Amarako Abadia y sus paredes cubiertas de libros suspendidos y entrelazados, con cordel; uno puede ojear a modo de entretenimiento sus portadas, descolgar el volumen que más le interese para leerlo allí mismo, e incluso llevárselo a casa.
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La entrada de El Bohío no hace intuir todo lo bueno que hay dentro. Más bien parece el típico mesón de provincias sin excesivo encanto.
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Es curiosa, o no tanto, la admiración de los maestros de la nueva cocina, los gurús de las emulsiones y las mezclas imposibles, por la sencillez. José Carlos Capel tuiteaba hace unos días lo siguiente: «@JCCapel: Detalle entrañable Arzak: me gusta cocina moderna pero nada comparable a mojar pan (lo dice mojando jugo chuletón)». Y mi última visita al Mirador de Ulía se cerró con una conversación en la que el cocinero Rubén Trincado nos recomendó con énfasis la tortilla del bar Begihaundi, de Pasai San Pedro (Arraunlari kalea, 36). Mostraba su estupefacción porque tal manjar pueda salir de la mera unión de patata y huevo. Y se rendía ante la pericia de la cocinera. Sin estrella, pero mayúscula, a su juicio. Si Rubén nos dice id, nosotros vamos, así que hace unos días nos montamos en el coche, nos confundimos de Pasajes y tomamos el bote de San Juan (Pasai Donibane) a San Pedro (70 céntimos) para hincar el diente a la susodicha tortilla. Llevábamos el estómago regular, merced a la ingesta de unas patatas fritas británicas, de packaging atractivo pero contenido asaz acartonado, y a la grasilla del foie a la plancha del donostiarra bar Alcalde. Y, la verdad, el austero pintxo del Begihaundi fue mano de santo. Siempre en formato de pequeño bocadillo, o pulga, allí se despacha una tortilla consistente, pero bien agradable en su paso por el paladar. Sápida, pese a no incluir cebolla (!!), mullida y con buen punto de sal. Buen complemento para el disco de nuestro admirado Ruper Ordorika que amenizó nuestra estancia. Los pescadores se acercaban a la corta barra (al fondo hay varias mesas) para comprar latas de cerveza, los habituales se despedían aio, guipuzcoano cerrado, en vez de agur… ¿Y el precio? Dos pintxos (formato bocadillo, ya se ha dicho) y un botellín de Estrella Galicia, 4,20€. Café solo, 1,15€. ¿Merece la pena desplazarse hasta Pasaia con la sola intención de comer la tortilla del Begihaundi? Si estás San Pedro, merece la pena desplazarse...
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La gastronomía japonesa inspiró el bautismo de Sushi y Wasabi, un dúo de pop sencillo, chispeante y algo tontorrón, en ocasiones, formado por dos sevillanos afincados en Barcelona.
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Comimos el menú del día de Piquio en un comedor amplio con maderas, tonos grises y ventanales amplios. Y superamos nuestras expectativas,
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De El Chalet nos llaman la atención las dos campanas que hay ‘plantadas’ en su pequeño jardín frontal, junto a la acera. Dos campanas con la inscripción «1893. Santo Tomás», firmadas por el fundidor «Echebaster Hijo», de Vitoria.
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Siempre hemos estado a gusto, pese a las estrecheces y otras limitaciones, en Arrikitaun, un trocito de Andalucía en Donostia.
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El vídeo de Nacho Vegas es un homenaje al combinado de ginebra y vermouth que James Bond solicitaba agitado, no removido («shaken, not stirred»), y también al sexo.
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Óscar Cubillo No confía en los menús del día con seis o siete primeros y segundos platos, pero éste de Taberna Euskalduna le sedujo y habría pagado más de los 10’50 lerelines que costaba.
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El Roxín está en el Mazucu. Allí se desarrolló una de las batallas más épicas de la Guerra Incivil Española
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En Baita-Gaminiz nos atendieron dos camareras y, en hora y media pasadita, comimos de menos a más y bebimos de más a menos.
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Era la fiesta de Marketing for lemons. Estábamos invitados y nos hacía ilusión. Mucha.
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