad». Porque sí, por encargo cocina arroces (tot pelat, negro, con verduras, con conejo), más caros que en Levante (es lo que tiene esta ciudad). Me han hablado mejor de su fideuá. Y, a veces, hasta se lían la manta a la cabeza y organizan calçotadas. Pero yo acudo allí siempre a por lo dicho: pan, embutido y queso. Sin pretensión alguna. De modo informal. En busca, simplemente, de comida modesta, picoteo, precios asumibles y el pasar un buen rato con los amigos. Yo lo pasé con mis apreciados Oier y Edurne en mi última visita. Comimos, bebimos, charlamos, reímos… y todo...
leer másEspecialistas señalan la decoración demodé del Garbola, pero también su aspecto cuidado y limpio; que tiene su clientela fiel, ya entradita en años; y que alguna vez se ha visto en su interior a Loquillo.
leer másIndescriptible lo que se sirvió en Dr. Livingstone como «txampiñones en salsa». Trocitos de hongo sumergidos en una masa viscosa y grasienta de apariencia malsana, y con ninguna virtud culinaria.
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