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Contenidos Etiquetados "pescado"
Tocaba cambio, sí señor. Llevaba ya demasiado tiempo este caserío con la misma carta, sin alterar una sola letra. Y es que dicho lugar, perdido en el monte, en el límite entre Usúrbil y San Sebastián, es el claro ejemplo de que el ‘boca-oreja’ funciona. Que yo sepa, no se ha prodigado demasiado en los mundos del marketing, ni ha hecho grandes inversiones para ver su nombre rubricado en la prensa local. Tampoco le ha hecho falta. Quien lo conoce lo hace por su cocina casera, sencilla pero bien preparada. Y una estupenda relación calidad/precio. De nombre difícil de pronunciar, y casi imposible de recordar, ha contado desde sus inicios con una clientela fiel, y para los que frecuentamos el restaurante desde hace muchos años era común coincidir con los mismos rostros cada viernes noche. Más conocido por su oferta en carnes, admito que tienen buena mano con los pescados. Tampoco despreciaré el cordero ni la menestra de verduras del tiempo. Y confieso que soy de siempre fan de la costilla a la brasa. Para mí, la preparan como nadie. Cortada muy fina, bien hecha, con su ajito crudo por encima… acompañada de ensalada de lechuga y cebolla de su huerta… bien aliñada… ¡ñam, ñam! Hace ya unos cuantos años, el comedor fue restaurado totalmente, impregnándolo de un estilo clásico pero más acogedor, sustituyendo el frío blanco de las paredes por un cálido amarillo que contrasta con la madera de las vigas. Posteriormente, acometieron la obra exterior, cubriendo una pequeña terraza y convirtiéndola en coqueto cenador muy agradable para los mediodías estivales, y perfecto para las cálidas noches que tanto escasean en el verano donostiarra. Pero la oferta culinaria seguía intacta. Que no, que si algo funciona, para qué cambiarlo. Como decía, tocaba cambio y ha llegado. Leve y sutil, sin perder su esencia. Desconozco las razones de tal exceso. Quizás la crisis ha hecho que esa clientela se viera tentada por ofertas diferentes, ocurre en todos los sectores; lo sabré yo. Puede ser...
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En el Jornu son especialmente buenos con el pescado salvaje del Cantábrico. En ese campo no tienen nadie que les haga sombra en kilómetros a la redonda. Lo saben y se sabe.
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Restaurante de Pilar se ubica en el seno del Mirador de las Marismas, edificio que emerge en el paseo del muelle cual submarino ciclópeo de tres cubiertas donde los turistas (o no) pasean para asomarse a sus vistas.
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La terracita se le suele llenar a Taberna Marinera Machichaco y el comedor inferior también. La barra se ve afanosa y concurrida y el comedor superior suele merecer ocupaciones cumpliditas.
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Otra vez salimos del asador Hondartzape pensando que qué caro, que cuánta cantidad y que qué rico.
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Con su reforma ha cambiado el comedor principal. Lo que no ha variado un ápice ha sido el trato del personal ni el resultado culinario satisfaciente, pues restaurante Lasal mantiene su esencia.
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na baratija, no especialmente sabrosa, cobrada a precio de suculento manjar por presentarse en la rústica olla a presión del lugar, un leve abuso que uno acepta sin rechistar por aquello del tipismo,
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El único local que servía pescado auténtico era el Playa de Mogán, con ambiente antañón, con su nevera expuesta al público y llena de pescaditos del Atlántico, y con su terracita paralela a una calle de aspecto colonial
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Asador Sagartoki es uno de los restaurantes con mejor cartel de la capital alavesa.
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Una familia que se decantó por el menú del día en La Lonja de Comillas y padeció el servicio distraído y tan lento como el de un mexicano bajo el sol de Jesús.
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La Dársena tiene una terracita que atora el tráfico peatonal, un amplio bar donde nos ponen tapitas gratis, un comedor pequeño, otro grande más recogido y una pecera los mariscos esperan a que los pesquen.
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(+15 rating, 4 votes)Cargando... En una mesa se organizó un buen debate. ¿Cuál es el mejor restaurante para llevarse un bendito pescado a la boca en Uribe Kosta? Rápidamente surgieron tres nombres: Zabala (Asador El Puerto), en el Puerto Viejo de Getxo; Itxas Gane, en Barrika; y Ondartxape, en Astondo. A ver si es verdad. Aterrizamos en el Itxas Gane un miércoles, el día más caluroso de la primavera, y lo encontramos repleto, a rebosar. Una sorpresa para nosotros, pero también para la regencia y el servicio del local. Una pega, en muchos sentidos, pero una ventaja a la hora de contrastar algo de lo que ya estábamos avisados: la frecuente presencia de VIPs en su comedor, pese a la austeridad de su diseño y su decoración. Al fondo, en las tres únicas mesas asomadas a los ventanales con vistas al Cantábrico, se repartían mi ídolo de la Democracia, nuestra primera dama, el ex futbolista Josu Urrutia, el periodista estrella Igor Cubillo y el televisivo Patxi Alonso. Casi nada al aparato, oíga. La gran pega fue el citado aluvión de gente, sorprendente al tratarse de un día de labor. Así, casi agotada la despensa, de su loado repertorio de pescados salvajes, sólo se nos ofreció lubina, dorada y mojarra, nuestra dieta habitual del fin de semana, dada nuestra proximidad a Pescadería Antonio. Lástima. Albariño, txangurro y lubina Tras dar los primeros empujones a una botella de albariño Fillaboa, bien rica, atacamos unos txipirones a la plancha. No fueron los mejores que hemos comido. Y tampoco los peores. Sin más, como dice la chavalería. Luego, el txangurro al horno nos confirmó que preferimos el marisco tal cual, cocido o braseado. Desnudo, desprovisto de guarniciones y otros aderezos o acompañamientos que únicamente aportan complejidad a su preparación. Pero estuvo bien, no me malinterpreten. Luego llegó la lubina, desespinada, convenientemente domada y bien sabrosa. Sin pega, como no puede ser de otra manera, siendo tasada en 44 euros. Y del postre no me acuerdo. Será la edad....
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