Noticias Recientes
Damon Albarn ha rodado con The Good, The Bad and The Queen un videoclip ambientado en una cocina, donde él y sus músicos friegan, juegan al dominó, fríen huevos, salchichas y bacon, trocean tomate y saltean champiñón, siguiendo las instrucciones de un cocinero televisivo.
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Nuestra colaboradora María Mora salió más que encantada de Aponiente, la casa de Ángel León, aunque con una mijita de hambre.
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LLagar El Quesu es grande, muy grande, y en su parrilla de proporciones descomunales asan todo tipo de carnes: costillas, corderos, criollos, churrasco, etcétera. Tiene, además, un menú del día de lo más competitivo en el que hay siempre alguna preparación a la brasa.
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Te contaré un secreto: los lobos no sólo comen carne cruda (y beben agua del mar), también saben sentarse a la mesa, servilleta al cuello, para dar buena cuenta de guisos y asados. Lo he visto en la persiana del Restaurant du Loup, un local que presume de estar especializado en foie gras.
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Stari Kaštel, una tradicional casona de piedra en lo alto de un acantilado totalmente reformada por dentro. Ambiente acogedor, a la vez que moderno, que sorprendía a cada paso que dábamos.
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Radiohead, abonado a la introspección, canta al desamparo en un tema de corte pop en cuyo videoclip promocional, rodado en Dick’s Restaurant, se mezclan intrigas, platos combinados y maletines; ah, y terminan atragantándose las patatas fritas.
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(+64 rating, 14 votes)Cargando... A veces, una siente la necesidad de reconciliarse consigo misma, o de purgar ese punto de mal genio con el que, frecuente y desgraciadamente, ya no sorprende a muchos de los que le rodean. Esas mismas veces, basta aprovechar un momento de provocada coincidencia familiar, y en un arranque de generosidad, invitar a comer a parte de la familia, padres, hermanas, hijas, sobrinas y/o demás apegados, los presentes en el momento, sin convocatorias previas. Pues dicho y hecho. Me gusta conducir, me relaja, me permite pensar… Vaaaaale, llamémosle morriña, tal vez. Así que me hice la encontradiza, ¡tachán! Y, como quien no quiere la cosa, me planté en tierras castellanas; qué fácil, sabía que me los iba a encontrar allí. Tras las caras de sorpresa, abrazos, besuqueo, perotúquehacesaquí y demás, les propuse ir a comer. Como me conozco el percal, previamente arrastré a un rincón al patriarca con la intención de avisar de que yo me haría cargo de la dolorosa. Prometo que lo intenté con la mejor de mis sonrisas, y hasta con caída de ojos, pero hubo que recurrir al “innegociable, he dicho” para lograr mi fin. ¿Pero ésta no venía en modo reconciliación?, me pareció escuchar. Hacía mucho calor aquel sábado y no era plan meterse entre pecho y espalda una de cocido maragato, ése que se come al revés. Ya se sabe, luego nos entran sudores, sopor inevitable y, a alguno más que a otras, necesidad de siesta. Así que dejamos la visita a Castrillo de los Polvazares para otra ocasión. Precioso pueblo, por cierto. Sinceramente, y para qué negarlo, yo iba con antojo de bacalao con pimentón, claro, lo típico por la zona. A falta de otras ideas, pusimos rumbo a Valderas, un pequeño pueblo leonés donde se ubican tres establecimientos que presumen de despacharlo bien rico en sus cartas: Casa Zoilo, El Rebeco y Gatito (miau). Y aquí y ahora entono el ‘mea culpa’ y reconozco el error, por no haberme informado debidamente y...
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La Taberna del Gourmet es un ‘gastrobar’ de estos tan de moda últimamente que, con incluir los términos gourmet, gastro, vinoteca, o similares en el nombre, ya se sienten con el derecho de clavártela en la cuenta. Pero es de los que lo valen.
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Fue un agradable almuerzo en Porto de Cascais. No maravilloso, pero bueno.
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(+20 rating, 4 votes)Cargando... En ocasiones, ni la estupenda compañía logra paliar la decepción de una comida. Es lo que sucedió un sábado de junio en el Virgen Blanca, restaurante asomado a un vértice de la plaza vitoriana de igual nombre, destacado enclave turístico de la capital alavesa. Pese a no tener gran queja de El Siete, de los mismos propietarios, y a haber leído más de una reseña laudatoria del lugar en blogs afines, el Virgen Blanca nunca me ha satisfecho plenamente. Cobra más por su menú, bastante variado, atractivo a priori, con algún atrevimiento y servido, normalmente, con buen gusto. Sí, es de los restaurantes que pintan los platos. Y el vino (en esta ocasión, Hnos. Frías del Val, rioja de maceración carbónica) acostumbra a ser lamentable. Más aún, tratándose de un menú de 19,90€, que es dinero. ¿Tanto cuesta, señores hosteleros, gastarse unos céntimos más en un vino a la altura de su clientela? Cobren si quieren un euro más el menú, pero no nos castiguen con ciertos brebajes. Plis. He aquí la cronología de la velada en cuestión, que debía empezar a las 15:30 horas, pues ese día sólo era posible reservar para comer a las 13:30 o a las 15:30. Mal rollo. Me gusta reservar a las 15:00… 15:27. Nos presentamos en el Virgen Blanca. 15:35. Nos invitan a salir a la intemperie y esperar allí. Con tanto trajín que se traen, dentro molestamos. Anda que… 15:40. Seguimos en la calle. Alguien ha hecho mal su trabajo. 15:46. Se nos ocurren fórmulas para paliar el descontento de los clientes en nuestra situación, que todo puede pasar. ¿Les apetece tomar algo, para aplacar sed y calor, mientras esperan…? Enseguida está lista su mesa; tomen un canapé, y disculpen la espera… En fin, nada de eso sucedió. 15:48. Acompañadme a vuestra mesa. Apretaros aquí. Sí, junto a la barra. 15:50. Toma. Repartíos los cubiertos. 15:55. La camarera nos canta el menú. Primeros: juego de espinacas, trigueros y piquillos con bacalao confitado y all-cremat; alubia pinta alavesa con...
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Cocinero, cocinero, enciende bien la candela y prepara con esmero un arroz con habichuelas. Que no lo decimos nosotros, no, lo dice Antonio Molina, y es que cuando terminaba de ser minero todavía le quedaba tiempo para enredar por los fogones.
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Burritos doña Lupe, monótonos y privados de todo atractivo, resultan inexpresivos, inconsistentes, incómodos, impersonales y más cosas con i.
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(+99 rating, 22 votes)Cargando... El lunes tuvimos la satisfacción de comprobar cómo, entre una epidemia de cierres de locales de hostelería, existe, como diría el ministro Windows, luz al final del túnel. Asistimos a la inauguración de La Roca, en la bilbaína calle Ercilla. Un local diáfano, amplio, de cuidado diseño y situado en una de las zona con más proyección de la capital vizcaína. En un ambiente distendido, en el que se acercaron a tomar una copa bastantes amigos y futuros clientes, pudimos conversar con sus ideólogos rockeros. Conocemos desde sus comienzos en la hostelería a Jose Mari Agirre y Luis Ángel Larrondo, dos verdaderos dinamizadores de la cocina vasca. Y dentro de su espíritu de innovación, del que han dado suficientes muestras en su local de Erandio, ahora llegan a la «capital» para sorprender a los que no conocen su estilo profesional, imaginativo y desenfadado. Nos contaba Luis, la parte gastronómica del tándem, que en este local la apuesta será por los cafés premium (no en vano, los profesionales de La Roca del Fraile tienen merecida fama de baristas, con varios premios a sus espaldas) y también será un local en el que habrá una amplia oferta enológica. Esa oferta será explicada y servida por Jose Mari Agirre que, a pie de barra, controlará los procesos y la atención al cliente. En cuanto a la comida, además de las tablas de ibéricos, la novedad vendrá dada por el uso de la cocina al vacío. Una técnica que posibilita que el producto final goce de unas cualidades organolépticas más apreciables y más saludables para el organismo. Las ventajas de esta sofisticada técnica son múltiples: mejora la preservación de las cualidades de sabor y dietéticas, también refuerza sabores y olores, además de sistematizar y agilizar preparaciones. Desde la casa madre de Erandio, Luis suministrará platos preparados utilizando está técnica que permitirá que el cliente goce de platos como el foie, el bacalao confitado, las ensaladas de codorniz. En escasos minutos y con todo...
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A propósito de Casa Vasca, restaurante inaugurado en 1970, enclavado en el barrio bilbaíno de Deusto y de fama ganada antaño y cierto prestigio aún remanente.
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(+26 rating, 6 votes)Cargando... Aunque no hago ascos a nada, quizá pueda decirse que soy, ligeramente, más de pescado que de carne. Mi entorno es consciente de ello. Y mi fuente dianense no es una excepción. Por eso dejó escrito lo siguiente junto al nombre de Casa Federico: «está especializado en arroces y pescados, y ofrece platos de la cocina mediterránea. Recomendable si queréis comer buen pescado». Así, desde el primer momento yo sabía que recalaría en Restaurant Les Marines (también se llama así el negocio de Federico Cervera, el de La Seu…); lo hicimos, probamos varias especialidades locales y salimos contentos. Cumplen. La primera impresión fue visual, estética, pues el aspecto moderno que proyecta el exterior, con su acristalamiento, no se corresponde con el mobiliario del interior, donde se combinan asientos de mimbre y sillas más propias de una taberna andaluza. Ya acomodados, nos enfrentamos a la carta, pedimos sólo pescado y lo regamos con una botella de chardonnay, con etiqueta de Enrique Mendoza (15 €), una de las bodegas que han procurado y protagonizado el salto de calidad de los vinos alicantinos. Primero llegó pan acompañado de alioli (1,30 €/pax), rico, y pronto hizo lo propio nuestra primera elección, media ración de pulpo seco (6 €). Se trata de una preparación típica de la cabecera de Marina Alta, donde es frecuente ver los cefalópodos colgados, secándose, en tendederos. Para muchos, una escena casi fantasmagórica; para mí, una bella estampa que habla del lugar, de sus costumbres, de sus diferencias, de su cultura gastronómica. En Casa Federico sus patas se sirven cortadas finamente, tiesas y con predominio del gusto a brasa sobre el pulpo. El apartado de aperitivos es en esta casa el mayor vínculo con la tradición, y lo siguiente fue un platillo de cortezas de bacalao a la brasa (4,5€), presentadas sobre ruedas de tomate. Para disfrutarlas, hay que estar prevenido y predispuesto ante su gusto a quemado. Heavy metal. A mi, me entretuvo; mi acompañante se retiró pronto. No guardo un gran recuerdo del atún...
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El clip de The Pretenders se rodó en un clásico diner, pero sólo se sirven unas infusiones. Para eso no hacían falta tan elegantes mandil y cofia, pero siempre (siempre) es un placer escuchar la incomparable voz de Chrissie Hynde. Aunque el plato esté vacío.
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(+47 rating, 11 votes)Cargando... Mmmmmmhhhhh…. Me levanto el jueves, tranquilamente, y echo un ojo a los ingredientes de las galletas que tengo ahora mismo en la despensa, a las que he comprado en alguna visita al supermercado del barrio. Compruebo que la “receta tradicional” de las Pastas de Gullón incluye jarabe de glucosa y fructosa, dextrosa, gasificantes (bicarbonatos sódico y amónico) y aroma de vainilla. Curiosa tradición. Cerca se almacenan los Filipinos de chocolate negro; cómo me gustaban, pese a contener lactosa, grasa láctea, emulgente (lecitina de soja), aromas, antioxidantes E-304 y E-306, almidón de trigo, más gasificantes (bicarbonatos sódico y amónico), crémor tártaro y también jarabe de glucosa y fructosa. Ay, las Chips Ahoy! Se las devoran los críos con su idéntica sucesión de dextrosa, emulgente, antioxidantes, gasificantes y jarabes. La fórmula de La Buena María, la galleta comercializada por Fontaneda, tampoco se queda corta, pues añade metabisulfito sódico al ya familiar chaparrón de antioxidantes, jarabes, gasificantes, emulgentes y aromas. Eso sí, presumen en la caja de no contener colorantes. Qué cachondos. Y en la despensa de Iparralde tengo unas Cookies, de Top Budget, bien surtidas de difosfato disódico. Qué rico. Se me ha quitado el apetito. En algunos casos, no son crujientes, son más bien un arma arrojadiza, pues la lluvia de aditivos logra una resistencia al mordisco que parece dañar incluso la capa de esmalte de la dentición a cada bocado. ¿Saben? No sé qué opinan ustedes pero, a mi entender, las mejores cosas son las que se hacen con cariño y sin artificios. Con pasión. Y eso parece aplicar a sus gallegas la familia de Marino García (bisnieto del fundador Adolfo García), desde 1896. Ese año se fundó La Luarquesa, casa asturiana, independiente, que en su discurso habla de elaboración artesana, de ingredientes naturales, de sabor y frescura… Como muchas otras, sí, pero en su caso esas lindas manifestaciones, esas declaraciones de intenciones, encuentran reflejo en los bocados que se dan a sus productos. Para empezar, son partidarios de la...
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(+55 rating, 12 votes)Cargando...Crack, crock, zumba, rasca el niño que corre tiróme la silla el camarero calla no sea que la tenga los padres prudentes prefieren la charla Vano deseo venir a comer, y no decimos disfrutar de lo comido, en jaula de grillos de gritos y juegos de enanos anonadados y asilvestrados El menú infantil se ha terminado cuatro espaguetis en el plato quedaron el filete una bola olvidado el helado escurrido en el paso Es la hora de la carrera, el juego y el grito pintan las cuatro y los presuntos adultos dueños de esas cosas que corren y reptan andan por el segundo y resta postre, café y copa y el lugar de comidas se tranforma en parvulario Te da igual que estés en tasca que ilusionado te gastes lo que no tienes en un dos estrellas Michelín hay sagrado juramento de los hosteleros a un niño no se le corta y a un padre menos: «libre albedrío al chiquillerío» Prefieren siniestro total en el mobiliario patada a los otros clientes (las hordas jamás jugarán junto a sus padres) bandeja y camarera derribada con gran alegría y regocijo de abuelas y tíos No sé qué es lo que pasa con este asunto Se me escapa la jugada signo de los tiempos responsabilidad desplazada Ustedes dirán que soy cascarrabias que como no tengo vástagos no soporto la infancia. Se equivocan. En un último recuento al menos veinticinco descendientes de mi fuerte semilla. Orgullo del norte. Progenie de ojos verdes y orejas al viento. superen esa marca y luego me hablan. Conozco enanos que comen y callan y padres perfectos que en el respeto educan e incluso niños gastrófilos que en masterchef junior ganan. Pero si vamos a la esencia de comer concentrados los matures ya pedimos lo mismo que en los hoteles un carnet travelguau de niño educado O al menos cierta restauración kids-free. lo hicieron en hoteles y pese a las quejas se convitió en clásico. Y creo que quienes más...
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(+40 rating, 8 votes)Cargando... Cascais es una ciudad muy bonita y muy británica. Desde las inmobiliarias hasta algunos pubs irlandeses, desde los parques hasta ciertos edificios. Hay muchísimos restoranes. Quitaría los italianos y dejaría algún indio y los locales, por supuesto; por ejemplo, los de pollo (frango) que no pruebo en estas merecidas vacaciones. También quitaría a los molestos músicos callejeros mendicantes (del Este, indígenas…) y dejaría, hum, a las matures burguesas rubias con melena y escote que se saben las reinas de la plaza y asen con donaire las copas de balón con líquido rojo. Estoy en la parte antigua, en la plaza de los pubs ingleses (John Bull, Chequer’s Bar, Duke), tomando un aperitivo en el corner español (La Bodeguita) mientras miro en derredor y decido dónde comer. Después entramos a una cervecería-marisquería que minutos antes me ha dado buen rollo nada más ver su carta de pescados. El relaciones públicas que pesca clientes en la calle no nos tiene que convencer, pone cara de sorpresa ante nuestra nula resistencia, y entramos. Uh, el local por dentro parece un comedero modestísimo: hay música, la tele emite algún partido de fútbol, las servilletas y el mantel son de papel, las mesas están muy juntas… Es tarde para almorzar y hay poca gente; o sea, que estamos cómodos. Susana pide una cerveza Superbock negra (1,75), de tercio, y yo me animo al vino: media botella de tinto Vinha do Monte (8 euros), Alentejo, 2011, 13,5º de alcohol, y de temperatura un poco caliente pero muy rico. Lo abre el amable y un poco tímido camarero. El corcho suena ‘plop’ y el caldo huele a fruto rojo. Hum… la cosa promete en su modestia. De entrante compartimos una morcilla asada (5 euros). Llega servida en trocitos, alternada con piña para desengrasar, en una presentación sencilla (pobre) y con mucho margen de beneficio (imagino). Es un condumio compacto, rústico, rudo y sápido (otro día pido pulpo, pienso). Me siento feliz, happy. Para los platos principales nos cambian...
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Restaurante Igeldo, restaurante Mariñela; tanto monta, monta tanto. Ambos negocios comparten espacio en el puerto donostiarra, sus toldos conviven, uno junto al otro, en el mismo soportal, a la altura del número 15 del antiguo muelle de pescadores. Uno llama para reservar mesa al Mariñela, le sientan en el Igeldo, le alcanzan una carta del Mariñela y (tachán) el ticket lo encabeza el nombre «Rte. Igeldo Jatetxea». Es uno solo, vamos, y vive ajeno a la monumental crisis que azota al ciudadano peninsular desde hace, al menos, un lustro. La burbuja inmobiliaria ya estalló, afortunadamente, y ahora son los hosteleros quienes se las tienen que ingeniar para seguir ganando dinero pese a que éste escasea en los bolsillos de sus vecinos. La burbuja gastronómica también se desinfla y hasta los chefs más reputados diversifican y se embarcan en aventuras prêt-à-porter como gastrobares, despachos de tapas de autor, cursos y talleres… El único lugar de este planeta ajeno a tal realidad parece ser San Sebastián, donde aún hoy es posible pagar 40€ por tres anillas de calamar rebozadas, un puñado de ensalada, una docena de sardinas y arroz con leche. El turista accidental y el flujo constante de franceses con renta per cápita superior mantienen intacta la burbuja donostiarra, donde siguen empeñados en cobrarnos por encima de sus calidades, y de sus capacidades. Y, dado que hace años que borramos las fronteras, parece que al ciudadano no le queda otra que resignarse al atropello. ¿Les parece una exageración el caso de las sardinas a 40€? Pues está basado en hechos reales, concretamente en una cena celebrada allí, en el restaurante Igeldo – Mariñela, a principios de agosto. Tres parejas pedimos una ración de calamares, cinco de ensalada mixta, seis docenas de sardinas, cinco postres y algo de beber, y la cuenta ascendió nada menos que a 240,90 euros. Aurrera mutilak, aurrera Gipuzkoa… A ver, a mi plin, que soy de Bilbao, y a mi amigo Oier también (dejó 5€ de propina, aunque la factura ya incluía 7,04€...
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