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Contenidos Etiquetados "tapas"
Del mar a la montaña, productos de primera calidad, tapitas y mucha alegría, la gastronomía almeriense vive ahora su momento para hacerse visible. Almería vale una visita de descubrimiento culinario.
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Borja García Argüelles, I+D y Aula de Cocina de Akelarre, abre en el barrio de Gros un pequeño bar restaurante en cuya carta mandan la baja temperatura y la regeneración de alimentos.
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Disfrutamos en «la taberna» de El Clarete, un coqueto y cómodo espacio que recupera la barra como elemento clave para acercar al comensal la propuesta gastronómica del local. Producto de temporada bien trabajado en formato ración, acompañado siempre por buen vino.
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Comida rápida para consumir sin prisa junto a la playa de Hendaia, a escasos metros del antiguo casino que divide el largo arenal en dos. Para degustar sin pretensión alguna, no se me hagan excesivas ilusiones.
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Kokken, abierto hace unos meses en la remozada Plaza del Gas, es un gastrobar con estética y nombre nórdicos, y una carta de mini raciones de lo más apetecible.
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Si en Cádiz el atún es religión (que lo es), su altar mayor se ubica en Barbate, en la cocina de El Campero. El pez se despieza con arte y conocimiento y allí Pepe Melero aprovecha sus 24 cortes, texturas y sabores para más de 40 preparaciones.
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Una guía para sacar el máximo provecho a Valladolid y su oferta de tapas, café y copas.
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A Fuego Negro es un despacho de tapas de autor donde refulgen la imaginación, el ánimo provocador y la incuestionable creatividad de Edorta Lamo, un evadido de las Bellas Artes y del teatro que dice encontrar inspiración en recuerdos, viajes, productos, técnica y música.
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Casi escondido, tiene su barra completamente despoblada. Ni un plato de gildas. La Cuchara de San Telmo es el nombre de ese templo, auténtica referencia en ese mundillo de la cocina en miniatura.
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(+88 rating, 20 votes)Cargando... Hablemos claro. En el mismo momento en que me dijeron que mi destino era Dénia, pensé: «cojonudo estupendo, así comeré en elPoblet«. Al de un rato ojeé la web del restaurante de Quique Dacosta y comprobé que no hay carta, sólo ofrecen dos menús: Universo local (148,50 euros, IVA incluido) y Made in the moon (181,50). Comería el largo, claro: pétalos de rosa, raíces de ceps, hojas varias (dubonnet, maíz, hierbas en escabeche, manzana, castaña), liquen, alga dulce con emulsión de codium, proteína de ostra… Después de recorrer 751 kilómetros, 33 euros no iban a ser un problema. No. Efectivamente, 33 euros no iban a ser un impedimento para sentar mis posaderas en tan reputado comedor, lo sería el desembolsar más de 275 euros por pasar un rato meneando el bigote. El dinero que muchas familias tienen para todo el mes. ¿Por qué tanto? Porque uno es pobre pero también le gusta el vino, y la opción maridaje se ofrece a 93,50 euros. ¡Alegría! Piensen ustedes lo que quieran, pero preferí repartir mi pobreza entre los hosteleros de la localidad, en varios días. Durante mi corta estancia en la cabecera de Marina Alta desayuné como un marqués en las terrazas de Jamaica Inn y restaurante Fernando; tomé vinos y tapas en la Bodega del Puerto, Sancta Sanctorum, El Convent y Tasca Eulalia; comí en La Seu, La Cova del Mero, El Baret de Miquel Ruiz, Republic y en el asador gallego de Ramón; y cené en las mesas de La Tía Pepa Teresa, Les Monges, Les Marines (aka Casa Federico)… No son pocos lugares, y aun creo que me sobró pasta. No lo voy a comprobar; mi sensación es que salí ganando. Prefiero mil veces descubrir y disfrutar a lo grande en un lugar como el referido baret, a experimentar la obviedad de comer a gusto, y a precio de oro, en un tres estrellas Michelin comandado por un Premio Nacional de Gastronomía. No me malinterpreten, con esta larga introducción no pretendo...
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(+21 rating, 5 votes)Cargando... Hace unas semanas acudí a Dénia en misión secreta, con el objetivo de deshacer un entuerto y sólo un papel en el bolsillo, dispuesto a dejarme guiar por las instrucciones de la amable Ángela. Mi fuente dianense llenó nada menos que dos caras con sus recomendaciones y sólo me defraudó Sancta Sanctorum, un local de tapas con aspecto de restorán sofisticado, aseado y casi diría que moderno. Pena que, pese a su apariencia, no comiéramos bien, que es de lo que se trata. Empezaré entonando un mea culpa, entre muchas comillas. Porque, sí, reconozco que erré en mi elección; sólo a mí se me ocurre pedir en Alicante pimientos de Padrón, vino riojano, queso manchego… No obstante, y de ahí las comillas, si figuran en la carta deberían dar la talla; la elección fue inapropiada, pero la deslocalización del producto no excusa su escasa calidad, ni su deficiente preparación. En su día, la camarera de un buen restaurante ubicado en la almendra medieval de Vitoria-Gasteiz me desaconsejó el vino Izadi, caldo de moda muy socorrido en bodas y regalos de empresa, al tiempo que lo tildada de “vino para mujeres” (!!). Esta vez, recién aterrizado en la Marina Alta, no le hice caso, me puse la venda en los ojos, pasé por alto todas las propuestas locales y pedí una botella del crianza de Bodegas Izadi (13 euros). Aún me arrepiento. Pero más lamento haber empezado la cena con “pimientos de Padrón” (3,50). Se sirvieron 13, costó terminarlos de tan vulgares que eran y, por otra parte, pese a estar en temporada, no pondría la mano en el fuego porque fueran del mismo Padrón. Permítanme la suspicacia. Al hacer la comanda la casa nos invitó a unas pocas patatas chips que también nos defraudaron (y mira que es complicado) y el pan que nos procuraron (0,50, cada servicio) parecía tostado con algo de mantequilla, un añadido innecesario cuando se trataba de acompañar platos salados. ¿La coca de foie mediana, con su...
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La Comidilla de San Lorenzo, bar que exhibe cierta modernidad burgalesa y aspira al título de campeón de Castilla de la Tapa Elaborada. A precio ciertamente de campeonato, todo sea de paso.
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