La gastronomía es una manifestación de placer, tiene que ver con lo artístico, con el hedonismo, la sapidez y la satisfacción de los sentidos. De todos ellos. Por eso le pido algo tan básico como pasión, calor. Y la pantomima de las estrellas Michelin hace tiempo que me deja frío.
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Dos chefs, Yolanda León y Juanjo Pérez, cocinan en este restaurante, único de León con estrella Michelin. Óscar Cubillo probó su menú degustación y asegura que repetiría.
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Vicent Guimerà vuelca esfuerzos en acercar la galera a la alta cocina, en consolidar su metamorfosis de despojo a delicia. Cada año crea una quincena de platos que reúne en un menú temático que sólo se puede degustar, en l’Antic Molí, durante dos meses.
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El restaurante de Fernando Canales, donde la técnica está al servicio del producto, permanecerá otros diez años en el Palacio Euskaduna, a 40 metros del suelo. En sus creaciones dejan profunda huella Paul Ibarra, al frente del equipo de I+D, y Mikel Población, jefe de cocina.
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Y te metes esos pequeños trocitos de cielo en la boca. Y estallan cuando los muerdes. Y ya sabes que estás jugando en otra división. Una experiencia sólo comparable a la que sentimos en Les Prés d´Eugénie, de Michel Guérard, o en Martín Berasategui.
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Andoni Luis Aduriz despoja de ansiedad al acto primario de comer, e invita a observar, a interpretar, a dudar, antes de morder. Su casa es un negocio fascinante que es más que un restaurante, más que una cocina, más que un laboratorio; un alarde de I+D, un sitio en el que hasta dan de comer.
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Girona es deslumbrante, por eso sale guapa en todas las fotos. Y cuenta con una oferta gastronómica admirable que aúna refulgente vanguardia y profunda tradición. Albert Sastregener, del restaurante Bo.Tic, plasma en sus platos paisajes, vivencias y aromas de su tierra.
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Aunque la tierra está presente en preparaciones tradicionales, como la inevitable fabada, las croquetas, los callos y la papada de gochu, en el apartado de carnes y en la selección de quesos, Gonzalo Pañeda y Antonio Pérez saben manejar, con técnica y buen gusto, un considerable surtido de mariscos y pescados.
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Nacho Manzano, un chef que derrocha técnica y sapiencia en un repertorio contemporáneo, evolucionado, sí, pero donde se percibe la deuda con, y el aprecio por, el trabajo de sus muchos predecesores. La suya es una (r)evolución desde el respeto y el conocimiento; un modo diferente de comer Asturias.
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(+46 rating, 10 votes)Cargando... Si nuestra visita al Restaurante Arbidel de Ribadesella se pudiera resumir en un titular, parafraseando a Sir Winston, este diría «Nunca nadie nos dio tanto y tan bueno, con tal excepcional elaboración, y semejante buena disposición, y pagando tan poco». #findelacita. Comer en Arbidel es una experiencia redonda. Casi dan ganas de no hacer esta crónica para que el secreto siga siendo secreto, para que encontremos mesas y menús degustación tan perfectos como el que nos dejó con una sonrisa en la boca el pasado viernes. Con una relación entre la calidad y precio, de 30 euros per cápita, IVA incluido y bodega aparte, que debe hacer sonrojar a los que ofrecen lo mismo por mucho, o lo poco por lo mismo. Éramos ya, desde hace año y medio, clientes de Arbidel pero todavía no habíamos probado su cocina. Nos llamaba la atención su localización coqueta, escondida, casi de postal romántica, y su terraza, que disponen cuando el tiempo astur lo permite. Allí hay tres mesas altas preparadas para que el cliente pasajero pueda tomar un vino, en copa, lo que se convierte en una experiencia de lo más agradable. Así lo hacíamos siempre que paseábamos por la bella Ribadesella. Y teníamos pendiente visita, para comer. Así que, en un día espectacular de febrero, en una pausa entre temporal y borrasca, aprovechamos y reservamos. Ya lo habíamos intentado medio mes antes, pero entonces era sábado y tenían el restaurante totalmente ocupado. Supusimos que con nuevo menú, recién llegados de sus merecidas vacaciones y con la rutilante estrella Michelín recién conseguida, la expectación era alta. Y así fue. Para nuestro primer contacto (y no dudamos que en el futuro habrá más) decidimos probar el nuevo menú que ha estrenado esta temporada. Fuimos correctamente acomodados en una mesa muy bien presentada en una esquina del comedor al que calculamos un aforo de unas 30 personas. Los clientes, que finalmente llenaron el local, eran, en su mayoría, parejas o familias. Gente discreta y...
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(+33 rating, 7 votes)Cargando... Es todo un privilegio ser considerado un clásico, siempre que la púrpura no te ciegue y su peso te encorve, hasta el punto de anquilosarte y terminar convertido en un dinosaurio. Es común toparse con negocios que se duermen, que crían fama, suben precios y se echan a dormir, pero éste no es el caso de Andra Mari, un verdadero clásico de la gastronomía vasca que está totalmente en forma. Porque lo ratifica año tras año la venerada Guía Michelin, que mantiene su estrella desde hace tiempo, y porque lo he comprobado yo mismo. Y a mí eso me vale más que los caprichos de la guía roja. Qué pasa. No soy el primero que escribe las bondades del restorán vizcaíno, pues se ubica junto a la iglesia de Andra Mari, de estilo románico-gótico (con elementos de reconstrucción renacentistas), desde 1964. Ese año lo pusieron en marcha los hermanos Patxi, Dominga y Juan Cruz Asúa (hoy lo regenta Roberto, hijo de Patxi), y en 1976 el edificio, con fachada blanca y lisa en origen, adoptó su actual aspecto, acicalado con restos de caseríos demolidos. El fino parcheo ha embellecido una estructura cuyas estancias están bien surtidas de madera de roble, tallada con azuela; de hecho, en su bodega alberga el tronco de un viejo roble, el de las mentiras, a cuyo pie la gente del lugar exageraba sus posesiones en animadas conversaciones que tenían lugar antes de entrar a misa. Conocer su historia hace más interesante cada visita. Yo, en mi penúltima, pude caer en la tentación de probar las recetas más caras de su carta, que son ensalada de bogavante con frutas y verduras (29 euros); rodaballo con pil-pil de cítricos y fondo de vainas (29); y centro de entrecot con guarnición de pimientos y patata panadera (28); pero decidí apostar por la fórmula ‘económica’, el Menú Tradicional Elexalde, que ofrece cinco platos y postre por 42 euros (sin bodega). Comí rebién y tranquilicé mi ánimo observando el verdor...
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Óscar García, de Baluarte, es un cocinero fino, sutil, que ha sido capaz de empaparse de la tradición culinaria soriana para reinventarla, para actualizarla. Allí aligera un repertorio gastronómico con hondas raíces e imagen contemporánea.
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